Julio 26,2015.- Mujer de ciencia, estudiosa, ensimismada, quizás inhábil para relacionarse con el mundo tangible, a Inés González le dio por decir sus verdades en las redes sociales. Como tuitera y con el apodo de ‘La Terrible’ se hizo casi famosa. Pero solo alcanzó el estatus de causa célebre de la libertad de expresión tras caer, hace nueve meses, en los calabozos de la policía política venezolana. Más que con los trinos por los que la imputaron, se buscó su destino con los conflictos virtuales que sostuvo con poderosas figuras de la televisión del Estado.
De nada valían las explicaciones de su padre. De nada valía decirle que tenía que cumplir con esa formalidad y acudir ante la autoridad para responder unas preguntas. Tampoco que le dijera que era mucho mejor que la llevara él, en su carro, sin esposas.
Así se lo habían sugerido la noche anterior los agentes del Sebin (siglas del Servicio Bolivariano de Inteligencia, policía política del Estado venezolano), que fueron a su casa a llevar la boleta de citación. Estuvieron en la puerta un buen rato, esperando a que el padre llegara. Él, José Luis González, tuvo que cerrar el negocio de artesanías que atiende en el centro comercial Lago Mall de Maracaibo (capital del estado de Zulia, noroeste de Venezuela). Después de una hora de charla, con café incluido, quedaron así: Inés Margarita González Arraga iría al día siguiente a declarar. José Luis no esperaba que su hija pasara la noche en el Sebin. Ni que ese 4 de octubre de 2014 fuera el inicio de una reclusión que ya lleva más de nueve meses. Nadie lo esperaba, en realidad. Pero era un destino que se había forjado mucho antes, antes incluso de que existiera la cuenta @inesitaterrible que la dio a conocer para Twitter y para el submundo de las inquinas políticas.
Sentencia sin juicio
Marisol es hermana de Inés. De los tres hermanos González Arraga, es la del medio. El único varón, el menor, estudió Ingeniería y vive en España, el país de donde procede el padre (exactamente del pueblo de Chantada, en la provincia de Lugo). Inés y Marisol apenas se llevan un año. Hicieron juntas la Primera Comunión. Se parecen bastante, sólo que Inés es de pelo moreno y Marisol lo tiene más claro. A ninguna se le adivina la edad al verlas. Ni a Inés, la mayor, en la foto de perfil que tiene en Twitter o en las muchas que colgó en su cuenta de Instagram unos días antes de caer presa. Marisol lleva una camiseta deportiva ceñida y unas mallas fucsias, la cara lavada, el pelo abundante, suelto. Es de facciones amigables, sonrisa permanente. No tiene ni un breve dejo de acento marabino.
“Ninguno de los delitos que le imputaron a mi hermana aplica para lo que ella hizo, que fue expresarse en Twitter”. Instigación pública, ultraje a funcionario público y ultraje violento. Así le dijeron el 7 de octubre en la audiencia de presentación. También que su sitio de reclusión dejaría de ser la sede del Sebin en Maracaibo y la trasladarían al Helicoide, en Caracas, sede alterna del organismo de seguridad en la capital de Venezuela.
Después del sonado asesinato del diputado por el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Robert Serra, que ocurrió en el barrio capitalino de La Pastora en octubre de 2014, Inés González publicó varios tuits en alusión al difunto. “Robert Serra, le dieron ‘legado’. Paz a sus víctimas”. O: “A los tiranos se les da de baja, no es odio, es justicia. Robert Serra no era inocente como nuestros gloriosos estudiantes, no comparen”. En la red social también aludió con idéntica sorna a la entonces ministra de Comunicación –hoy Canciller–, Delcy Rodríguez, al Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, y al presidente de la Asamblea Nacional y número dosdel chavismo, Diosdado Cabello. “Ella pidió disculpas si había ofendido la memoria del hijo fallecido”, defiende Marisol. Puntualiza a cada rato que no está tipificado el delito de opinión y mucho menos de un modo que amerite la privativa de libertad.
Según la justicia venezolana, sólo se puede tener retenido durante 45 días a alguien sin condena, a menos que la Fiscalía pase el caso a juicio. En el día 44 de reclusión, el 20 de noviembre, llegó la boleta de excarcelación de Inés González. Pero no salió del Helicoide. Sus abogados de entonces, de la organización no gubernamental Foro Penal Venezolano (FPV), plantearon el correspondiente habeas corpus. El lunes 24 tenía que presentarse ante tribunales, pero seguía retenida. “No pudo ir y dictaron un auto de detención contra ella estando detenida. Es un exabrupto judicial que solo pasa en Venezuela”.