Este miércoles se aprobaba la nueva Ley de Cultura en medio del escenario más obsceno y vergonzoso que se recuerde en el Paramento Nacional, con actos de homofobia y demás, pero ¿Cuál es el trasfondo del apuro por aprobar una ley donde entre tantas cosas o defectos que tiene se apropiará de proyectos que no les pertenecen?
Ley de Cultura
FERNANDO RODRÍGUEZ.
Editorial | 15/08/2013.

Era tan de esperarse que se aprobara un esperpento legal para la cultura que el sector cultural mismo y los medios opositores se movilizaron poco. Los mismos oficialistas hicieron escasa alharaca. Una razón para que el engendro pasara por debajo de la mesa tiene mucho que ver, sin duda, con el apocalipsis económico que tenemos encima, por una parte, y los niveles cloacales a los cuales han llevado los asambleístas oficialistas la actual controversia política, por la otra.

Justo ayer, cuando se aprobaba el proyecto “cultural”, escenificaron uno de los espectáculos más obscenos y vergonzosos que se recuerden en el Parlamento nacional, homofóbico y en los términos más agresivos y vulgares. En síntesis, que hay demasiada camorra para atender a un asunto frío como la cultura.

Pero existen otras razones más permanentes. Después de quince años de destrucción de las instituciones culturales y haber practicado una política excluyente y del más bajo nivel en realidad no agrega demasiado la dichosa ley, llevada de la mano además por los sectores más atrasados y primitivos del chavismo mismo.

Chovinista, estatista, excluyente, centralista, censora, populachera, pasadista, ignorante de los mecanismos modernos de difusión cultural, provinciana hasta en el lenguaje y técnicamente espantosa, remite a lo más oscuro de la ideología chavista, es su retrato.

En el fondo todo lo que caracteriza al fascismo tropical, en nuestro caso en la modalidad de la cruza de militarismo y populismo.

Frente a esos tres lustros de desculturización oficial se ha ido armando, con no pocos resultados, un espacio cultural privado que ha permitido la difusión de lo más significativo de nuestra producción intelectual y artística.

De manera que en cierto modo ya se trataba de un juego jugado, de líneas de demarcación establecidas. No obstante, había mucho que ganar si se hubiese logrado lo imposible, un diálogo racional, que hubiese podido reunificar y reorientar ese ámbito primordial de la vida nacional.

Porque ciertamente ese espacio privado al que aludimos, por las escalas materiales mismas que puede manejar, está condenado al elitismo e incluso por estar en alguna medida limitado por cierta racionalidad mercantil, imposibilitado de atender ciertas zonas de la alta cultura muy alejadas de ésta.

De manera que el resultado mayor de esta infamia legal es cerrar las puertas a una real expansión de la cultura, el poder llevarla a sectores amplios de la población, sin renunciar a la excelencia. Como tantas otras cosas será para más tarde ese desiderátum de convertir a la mayoría de los venezolanos en hombres universales, conscientes de su situación nacional, libertarios, modernos.

De todos modos, la ley será letra muerta en muchos sentidos y el eclecticismo terminará por imponerse a la identidad telúrica. El sistema de orquestas, logro del que se apropian y que presentan como propio sin serlo, y que tanto aprecia la música del Norte imperial, terminará costando infinitamente más que la música vernácula, condenada a migajas.

Y seguirán dándose generosos premios y prebendas a los amigotes y trayendo turistas intelectuales para eventos estrafalarios y medio clandestinos.

http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=90464&tipo=AVA

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