Octubre 30, 2016.-Patricia Andrade, una defensora de los derechos humanos venezolana, es ahora el alivio de sus compatriotas que llegan a Miami apenas con las maletas y sin la posibilidad de adquirir lo básico para solventar sus primeras semanas en EE.UU.

Andrade reparte cada viernes colchones, muebles, lámparas, sabanas, toallas, ollas, vajillas, juguetes a los venezolanos recién llegados, que en su mayoría son jóvenes profesionales con hijos pequeños.

“Lo que más me duele es ver a las familias jóvenes que cuando llegan sus bebés duermen igual que ellos en el piso, entonces ellos piden primariamente una cama para sus hijos”, explicó Andrade a Efe.

De invadir la sala de su casa con las donaciones de la comunidad venezolana en Miami (Florida), Andrade pasó a rentar una bodega en Doral, ciudad aledaña a Miami con una gran población de venezolanos, y ahora ya son cuatro llenas de enseres.

Lo que empezó como una ayuda informal a los venezolanos que huyen del país ante la crisis económica y la escasez de alimentos, ahora lleva el nombre de Raíces Venezolanas, un programa que Andrade fundó en enero pasado como parte de su organización de derechos humanos Venezuela Awareness.

“La situación ya no daba para más, sobre todo para los que tenemos niños”, explicó hoy a Efe Bianca Fernández, quien llegó a Miami la semana pasada con su esposo y dos hijos, de 5 y 2 años, y están temporalmente hospedados donde unos conocidos.

“Necesitamos cosas de cama y de cocina… no la cama todavía, pero en lo que nos mudemos, no vamos a tener nada. Por lo menos necesitaremos lo básico donde dormir donde sentarse”, expresó la joven venezolana que pasó hoy a recoger sabanas y algunas cosas para la cocina.

Fernández y su esposo, ambos analistas profesionales de laboratorios clínicos, se vieron obligados a salir de Venezuela la semana pasada porque allí sienten que ya “no hay sueldo que rinda”.

Andrade, quien llegó hace cerca de treinta años al país, dijo que todos los que llegan a las bodegas se vieron obligados a salir, “aquí nadie viene de turismo”.

Precisó que el perfil de estos inmigrantes es de “ingenieros, médicos, jueces… la clase media profesional”, y todos con “optimismo y ganas de trabajar”.

“Todos llegan con un ánimo y un positivismo que este país es el de las oportunidades”, agregó.

Andrade y su grupo de voluntarios reciben a los inmigrantes en las bodegas, y con lista en mano comienzan a buscar lo que necesitan de donaciones “usadas, pero en buen estado”.

Marily Fuenmayor, quien llegó el pasado 14 de julio a EE.UU., fue hoy con su bebé de siete meses a la bodega por una mesa, un televisor y una lámpara, entre otros artículos.

“Con el bebé ya todo es más difícil. En Venezuela no se consiguen las cosas, tenía un trabajo fijo, pero eso no alcanza para sobrevivir y tuvimos un robo bien feo y nos estaban amenazando”, indicó.

Nipcey Araújo, quien llegó hoy por sabanas, toallas y ropa para su hija de 7 años, contó que su esposo era policía en Venezuela y tuvo “un problema con grupos armados afectos al Gobierno” y tuvieron que salir del país.

Andrade confesó que al principio cuestionaba que muchas de las mujeres que llegaban corrían el riesgo de viajar a punto de dar a luz, pero ellas le decían que no tenían otra opción.

“Qué quieres que haga si en Venezuela no hay comida, no hay leche, no hay pañales, no hay medicina, no hay comida, preferí arriesgarme y venir”, recordó que le decían.

“Llegamos solo con las maletas, pero con ganas de trabajar, sobre todo por los niños”, aseguró por su parte Fernández.

“No tenemos nada, necesitamos todo, los que estamos saliendo de Venezuela, estamos saliendo con las maletas, con lo mínimo que uno puede venirse”, agregó.

Andrade, quien tiene una “lista de espera para colchones”, dice que está preparando un paquete en un supermercado para aquellos que quieran donar una bolsa que incluya una cafetera, almohadas, cobijas y una vajilla.

“Las raíces nuestras son venezolanas y tenemos que pensar cuáles frutos vamos a dar aquí, en Estados Unidos, con esas raíces”, expresó.

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