Miami, EE.UU.-20/10/2020. Visitar a un ser querido en la cárcel militar de Ramo Verde, ubicada en Los Teques, estado Miranda, no comienza el fin de semana, jornada “autorizada” para los encuentros, sino días antes donde las personas se preparan para comprar los productos que necesite para que el privado de libertad puede prolongar su salud.
Así fue el caso de la venezolana Sonia Alciviades, quien desde el 14 de octubre le está comprando los alimentos y medicamentos a su esposo -nombre que no revelaremos para protegerlo ante represalias- que presenta múltiples patologías y que se encuentra detenido desde el 2017 en el Centro para Procesados Militares (Cenapromil), mejor conocido como la cárcel Ramo Verde.
Alciviades recorrió varios lugares de Caracas, ciudad capital, en busca de ofertas para no afectar su bolsillo, en un país con un salario mínimo de menos de un dólar, frente una Canasta Alimentaria Familiar valuada en 180 dólares, según el último informe realizado por el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cenda).
Al transcurrir tres días, exactamente el 17 de octubre, Alciviades se dedicó a embalar y guardar la compra realizada. “Me acosté a las 11:00 p. m. pero con la satisfacción de que iba a poder llevarle, el domingo, sus cosas y verlo”, dijo durante entrevista a Venezuela Awareness.
“El domingo me despierto a las 4:00 a. m., le cociné con amor y dedicación la comida para que la tuviera hecha del mismo día. Luego escojo la ropa, algo cómoda, porque el peso y el trayecto es muy engorroso”, explicó Sonia, quien vive en el municipio caraqueño de Altamira, exactamente a 40.1 kilómetros de la cárcel militar.
La fe y la esperanza de poder ver a su esposo, luego de seis meses incomunicados debido al Covid-19, donde cerraron las cárceles así como lugares públicos masivos para evitar la infección, siempre se mantuvo intacta. “Le pedí a Dios que me quitara los obstáculos del camino”.
“Al salir de mi casa, a las 5:00 a.m., me dirigí al (transporte subterráneo) Metro de Caracas. Fueron 35 minutos, más o menos, lo que tuve que esperar para que abrieran la estación Altamira para luego embarcarme en ese viaje inesperado, porque uno no sabe lo que se encuentre en el Metro, puede ser que me lleve al destino o que haya una falla y nos deje en un lugar imprevisto”.
“Hubo retraso de 20 minutos entre paradas hasta que llegué a la estación Plaza Venezuela, donde hice trasbordo hasta la estación Las Adjuntas y de allí a la estación Alí Primera. Duré una hora y 20 minutos en llegar a la estación Alí Primera”, que es el lugar que deben quedarse todas las personas que viajan desde Caracas para visitar a su ser querido detenido en Ramo Verde.
Al salir de la estación observa que no hay autobuses disponibles que la lleven hasta la cárcel militar, esto debido a la escasez de combustible que afecta al país petrolero, que se ha visto en la obligación, según denuncias de los dirigentes de la oposición, a paralizar sus refinerías ante la falta de mantenimiento o de materiales para producir.
“Decido ir por un taxi, le pregunto cuánto me cobra por ir a Ramo Verde y me respondió que la tarifa estaba en 12 dólares. Esto era un gasto no planeado, pero lo tuve que cubrir”.
Un destino con sabor amargo
En la entrada de la cárcel militar uno de los custodios, que se encontraba en la puerta del recinto, le indica a Sonia que espere la orden para que pueda realizar la visita, alimentando la ilusión de que ese día si vería a su esposo.
“Estuvimos esperando con los alimentos sin refrigerar frente al penal, con la esperanza de que llegase una orden por radio para poder ingresar. Luego de que pasaron cuatro horas, por radio dan una orden y uno de los custodios que se encuentra en la entrada se retira y sube a las instalaciones y dura aproximadamente 20 minutos, al regresar al puesto nos informa que nos tenemos que retirar del lugar, que aquel que desee dejar lo que llevó lo iban a recibir, el que no, que se podía ir. Preguntamos, llorando, el porqué cambiaron de opinión y en ningún momento fueron amables o responsables para decirnos la razón. Nos dijeron después de cuatro horas en espera, sin siquiera apiadarse de nuestros sentimientos, ilusiones o de los gastos que conllevaba dirigirse a la cárcel”.
Así como muchos familiares, Alciviades le dejó los alimentos que había comprado para su esposo al militar y tuvo que devolverse a su hogar. Los presentes no pudieron constatar que los productos llegaran a sus familiares así como tampoco pudieron abrazarlos, sumando otra semana al estar incomunicados.
“Me devuelvo a la casa con el corazón oprimido, lleno de soledad, con esa indignación de que se burlaran de la necesidad de ver a mi esposo, de saber de él”.
Hasta el momento Ramo Verde es el único lugar, donde se encuentran encarcelados presos políticos, que ha impedido las visitas, esto luego de que permitieran los encuentros en el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y en la Dirección de Contrainteligencia Militar (Dgcim) -ambas carceles ubicadas en Caracas-.
Los familiares de presos políticos resaltan que su compañía es de vital importancia para darle fuerza a las personas privadas de libertad y para reforzar sus dietas alimenticias, pues no es un secreto que en los penales del país carecen de proteínas y de nutrientes para que mantengan la salud de los secuestrados políticos, término que ha utilizado la Organización de los Estados Americanos (OEA) a través de su secretario general, Luis Almagro.
La pandemia llegó al país alarmando a todos los sectores. Así que para evitar la propagación el 2 de abril los funcionarios de Maduro cerraron las cárceles a cualquier visita y, con ello, estrangularon cualquier oportunidad de abastecerse de alimentos y de agua potable a los presos políticos.
No alimentarse bien da pie a la posibilidad de contraer enfermedades infectocontagiosas que circulan profundamente en los penales, así como la tuberculosis, sarna, hepatitis, entre otros.
El Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) registró en el 2019 al menos 62 muertes por razones de salud, principalmente por desnutrición y tuberculosis.
Los familiares de los presos políticos en días de visitas les suministran los medicamentos a sus parientes, quienes necesitan de un estricto control para continuar con su tratamiento médico al estar encerrados bajo condiciones precarias.
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