Jean Paul en una foto familiar recienteFotos Aníbal Barreto/Cortesía familia De La Rosa
Jean Paul en una foto familiar recienteFotos Aníbal Barreto/Cortesía familia De La Rosa
Jean Paul en una foto familiar recienteFotos Aníbal Barreto/Cortesía familia De La Rosa

Julio 27, 2015.-Familiares de Jean Paul Misel de La Rosa esperan que la justicia actúe en el caso. Ellos, por su parte, conformarán una fundación que llevará su nombre.

El viernes 3 de julio, Jean Paul Misel de La Rosa debía buscar las calificaciones del grado que cursaba, noveno, en el Colegio Nuestra Señora de Lourdes. No pudo: la tarde anterior lo mataron en la puerta de la casa de su papá. Tenía 15 años. Su familia asegura que no se cansará de pedir justicia pero, además, de trabajar para alejar del mundo de la violencia a los jóvenes. Como los que lo mataron. 

Tiemblan. Por el frío o por la conmoción, quién sabe, pero las piernas de Vanessa de La Rosa tiemblan. Con persistencia y debajo de una cobija.

Es jueves, antes de las 3:00 de la tarde, y está sentada en un sofá. A su lado está su hermana Alicia y unos metros más allá, en frente de una computadora, Edgardo, quien hace una semana se convirtió en su único hijo varón.

En efecto, Edgardo se “convirtió” en el único hijo varón de Vanessa porque a su hermano, Jean Paul Misel de La Rosa, de 15 años, lo mataron hacía ocho días.

Ocurrió el 2 de julio. Poco después de las 7:00 de la noche. Jean Paul estaba en la casa de su papá. Manejaba su bicicleta en el estacionamiento del conjunto residencial, en Villa Ikabarú, y compartía con unos amigos.

Fue en ese momento cuando se percató de que algo no estaba bien. Unos hombres ajenos al sector estaban en el estacionamiento. Y él corrió hacia el edificio e intentó cerrar la puerta. Quizás esa fue la acción que lo condenó, porque los hombres que vio, los hombres de los que sospechó, de los que huyó, lo alcanzaron y le dispararon.

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El mundo era un híbrido de emociones el 31 de diciembre de 1999. Por una parte, los temerosos por la mentada falla del milenio: el colapso apocalíptico por la llegada de 2000. Por otra parte, los incrédulos que se aprestaban a celebrar por el año nuevo.

Pero Vanessa de La Rosa era ajena a todo ello: en la madrugada de ese día nació su primer hijo, Jean Paul.

“Ni para fiestas iba. En parte por la inseguridad, en parte porque a mi hijo no le gustaba salir. Nunca tuvo celos de sus hermanos menores, Paola y Edgardo. Era mi amigo, mi amigo: mi fiel amigo. ¿Qué te puedo decir?”, comenta.

Vanessa y el papá de Jean Paul, Pablo, se separaron. A su padrastro, Luis Dugarte, jamás lo vio como eso, sino como su otro papá. “Una vez fui al colegio a llevar unas cornetas para un acto que tenía. Cuando iba entrando, la maestra me preguntó: ¿usted quién es? Le dije: el papá de Jean Paul. Más atrás venía Pablo, le preguntaron lo mismo y respondió: el papá de Jean Paul. Éramos los dos por igual para él”, relata.

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La turbiedad de los hechos ennegrecen la precisión de los recuerdos del asesinato de Jean Paul. La noticia era que le habían disparado. Al escuchar los balazos, su papá salió y vio a los asesinos. Corrió tras ellos, pero huyeron. Cuando regresó y lo vio herido, lo llevó a la Clínica Unare. Respiraba. O hacía el intento. Pero llegó muerto.

“Descartaron tres hipótesis, según lo que nos dijeron en el Cicpc. Hay otras dos: una, que eran seis personas, de esa gente que les llaman ‘quinteros’. Lo otro es que hace 20 días entraron a robar en una residencia y el dueño le disparó a los malandros. Estaban buscando para vengarse”, explica su tía Alicia.

Según la autopsia, hubo más de diez balazos. Ráfagas. Y de armas distintas. Qué más da: como haya sido, dejaron sin vida a Jean Paul.

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El día de su velorio, la urna de Jean Paul estaba custodiada por bicicletas, un tributo a su afición por el bicicross. Una semana después del asesinato, en el colegio Lourdes, hubo una misa en su honor.

“Desde tercer nivel estaba en el colegio Nuestra Señora de Lourdes. Lo amaban en el colegio. Nosotros íbamos a buscar las notas el viernes, justamente”, recuerda Vanessa.

Y añade: “Es un dolor profundo en el alma. Me siento como un vacío. No sé qué está pasando. Estoy llena de la familia pero cuando esté sola sabré cómo es. No lo asimilo. Me parece mentira, un sueño. Tengo que levantar a mis hijos”.

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Jean Paul compartía una afición con su mamá: armar rompecabezas. Hay dos de miles de piezas enmarcados y colgados en la pared.

El último que estaba en proyecto era una reproducción de Guernica, la pintura con la que Picasso inmortalizó el horror que supuso el bombardeo sobre esa ciudad de España el 26 de abril de 1937.

En la caja hay varias bolsas en las que están clasificadas las piezas: esta parte aquí, la otra allá, el marco por acá. Pero una de ellas, quién sabe por qué, quedó fuera de todas las bolsas.

“Me dijo: mira, mami, esta pieza quedó en el piso”. Sin saberlo, Jean Paul compendió su destino en esa frase: él mismo iba a ser la pieza de la vida de su mamá que iba a quedar en el piso. La violencia criminal en Venezuela lo impuso.

Indiferente a la analogía, Vanessa regresa al sofá.

http://correodelcaroni.com/index.php/sucesos/item/34377-las-balas-cercenaron-el-futuro-de-jean-paul

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