Los búnker son celdas diseñadas bajo tierra para el cautiverio humano.
Lo cierto es que es un espacio convertido en una celda subterránea, donde una persona vive o muere.
El búnker, de acuerdo a la definición de la Real Academia Española (RAE), es un “refugio subterráneo para protegerse de los bombardeos”. Muy usual fueron en la época de la primera y segunda guerra mundial.
Actualmente, estos espacios han sido utilizados para mantener a personas secuestradas.
Es una modalidad promovida por bandas organizadas de Colombia, que se han desplazado hacia tierras venezolanas, donde el delito del secuestro ha sido muy rentable.
En un espacio de 3 por 2 metros estuvo once meses el comerciante portugués Joao Dos Santos Correia, de 46 años.
Lo secuestraron el 16 de julio del año pasado, y lo rescataron efectivos del Cicpc el 19 de junio de este año.
El búnker que diseñaron para mantenerlo cautivo tenía entrada en el piso del clóset de una vivienda ubicada en el sector La Porfía de Las Trincheras, en el municipio Naguanagua del estado Carabobo.
Son tres kilómetros montaña adentro los que hay que recorrer para llegar a la casa.
La altura del búnker es de dos metros aproximadamente, y la reja de la celda, hecha con cabillas soldadas, mide 1 metro y medio. Todo protegido con varios candados.
Contaba con dos extractores: uno para acondicionar el espacio y otro para sacar el aire, una poceta cercada con una cortina de baño.
No le faltó el agua directa, tampoco los desinfectantes para que el secuestrado mantuviera el espacio limpio.
La escaleras de acceso al búnker son de metal y empinadas.
Solo uno de los cuidadores tenía acceso a ellas, porque le bajaba comida dos veces al día.
El clóset tenía un sobrepiso que escondía la tapa de cemento que daba entrada a la celda subterránea.
Todo estaba muy bien definido para que nadie pudiera descubrirlo. Sin embargo, los efectivos del Cicpc llegaron.
Hay espacios más acondicionados, como el búnker hallado en Paracotos en el 2008.
Contaba con sistema hidráulico para mover rejas de protección internas.
Un pasillo y dos celdas (cada una con su baño) permitía tener a varias víctimas.
Allí se vivió y también se murió. Funcionarios del Cicpc dijeron que un comerciante portugués falleció en ese espacio tras sufrir un ACV.
La víctima no soportó el encierro y se enfermó, al punto de conseguir la muerte.
El diseño de los búnker es muy variado.
En Falcón, por ejemplo, construyeron uno en las ruinas de una piscina. Techaron el espacio y lo taparon con tierra.
Luego, el interior fue acondicionado a la perfección con electricidad, agua y servicios.
Los hampones definieron un cronograma de atención para la víctima.
Entraban cada mes y nombraban a un “cuidador” para que estuviera vigilante todo ese tiempo bajo tierra. Le asignaban un arma larga, entregaban la comida suficiente para todo ese tiempo, incluso, había una especie de depósito de alimentos, televisión por cable y aire acondicionado.
El sistema de comunicación no fallaba, pues era indispensable mantener contacto con los líderes del grupo.
En cada uno de estos búnker mantuvieron a varias víctimas del secuestro en Venezuela.
Los funcionarios del Cicpc no han determinado cuántos han sido exactamente.
Los espacios predilectos para construir estas celdas subterráneas son las zonas montañosas y alejadas de las urbanizadas. Esto, porque permite a los grupos delictivos moverse con mayor facilidad en horas de la noche.
Siempre, esos terrenos son usados como fincas para la siembra y cría de animales.
ESTADÍA FATAL
• Su única actividad es refugiarse en la lectura, en los pensamientos positivos y la escritura.
• Muchos pierden la esperanza de regresar con sus familias y se encomiendan a Dios para que les dé fortaleza.
• No existe ningún tipo de comunicación entre la víctima y victimarios. Todo se hace a través de mensajes.