Venezuela Awareness
Alberto Reverón (Foto VAF)

22 de Enero 2014.-

Venezuela Awareness
Alberto Reverón (Foto VAF)

Cualquier país que sufra dictaduras, de cualquier tipo, sabe muy bien que el sistema de segregación está latente dentro de los organismos del estado, para oprimir a los ciudadanos y hacer que estos dependan cada vez más del mismo gobierno que los subyuga. La lista de ejemplos en el mundo, sobre la segregación ciudadana sería felizmente terminable; si las sociedades hubieran aprendido del pasado tormentoso donde las guerras y tiranías predominaban, pero lamentablemente dicha lista es interminable, puesto que en plena era moderna, las guerras y las dictaduras continúan, aunque de una manera diferente a las pasadas, ya que los gobiernos que las ocasionan se sirven de una aparente legitimidad para dar la impresión de que sus actos y la manera en cómo llegaron al poder es respaldada por la nación que dirigen. Aunque siempre plagado de entredichos electorales y poca fiabilidad judicial. Pese a esto los gobiernos que logran instaurar sus sistemas poco o nada democráticos, comienzan una segregación, donde se margina no solamente a sus oponentes sino al ciudadano común, violando los derechos civiles de cada persona.

El recurrente sueño dorado de todo dictador es, una vez llegado al poder, ejecutar cualquier tipo de acción donde pueda hacer lo que quiera sin tener que pasar por ningún trámite burocrático, es decir autonomía para gobernar pero sin separación de poderes que lo controlen. Para ello debe acabar con sus oponentes políticos, la forma de hacerlo suele ser de dos maneras. La primera es electoral, aunque al no haber independencia de poderes siempre gana el gobernante, y la segunda es la más cruel donde la cárcel, el exilio o las desapariciones son un recurrente tema dentro de un ensordecedor silencio. Nada difícil cuando se tiene complicidad interna dentro de las diferentes instituciones quienes por simpatía real, oportunismo económico o miedo a represalias se convierten en fervientes colaboracionistas de las tiranías. Pero quienes están de lado de la democracia, y la ejerce la persona común en su actuar diario, puede ser una hojilla de doble filo para los gobernantes. Por una parte, las dictaduras se relajan un poco más por saber que no tienen que enfrentarse a una institución ya constituida, ya que se disuelve por sí sola al no tener una estructura propia, pero por otra parte al no estar constituida suele ser difícil destruirla al no saber cómo son sus estrategias ni su organización. En este último caso, es donde los gobiernos totalitarios se enfocan más, para iniciar su sistema de violación a los derechos civiles.

La tarea es muy simple, hacer una lista donde se tienen a los amigos y enemigos. No hay término medio, ya que estas personas usan el tan genocida refrán de “Se está conmigo o en mi contra” De modo pues, que al separar las dos corrientes se sabe quién es quién. Si la persona está a favor del gobierno podrá tener acceso a la educación, la cual suele llevar una carga de abrumadora ideología. Puede tener servicios tan básicos como agua y electricidad, podrá expedir documentos de identidad, y claro está, será libre de asociarse y participar dentro de las agrupaciones del gobierno y manifestar su opinión pública, siempre y cuando este bajo la mirada vigilante del todo poderoso estado central. En los países donde esto ocurre el grado de auto humillación es tal, que solo se realiza por el simple hecho de poder comer una o dos veces al día, situación que demuestra el fracaso de todas las dictaduras, aunque hayan llegado al poder por medios electorales. Pero muy al contrario, es cuando la persona, el ciudadano común no manifiesta ni simple apoyo al gobierno. En esos casos las personas se encuentran en la lista negra, donde ni ellos ni sus familiares pueden tener el derecho a la educación, no pueden expedir documentos de identidad, de modo que no existen. Soberano hecho, es solo comparable a los actos de terrorismos más genocidas del mundo, ya que se está matando a una persona dejándolo vivir, como cual zombi. Sobre decir que tampoco tienen derechos a trabajos y salarios justo, en caso de que logran conseguir alguno. La prohibición de libertad en expresar sus pensamientos, se paga con un alto precio equivalente a la vida. No se puede integrar alguna agrupación, porque por más que esta sea legal, siempre las amenazas del gobierno sobre aceptar a tal persona, son un fuerte motivo para su rechazo.

Situación desoladora, de allí es que se debe denunciar y seguir en la constante lucha por las libertades individuales; la cual permite que cada persona sea respetada independientemente de ser una minoría real. No es una tarea fácil, nunca lo ha sido y tampoco lo será. El contradecirlo sería apoyar indirectamente a quienes subyugan las libertades. Sin embargo, así como los dictadores usan los medios modernos para imponer sus estilos de gobernar, también los ciudadanos comunes deben usar las mismas herramientas para promover las libertades y restaurar la democracia. No es cuestión de compasión, ni de esconderse a escribir en un documento los hechos que ocurren, con la esperanza de que en un futuro incierto, alguien o algo inesperado harán que pase la maldad y se pueda publicar los escritos que evidencian las torturas de las tiranías. Es cuestión de tener una sindéresis emocional, como templanza mental donde se pueda ejercer los derechos civiles, con miras a que cada acción, por más separada que pueda estar, en el espacio más no en el tiempo, pueda dar ese granito de arena, que al final se transforme en la montaña de fe, que se mueve para abrir las puertas a la luz de la verdad que ilumina la justicia y la reconciliación. El hacer nada fácil, pero no imposible, solo la voluntad e imaginación pueden ser el motor para obtener la libertad sobre las violaciones a los derechos.

Alberto Pérez Reverón

Periodista venezolano promoción 2013 y activista de los DDHH

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