domingo 08 de abril, 2012
La polarización política desterró de la memoria a 19 víctimas de los sucesos de abril. Al no encontrar justicia en suelo venezolano, sus historias forman parte de los expedientes de la CIDH.
La intolerancia política y el radicalismo que se ha impuesto en la sociedad venezolana han dejado enterrado un episodio que marcó y cambió las vidas de cientos de familias venezolanas. En especial, 19 de ellas, que al final de las horas críticas del 11 de abril de 2002, en medio de la noche y de una ciudad acechada, tuvieron que salir de sus hogares para buscar a sus muertos.
Algunos debieron recorrer cientos de kilómetros desde ciudades lejanas, otros portando en sus memorias la sola imagen televisiva de un cuerpo en el pavimento o cubierto con la bandera tricolor. Algunos buscaron entre los cientos de heridos dispuestos en hospitales, otros directamente a la temible morgue de Bello Monte a verificar lo que sería un mal presentimiento. Son los olvidados del 11 de abril. Son los que nunca recibieron justicia y sobre cuyos cuerpos desterrados de la memoria se ha pretendido construir una épica imaginaria que corre en paralelo.
De las 19 víctimas ninguno recibió justicia. La política se impuso sobre las instituciones para solo ocuparse de dos expedientes: el de Erasmo Sánchez y Rudy Urbano Duque. Ambos casos permitieron al Gobierno sentenciar a 9 efectivos de la Policía Metropolitana y a tres comisarios que dirigían ese cuerpo. Nunca se presentaron pruebas que demostraran la autoría de quienes fueron sentenciados. Pero políticamente sirvió para construir una historia donde las muertes del 11 de abril tuvieron sus autores, aunque más que responsables fueron los “culpables necesarios”.
Las historias de las víctimas dicen mucho de lo que en realidad se ocultó al negar el Gobierno que en esos episodios actuara una “Comisión de la Verdad” que investigara los casos de asesinatos, como un ente distante al conflicto que vivían los venezolanos.
Las zonas de conflicto
Al no existir un cuerpo de investigaciones que tras los hechos del 11 de abril asumiese su responsabilidad en el levantamiento de los cuerpos de las víctimas y las investigaciones fuera del enfrentamiento político, muchas pruebas desaparecieron o se alteraron y el resguardo de ellas se extravió entre los mecanismos de un poder alterado.
Mientras caían los muertos y el poder cambiaba de manos en las siguientes 24 horas, los cuerpos de investigaciones y los tribunales hacían lo propio impidiendo que la justicia ocupara su lugar. Sin embargo se identificaron cuatro zonas de conflicto, de las cuales, en tres hubo muertes lamentables.
Esquina de Solís y Marcos Parra
Cuando la manifestación opositora llegó al viaducto Nueva República para conectar con Miraflores se topó con un cordón de la GN que les impidió el paso. Muchos de ellos retrocedieron para buscar una nueva ruta hacia Miraflores, lo que provocó que la gran masa que venía desde la avenida Bolívar y otras arterias se concentrara en la plaza Oleary, el Calvario y liceo Fermín Toro.
Un brazo de la marcha buscó abrirse camino por las esquinas de Marcos Parra y Solís para meterse a la avenida Baralt. Allí había un cordón de la GN que les impedía el paso.
En este punto murieron tres manifestantes que venían en la marcha opositora. Juan David Querales, Víctor Reinoso y Jhonny Palencia.
Juan David Querales recibió un disparo de fusil le perforó la pierna. De 25 años de edad, el joven Querales no había pensado ir a la marcha ese día, pero el ver a tanta gente marchando lo entusiasmó. Nada sabía de conspiraciones, de golpes de Estado. Aspiraba a entrar en la Facultad de Ingeniería. Ese día se despidió de sus hermanas sin saber que sería el último se su vida. Al llegar al Calvario se sentó en las escalinatas a descansar cuando se formó la nube de gases y disparos, en la corredera intentó auxiliar a una joven cuando recibió el disparo. Nadie lo pudo auxiliar y allí se desangró. Su hermana Yanfri se ocupaba de su caso. Al no encontrar respuesta en la justicia venezolana se anexó en la demanda ante la CIDH de la OEA. El Gobierno le ofreció dádivas si desistía pero ella se negó. Recibió presiones y amenazas que la llevaron a pedir asilo político y hoy se encuentra como refugiada en España.
Jonny Palencia perteneció a Bandera Roja. Vivía en Ocumare del Tuy y había ido con un grupo de amigos para participar el la marcha opositora. Con toda su gente llegó hasta el Liceo Fermín Toro, pero en un momento del camino se detuvo junto a uno de sus compañeros para compartir una fruta. En ese momento comenzaron las bombas y los disparos. El grupo de amigos se dispersó entre la multitud. Fue la última vez que lo vieron con vida. Un proyectil le entró por el mentón y le fracturó el cráneo, su cuerpo permaneció hasta el día siguiente a las puertas de la estación del Metro. Dos días después su madre lo reconoció en la morgue. Tenía 30 años de edad y era el sostén de su familia. Su madre, Catalina Palencia ha llevado su caso ante instancias internacionales.
Víctor Reinoso al día siguiente del 11A debía viajar a República Dominicana en donde tenía familia. Había dicho que primero dejaría de salir el sol antes de dejar de asistir a la marcha del 11A. Reinoso de 29 años de edad tenía una hija pequeña. El disparo que le perforó la médula espinal lo mató en el acto y de allí fue llevado directo a la morgue. Después de 10 años reposa su expediente identificado con el número G-136.002.
En la avenida Baralt
En este sector fallecieron 11 personas a lo largos de 5 cuadras hasta Puente Llaguno que es la rampa que pasa por encima de la Baralt.
En puente Llaguno se habían apostado líderes de los círculos bolivarianos. Algunos de ellos estaban armados y llevaban hasta tres días prevenidos a efecto de no dejar subir manifestaciones opositoras hasta Miraflores. Varios pistoleros se apostaron a lo largo de la avenida y desde kioscos y árboles dispararon hacia la manifestación que venía desde la zona sur.
Uno de los primeros caer fue el fotógrafo Jorge Tortoza, quien había estado todo el día cubriendo los conflictos e varias zonas del país. Muy apreciado en el gremio periodístico, Tortoza murió de un disparo en la cabeza proveniente de la zona norte de la avenida.
Allí también muere Jesús Orlando Arellano de 34 años de edad con una bala en el pecho. Su imagen quedó grabada en un video de Venevisión cuando es impactado. Al fondo de la escena se observa un pistolero encapuchado detrás de un árbol cuando hace el disparo, al lado del pistolero se encontraban grupos de oficialistas. El último adiós de se lo dieron cientos de amigos en La Fría, Estado Táchira, su pueblo de origen, con franelas con su foto y su nombre.
Un poco más arriba otro grupo de pistoleros disparaba resguardados por un kiosco, mientras en la esquina de Muñoz, otro oficialista, Amilcar Carvajal acciona su 9 mm en dirección a la marcha opositora.
Alexis Bordones también murió en esa zona. Hombre de familia, 53 años, había votado por Chávez pero se decepcionó al poco tiempo. Había viajado desde Valencia a conocer a su nieta. Ese día se puso sus zapatos deportivos y su familia no lo volvió a ver sino por televisión con una bala en la cabeza: “‘El templo de la verdad no se construye con bases de mentira”, dejó escrito ese día en su poemario. Para su familia él representa, en la medida de su fe premonitoria, a todos los que murieron ese día.
Otros abatidos en esa zona fueron, Antonio Gamallo Jesús Mohamad Espinoza, Orlando Rojas y Angel Luis Figueroa quienes venían en la marcha opositora.
A José Antonio Gamallo, de 45 años, lo dieron por muerto en el hospital Vargas. Pero en algún momento notaron que sus signos vitales respondían y lo llevaron al quirófano. Murió en Galicia 4 meses después del 11 de abril.
Jesús Mohamad Espinoza, de 18 años de edad, hijo de Mohamad Merhi, quien a causa de la muerte de su hijo se dedicó a sustanciar varias de esas muertes ante la CIDH a través de la Fundación VIVE, murió de un disparo proveniente de Puente Llaguno cuando se encontraba detrás de la Ballena. El testimonio lo dio un amigo quien lo acompañaba, Andrés Trujillo, quien al tratar de auxiliarlo recibió un balazo en la cadera. Su muerte ocurrío a las 3 y 45 aproximadamente.
Caen dos oficialistas
Dos casos emblemáticos correspondieron a Rudy Urbano Duque y Erasmo Sánchez.
Urbano Duque, quien recientemente había salido de prisión, se encontraba a unos metros de Llaguno en la avenida Baralt. Fue abatido por un disparo de fusil que presumiblemente provino del Hotel Eden, de acuerdo a la dirección y altura de la trayectoria del proyectil.
Erasmo Sánchez recibió un disparo que le ingresó por el ojo derecho en sentido descendente, de arriba hacia abajo. Se encontraba acostado en el puente. Al igual que Urbano Duque, el disparo provino del hotel Eden de acuerdo a la trayectoria balística que se registró.
Ambas muertes fueron utilizadas para sentenciar a 9 policías de la PM y a los tres comisarios, pese a que la PM se encontraba en un plano más debajo a las víctimas. La experticias practicadas a las armas de la PM demostraron que ninguna de ellas estuvo involucrada en esas muertes. En esa zona también murieron otros dos oficialistas. Cesar Matías y Pedro Linares.
En Miraflores
Allí se producen tres muertes: Luis Alberto Caro, Luis Alfonso Monsalve y Eliécer Zambrano. Las autoridades intentaron culpar a supuestos francotiradores que estarían en el Hotel Ausonia al diagonal a Miraflores. Tratándose de un zona de seguridad y el hecho que toda ella estaba tomada por la Casa Militar, pareciera imposible que allí se instalara algún francotirador de las filas opositoras. Los informes emanados de la Casa Militar desmienten esa versión y ratifican que ese hotel estuvo tomado por los militares desde las dos de la tarde. Sin embargo en esa zona, donde el oficialismo había instalado hasta una tarima resultaron tres muertos y unos 30 heridos por disparos.