La escasez de alimentos ocasionada por el colapso económico de Venezuela obligó a Víctor Rojas a subirse a un autobús y cruzar la frontera con Colombia. Sin embargo, poco después de llegar, estaba asombrado.
En poco tiempo pasó de estudiar música en una universidad de Caracas, Venezuela, y formar parte de orquestas a tocar el violín por propinas en las calles de Bogotá.
No obstante, a los pocos meses de llegar, recibió un permiso especial de residencia que tiene como objetivo atender a la oleada de inmigrantes venezolanos. Con el tiempo, sus actuaciones callejeras se convirtieron en presentaciones regulares en bodas y graduaciones y el permiso le permitió formalizar su creciente negocio y obtener un apoyo económico.
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