110 mujeres han sido asesinadas por sus parejas en lo que va de año solo en Caracas. Pese a tener una ley muy completa, la realidad indica que falta mucho por hacer contra la violencia de género. Por Oscar Medina

imageRotate
Foto Gleybert Asencio
EL UNIVERSAL
domingo 20 de octubre de 2013  
Hay un aroma dulce aquí. Algo que flota desde la cocina. Pero la escena es amarga. Y es así: tres mujeres sentadas en un banco. Dos miran y escuchan con atención a la que está en el medio. Llora. Señala partes de su cuerpo. Se levanta la ropa: hematomas, rasguños. “Me pegó por aquí. Y por aquí. Todo esto me lo hizo él”. Enseña un costado, muestra el otro. Es un momento delicado. Es el momento que podría evitarle otra paliza, la última, la definitiva.

Lo que está haciendo es pedir ayuda. Tocar esta puerta es el primer paso. Alguien la trajo, quizás algún papel sellado la encaminó hasta aquí. Y ahora está contando su drama ante el personal de este lugar donde pueden recibirla, darle refugio y enseñarle a romper el ciclo de la violencia. A ser otra. A dejar de ser víctima. Como ya dejó de serlo Maritza.

Hace ocho meses que Maritza está aquí. Los primeros días los pasó muda. Vacía. Extraviada. Ahora te mira de frente. Los ojos le brillan y puedes notar cierta dosis de orgullo.

Es eso: como si se sintiera orgullosa de poder contar su historia sin que se le quiebre la voz. “Vine porque era violentada por mi ex pareja”, dice: “Sufrí muchos golpes cuando decidí separarme de él”. Maritza tiene familia, pero no puede estar con ellos. El hombre que la agredió está libre. Antes de huir le aseguró que la mataría. Y ella sabe que lo hará. Primero la golpeó. Otro día la roció con combustible y le prendió fuego: “Me quemó. El cabello, el brazo, el cuello. Ahí fue cuando pedí ayuda a la gobernación”. Pero igual, no hay protección suficiente: volvió, la abordó en la calle y la agredió. Tenía que salir de ahí. Tenía que dejar su casa: cargar con sus tres hijos y dejar su hogar.

“Me habían hablado del 0800-Mujeres. Llamé y me informaron de este lugar. Ese mismo día me vine a Caracas y me recogieron en el terminal de autobuses. Yo tenía miedo de venir, de cómo vivirían mis hijos aquí. Todas las noches lloraba. Yo estaba acostumbrada a mi encierro, pero los niños no. Estaba muy perturbada. Un día se me acercó la señora Sandra, me dijo que me tranquilizara, que iba a estar bien y que me iban a ayudar. Y así fue”.

Romper el ciclo

Sandra es Sandra Krygier, una de las fundadoras de la Fundación Amigos del Niño que Amerita Protección, Fundana, creada en agosto de 1991 con el objetivo -entre otros- de dar refugio a niños en situación de abandono. Sostenida gracias a aportes de la empresa privada y al apoyo de profesionales y voluntarios, Fundana ha desarrollado a lo largo de este tiempo diferentes programas siempre dentro de esta línea de atención a niños y a familias. Uno de ellos es el Centro de Formación Angel de la Guarda: “La situación de violencia en el país ha hecho que durante los últimos años hallamos recibido cada vez más niños huérfanos. En muchos casos se trata de niños abandonados porque la madre ha sido asesinada por el padre”, explica Krygier.

Mientras se preguntaban qué podían hacer, los casos aumentaban. Hasta que ocurrió ese que operó como disparador de una decisión. Cuatro niños. Un padre con orden de alejarse de ellos y de la madre. Es de noche. Es una casa humilde. Muy humilde. Ella y los niños duermen en la misma cama. El hombre se cuela por la ventana: “Y con los niños allí, la mata a cuchillazos y se va. Desaparece. Y nos caen entonces esos cuatro niños”.

Montar el Centro de Formación Angel de la Guarda fue lo que decidieron: “Esto lo hicimos con la idea de darle protección a las mujeres que viven situaciones de violencia. Esta casa está hecha para romper con el ciclo de la violencia. Aquí ellas y sus hijos reciben atención, apoyo legal y médico, tratamiento psicológico y hasta pueden aprender oficios que les permitan romper con el marco de dependencia de la pareja agresora”, explica: “Este es un centro para prepararlas y reinsertarlas en la sociedad empoderadas”.

Con los recursos que puede obtener por vía de la ayuda privada, el refugio recibe a mujeres que en su mayoría llegan remitidas por el Ministerio Público o por tribunales. En principio, aquí encuentran apoyo y asesoría hasta que solucionen su situación de emergencia. Hasta que estén listas para afrontar sus realidades pero esta vez con herramientas, con perspectivas diferentes.

Hace unos 14 años que la psicóloga María Alejandra Ramírez trabaja el tema de la violencia de género. Incluso da clases en la Escuela de Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo. También forma parte del equipo del centro a donde “llegan mujeres muy afectadas como consecuencia del maltrato. Afectadas en lo psicológico y en lo físico”.

El problema, se sabe, es de raíz profunda: las diferencias biológicas entre hombre y mujer -explica Ramírez- terminan por ser asumidas socialmente como determinantes de ciertos roles y concepciones de lo que “debe” ser un hombre y lo que “debe ser una mujer. “Y se generan diferencias de poder que dejan a la mujer en una posición vulnerable”.

El ciclo de la violencia no para su rutina: una fase o momento de tensión, el estallido (la agresión) y la falsa luna de miel (la reconciliación). Una y otra vez. Y siempre peor. “Solo se acaba si se interviene o se aparta a la persona que genera la violencia”. Pero la violencia de género ya está “naturalizada”, forma parte de la cotidianidad, de lo que se supone que se supone es la relación “normal”: “El me cela mucho y no me deja salir porque me quiere”.

La Ley orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, publicada en Gaceta en el año 2007, especifica 19 acciones consideradas como violencia. ¿Cuántas mujeres las conocen?

Más refugios, más información

No están claras las estadísticas del problema en Venezuela. Lilia Arvelo, directora ejecutiva del Instituto Metropolitano de la Mujer, cita un estimado alarmante: “Cada 10 días hay una mujer asesinada por su pareja en Venezuela”. Y asegura que ese dato podría quedarse corto en este momento. “La situación es grave. En el instituto tenemos un registro de más de 110 casos de asesinatos de mujeres por violencia de género nada más en el Area Metropolitana de Caracas en lo que va de año”.

Arvelo se enfoca en la falta de información. Según ella un altísimo porcentaje de las venezolanas desconoce sus derechos: “Una de nuestras funciones es divulgar el contenido de la ley, incluso entre abogados donde hemos detectado fallas. El de la violencia es un problema de educación. En Inmemujer hacemos talleres y un trabajo de divulgación y hasta de formación y capacitación de mujeres para que ellas se conviertan en divulgadoras. Damos talleres para cuerpos policiales y hasta empresas privadas. Pero este asunto debe tratarse desde la misma escuela, desde el colegio. Prevenir la violencia de género, convivir, es más importante que aprender matemáticas. Y eso ha sido olvidado”.

La Ley, reconoce, tiene enormes virtudes. Pero falla en su ejecución. Por ejemplo: los refugios. “Si hubiese más casas de abrigo las mujeres víctimas tendrían albergue, pero eso -que está en la ley- no se cumple. En cada municipio debería haber una casa de abrigo”.

El Centro de Formación Angel de la Guarda es el único plenamente activo en este momento. Al menos con sus características. Y es una iniciativa privada. Es un sitio discreto, de acceso restringido y sobre el cual no se puede dar más señas que los teléfonos de contacto: 0424 122.64.50 y el 0800-Mujeres.

Por gente como la pareja de Carmen es que no se puede divulgar abiertamente la dirección del centro. Hace una semana que ella está aquí. No llega a los 30 años pero la juventud la dejó en otro lugar: uno en el que vivió con un hombre agresivo, un tipo que amenazó con matarla a ella, a sus dos hijos y hasta a su familia si lo dejaba. Un tipo con una madre y unas hermanas que vieron todo esto como algo normal. Un tipo que comenzó maltratándola de forma verbal y sin mucho trámite pasó a los golpes. Un tipo que le pegaba aun estando embarazada. Un macho criollo que la dejó literalmente ciega a golpes: “Perdí mi vista a causa del maltrato”.

Un tipo que la mantuvo encerrada: “Mis hijos y yo pasamos prácticamente tres años secuestrados. Los niños nunca fueron a la escuela”.

Un tipo, en fin, peligroso. Un valiente maltratador de mujeres.

Lo mismo que el novio de esta niña de 18 años que mientras cuenta su historia parece estar hablando de una película. O de otra gente que no es ella. Apenas lleva mes y medio en el centro y cuando la tienes al frente, con esa extraña sonrisa que no es feliz pero que no se le borra, genera una incómoda sensación de irrealidad: “Mi esposo me pegó. También le pegó al bebé de seis meses. Después me estaba ahorcando, me quería matar, pero vio que el bebé se estaba cayendo y me soltó”.

“Anteriormente me había golpeado muy feo. Esa primera vez no lo denuncié. Me daba miedo. Y mi mamá no me iba a aceptar en la casa con una barriga”. Después del intento de ahorcarla sí fue a la policía: “Se lo llevaron preso, pero pagó para que lo soltaran y entró en la casa y me golpeó otra vez y quería que le entregara al niño. El dice que me va a matar”.

Ese es otro que no debe acercarse a este refugio, para que siga siendo lo que es, según las palabras suaves de Maritza, quien obviamente no se llama Maritza: “Esta sí es una ayuda de verdad. Las mujeres deben saber que sí existe ayuda. Angel de la Guarda es de verdad”.