JC4

02/07/2015

Entre sus inagotables defectos de carácter, indiscutibles limitaciones intelectuales e intentos de manipular a los desorientados, Nicolás Maduro es una estrella en el dominio, con gran pericia, de la semántica parda como medio masivo de confusión.

En ese discurso de incongruencias, insultos y conspiraciones, a menudo condena a los compatriotas en la diáspora, especialmente a la comunidad radicada en el sur de Florida, como una fuente de todos sus males. Asediado por las fuerzas de la verdad, por la conciencia de los que piensan, exigió esta semana la difusión de los rostros de los “venezolanos de Miami” que son un faro brillante de esperanza, cuya luz ilumina ese mar tempestuoso que es su gobierno.

Estimado Sr. Maduro: para ayudarle a esclarecer la identidad de los “venezolanos de Miami”, he aquí una reveladora lista que espero también difunda en cadena obligatoria de radio y televisión:

Los que sufren…

Estos son los venezolanos que desayunan, almuerzan y cenan con un acerbo quebranto por el caos reinante en su patria sumida en el horror. Son los que no dejan de digerir, obsesionados, noticias sobre su país y compartirlas en las redes sociales con temblorosos dedos adheridos a teclados ahogados en llanto. Son aquellos que se sienten desarraigados y en un ambiente ajeno, incomprendidos y aislados; personas que, por el costo de la libertad y la seguridad, pagaron con una desgarradora separación de sus familias, vecindarios y paisajes.

Los que añoran…

Estos son los venezolanos avasallados por un amor nostálgico que recrea evocaciones de un terruño único y siempre vivo que cesó de existir. Son los que descorren las páginas de los álbumes de fotos como un manuscrito de la historia antigua; los que incesantemente se acunan en el seno maternal, volviendo al reposo anhelado. Son aquellos arropados en el perfume de los Andes; henchidos de ventura en las turquesas aguas del Caribe; sosegados por una dulce brisa en la radiante Guayana. Ante la destrucción espiritual, se embriagan con el vino de los sueños.

Los que superan…

Estos son los venezolanos que deben renacer de las cenizas del pretérito; los que abandonaron la comodidad de la clase media para recomenzar de cero y con orgullo fregando pisos, aparcando vehículos, lavando platos, cargando maletas; los que aprenden inglés, los que se esmeran por encajar en una cultura diferente, los que con dificultad mantienen a flote a sus familias. Son personas que no temen a los desafíos, no desoyen las voces del progreso ni se niegan a que sus hermanos les extiendan ambas manos con caridad fraterna.

Los que triunfan…

Estos son los venezolanos talentosos y emprendedores que por noches enteras se desvelaron en la placentera compañía de áridos textos de estudio; los científicos, los humanistas, los economistas, los artistas, los médicos, los estadistas que ayudaron a Venezuela a encumbrarse en el siglo XX como uno de los más avanzados países de Latinoamérica. Ahora, han trasladado sus cerebros y afanes en busca de crecimiento y oportunidades. Son individuos que se incorporan y destacan en sus ámbitos; profesionales que a veces para continuar ejerciendo sus carreras regresan a las aulas universitarias.

Los que luchan…

Estos son los venezolanos que no se desentienden de los destinos patrios; aquellos que denuncian la violación de los derechos humanos, las vendettas, las injusticias y la delincuencia auspiciada por el gobierno. Son aquellos que viajan a crear conciencia en Washington o alertan a los organismos multilaterales sobre peligros inminentes. Algunos fueron perseguidos por diferencias políticas, otros despedidos injustificablemente o expropiados de sus negocios. Comunicadores defienden de perjurios a colegas amordazados y velan por las almas en peligro con la afilada espada de la pluma.

Los que atesoran…

Estos son los venezolanos que preservan identidad, costumbres y cultura en un cofre de oro colmado, hasta los bordes, de piedras preciosas. Son aquellos que degustan arepas, pabellón y hallacas; celebran las manifestaciones folclóricas de sus pueblos; leen las elocuentes letras de ilustres coterráneos; aúpan a sus equipos favoritos de la Liga de Béisbol; respetan al prójimo sin odios de clase; reciben el Año Nuevo al ritmo del joropo llanero. No se desprenden de lo que es suyo… del alma de un pueblo que en Miami o cualquier otro rincón del orbe es, por encima de todo, ¡VENEZOLANA!

DANIEL SHOER ROTH

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