Caracas, domingo 18 de junio, 2006
Nacional y Política
A Guerrero Galucci, miembro del comité de víctimas de Guárico, casi la matan pero sobrevivió para seguir acusando. su dedo apunta al gobernador y a la policía regionalOSCAR MEDINA

EL UNIVERSAL

El maxilar inferior está reconstruido y sujeto con alambres. Apenas una semana atrás no lograba abrir la boca. Pero ahora que ya puede hablar no parece haber manera de callarla: María del Rosario Guerrero Galucci hace rato que sostiene una pública pulseada con el gobernador de Guárico, Eduardo Manuitt, y con los cuerpos policiales de esa región de la que, por ahora, debe permanecer alejada.El 21 de abril recibió cuatro impactos de bala y casi se puede decir que la muerte no quiso recibirla. Escupiendo sangre y pedazos de hueso pudo acusar a tres de los cuatro agentes que participaron en el atentado contra ella y su ex pareja, Adolfo Martínez Barrios. Y no tiene dudas sobre quién ordenó la ejecución. Pero no tiene pruebas contundentes, sólo su versión: “El tipo, sonriendo, nos dijo: ese fue el regalito que les mandó Manuitt”.

El primer proyectil del revolver 38 de cañón corto entró por el tórax. Le perforó el pulmón derecho, el hígado y el esófago. El segundo disparo apuntó también al pecho, pero el instinto le hizo moverse y anteponer el brazo derecho: el plomo pasó quemando entre el cúbito y el radio.

A la tercera, el verdugo buscó el rostro. Otro movimiento afortunado hizo que el impacto ocurriera cerca de la mejilla: los premolares desviaron el proyectil hacia la mandíbula, destrozándola y dejando fragmentos de plomo casi imposibles de remover. El cuarto disparo vino más tarde.

Las otras tres balas del revólver fueron disparadas antes contra su ex pareja y socio, Adolfo Martínez Barrios. Una perforó un pulmón, el hígado y le destruyó el bazo y la vesícula. Otra le rompió los huesos del codo izquierdo. Y la tercera entró por el muslo izquierdo hasta el fémur.

Cuando de la casa salió la enfermera que cuida a la nana de María del Rosario, gritando aterrorizada por la situación, el pistolero ya había descargado el revólver. El agente de la Brigada de Intervención y Apoyo de PoliGuárico, Juan José Hernández Laya _imputado_ quizás creyó que el trabajo estaba hecho y volvió sobre sus pasos, bajando hasta la entrada de la finca La Quinta (residencia de Guerrero Galucci), donde le esperaba un Fiat Palio listo para arrancar por la carretera entre El Socorro y Santa María de Ipire.

¿Coincidencia?

La Quinta es la finca familiar de 2.000 hectáreas a la que hace 20 años se fue María del Rosario _hoy de 43_ dejando atrás sus estudios de Derecho en Caracas. Según ella, de esa propiedad se “encaprichó” Eduardo Manuitt, a quien dice conocer desde los tiempos en que le apoyó durante la campaña por la gobernación.

A principios de 2001 recibió la visita de un supuesto intermediario con una oferta y una advertencia: que lo mejor era vender el hato. Días más tarde empezó el espiral: “me hicieron un allanamiento con una orden que en realidad era para otra finca, tenían unos testigos que estaban borrachos y como me quejé me llevaron detenida. Pasé dos noches incomunicada en el Cicpc de Valle de la Pascua. Cuando pude hablar con un fiscal ordenó mi libertad de inmediato. A mi papá, lo mantuvieron tres días esposado a una cama en la casa, me desvalijaron un tractor, robaron todas mis prendas, hicieron desastres”.

Y al soltarla accionaron el disparador: “Me pidieron 30 millones de bolívares bajo amenaza de que me iban a destruir públicamente. No se los di y ahí empezaron a sacar en los periódicos unas gandolas y vehículos robados diciendo que los habían recuperado en mi finca. Y con esa misma orden de allanamiento mal hecha y ya usada, penetraron ocho veces más en las propiedades de mi grupo familiar”.

En lugar de quedarse quieta y amedrentada, Guerrero Galucci llegó a Caracas a presentar denuncias en la Fiscalía, Miraflores, la Defensoría del Pueblo, la Asamblea Nacional y el Cicpc: “Los funcionarios decían que estaban actuando por órdenes del gobernador, así que esa fue la primera denuncia contra Manuitt”.

En agosto de 2001, a solicitud de la Fiscalía, un tribunal de control le otorgó medida de protección tanto a ella como a Adolfo Martínez Barrios. Y a cada nueva agresión denunciada, recibían otra orden de protección y custodia. Hasta que las cosas se pusieron realmente feas.

Cuenta Guerrero Galucci que en marzo de 2004 ella, Martínez Barrios y el menor hijo de éste fueron “secuestrados por un grupo de la policía durante dos días”. Que los iban a matar, les decían, pero finalmente acordaron un pago y la llevaron a un banco a retirar 25 millones de bolívares.

En diciembre de ese mismo año quisieron más: “El policía Yorman López _junto con tres acompañantes_ nos pidió 5 millones de bolívares, porque ellos tenían instrucciones de matarnos. Les dije que me dieran tiempo para conseguir el dinero”. Pudieron llegar a Anzoátegui y contactaron al Grupo Antiextorsión y Secuestros de la Guardia Nacional, comandado en ese momento por el coronel Pedro Brandt Peña. Y ahí se montó el operativo: en conjunto con la Fiscalía lograron, el 11 de diciembre, la captura en flagrancia del agente Yorman López, el inspector jefe Rando Borges y los inspectores Angel Arriechi y Francisco Martínez, todos de la BIA. Los cuatro quedaron en libertad por un “error” en la audiencia de presentación.

El pasado 20 de abril, un día antes del atentado, la Sala Penal del Tribunal Supremo ordenó la realización de una nueva audiencia de presentación de estos policías ante un tribunal de control de Guárico para decidir si procede el juicio por este caso de extorsión.

 

Sobreviviendo

El pistolero no contaba con el milagro. Con todo y los balazos, arrancaron en el Aveo propiedad de ella para tratar de conseguir atención médica en El Socorro. Pero en la vía se toparon con el Fiat.

Dice Guerrero Galucci que allí fue cuando pudo ver a los acompañantes: “Yorman López estaba sentado detrás del piloto. Con la culata de una escopeta rompió el vidrio trasero y comenzó a disparar. Adolfo clavó los frenos, pero ellos también se pararon. Por un lado salió Yorman y por el otro el comisario Wilfredo Febres y nos dispararon. Ahí recibí el cuarto impacto, también en el tórax. Arrancamos como pudimos y ellos se vienen atrás, pero como mi carro es nuevo pudimos sacar ventaja y nos metimos en un potrero que gracias a Dios tenía la cerca abierta y ellos no nos vieron y siguieron de largo”.

Ya rumbo a El Socorro, Adolfo no pudo más y se atravesaron en la carretera, hasta que un conocido los llevó a la medicatura del pueblo: “Ahí comenzó otro viacrucis”.

Mal atendidos, desangrándose, tuvieron que esperar casi dos horas hasta que llegara una ambulancia para trasladarlos a Valle de la Pascua, donde los estarían esperando en la Clínica de Los Llanos, gracias a una llamada que pudieron hacer al doctor Moisés Díaz Zamora. Otra llamada fue por previsión: a una amiga de María del Rosario para que esperara en la clínica.

“La ambulancia nos ruleteó. No sé cómo pero yo estaba alerta, no perdí el conocimiento. Por fin agarró la vía y a mitad de camino, inexplicablemente, se detuvo. El chofer y el ayudante se bajaron y abrieron las puertas. Vimos que había tres carros parados detrás de la ambulancia y Adolfo reaccionó y tuvo la ocurrencia de gritar que ahí venían mi tío y mis primos y gritaba que siguieran hasta la clínica, que estábamos vivos. Los dos tipos se miraron las caras y no les quedó más remedio que arrancar. Pero no nos quisieron llevar a la clínica sino al Centro Médico Diagnóstico”.

Como el tiempo pasaba y no llegaban, su amiga y su hermana fueron hasta ese centro hospitalario a ver si los encontraban allí. Sólo insistiendo y buscando una puerta sin vigilancia, pudieron entrar. “Pero ni nos atendían ni nos querían dejar salir, nos dejaban ahí desangrándonos. Hasta que mi hermana nos sacó casi a la fuerza y buscó otra ambulancia que nos llevó a la clínica”.

Hoy, luego de ser trasladada de emergencia a Caracas y tras una intervención quirúrgica de 12 horas, María del Rosario se recupera escondida, pero con ganas de seguir sus estudios de Derecho para trabajar con mejor preparación en el comité de víctimas de Guárico, Soldados de Justicia, Paz y Libertad en la Cruzada contra la Impunidad.

El agente de la BIA Juan José Hernández Laya está detenido. Hay orden de captura contra el agente Yorman López. Y se esperan procedimientos contra el comisario Wilfredo Febres, quien gozaba de beneficio de libertad por supuestas razones de salud (fue encarcelado por el homicidio del comerciante español Arturo Hernández, en 2004) y contra José Gregorio Torrealba, también de la BIA, identificado por Guerrero como el chofer del Fiat.

La cuarta bala sigue en su cuerpo, a un milímetro de la aorta.

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