Mayo 13, 2018.- Yorly está a punto de dar a luz. A sus 25 años está esperando su primer hijo, otro venezolano que nacerá en medio de una fuerte “emergencia económica”. Este será su primer Día de las Madres, pero en medio de la celebración y la alegría del hijo que llega, también se preocupa y teme no poder darle a su bebé lo que necesitará para desarrollarse.

Me aterra la necesidad de obtener una vacuna que no se pueda conseguir (…) y los productos que necesito para su alimentación y aseo personal”, asegura la joven progenitora. Tiene el apoyo de su pareja, y de sus familiares, algunos de los que pueden conseguirle insumos en el exterior, pero afirma que ha caído “en las garras de los bachaqueros” para preparar todo lo que necesitará su hijo en sus primeros meses de vida. “Yo me pongo es pensar en mi bebe y que le falte un pañal o leche y eso me desespera”, dice.

Sin embargo, otras madres ya están en el laberinto. Francia, es uno de esos caso. Ella, tuvo que recorrer muchas farmacias, acudir a las redes sociales y pedir ayuda a sus familiares y amigos, y aun así no conseguía el medicamento Trileptal de 600 mgs, un antiepiléptico que su hija Stefany necesita tomar todos los días para no convulsionar.

Lo conseguí con una colega que emigró a República Dominicana. Me vi obligada a comprarlo fuera del país, pero a un exorbitante precio. Un medicamento que aquí costaba 1 dólar, me costó 80 dólares”, dice.

“No se ve que se estén haciendo planes de abastecimiento. Ya estamos en un caos. Esto es desesperante”, afirma la fuente, quien pide a quienes estén pasando por una situación similar que se unan para exigir que los organismos encargados garanticen los medicamentos. “Es imposible llevar una vida, sin el más preciado beneficio de la salud”.

“Ni que aumenten lo que aumenten”: La travesía de criar ganando sueldo mínimo

El bebé de Gleidy, Eduardo, cumple tres años en octubre. Esta madre caraqueña sobrevive a la Venezuela actual ganando sueldo mínimo: La última quincena le pagaron solo 176.000 bolívares, mientras que el costo de la canasta básica superó, el mes pasado, los 40 millones de bolívares. Ella no puede darse el lujo de pagarle de más a los “bachaqueros”, por lo que tiene que cazar en los supermercados cuándo sacan productos regulados o la caja del Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP). “Hago magia”, dice entre risas, al tiempo que reprochó que la caja “infeliz”-como la llamó- aparezca en su comunidad cada dos meses.

“Yo me divido. Por ejemplo, esta quincena le compro para hacerle los alimentos (papillas), y si me alcanza le compro algunos cambures. La próxima compro una pasta o arroz. Pero eso es si consigo. Ante compraba lactovisoy y crema de arroz, pero ahora es imposible. No me alcanza el sueldo. Pero lo que más me preocupa es la leche. Solo consume la que trae el CLAP, y la mayoría de las veces le da diarrea. Va a crecer desnutrido”, afirma.

Su mayor queja es el tiempo que pasa en las colas por comida, pues aunque visite varios lugares, es muy poco lo que logra comprar: “Yo puedo hacer la cola. Pero al menos quiero que me digan en qué supermercado puedo comprarle todo, que yo vaya a ese lugar y consiga todo lo que mi hijo necesita”.

Gleidy cuenta con la ayuda de su madre para cuidar al niño, pero quiere inscribirlo en un cuidado diario. En su trabajo la pueden ayudar a pagar una guardería, pero a pesar de eso, tendría que gastar en eso la mitad de su sueldo. “Si lo inscribo en el cuidado tendré que dejar de comprar alimentos o pañales”, reflexiona. Desde que Eduardo nació, esta madre no ha podido adquirir nada para ella: “Yo solo me encargo de lo poquito que puedo conseguir para mi hijo”.

La tristeza de despedir a un hijo que se va del país

Otro sufrimiento se suma a la lista. Yris tiene tres hijos. Carlos, el mayor, es ingeniero y hace un par de años se fue a Canadá a hacer una maestría. Actualmente, en la familia hacen gestiones para que los otros dos chicos puedan irse también. “Cuando se va un hijo uno tiene emociones encontradas, porque sientes que se van para mejorar profesionalmente, pero te da tristeza el vacío que te dejan en su ausencia”, dice.

Aunque ya está resignada y se siente tranquila de que su hijo viva en otro país, el momento de su partida fue muy duro: “Cuando supe que Carlos se iba me hospitalizaron tres días de tanto llorar. Pero fue la mejor decisión, porque para los jóvenes, lamentablemente, en estos momentos no hay futuro en este país”.

Yris cree que la única manera de que el país mejore es que el presidente Maduro renuncie, y que se comiencen a resolver los problemas que hoy aquejan a Venezuela. “Yo le pediría a Maduro que dejara la presidencia, porque cuando uno no sirve para algo tiene que renunciar. Así todos los jóvenes que se han ido podrían regresar. Ese sería el mejor regalo del día de las madres”

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