Pasó 72 días recluido en la DIM. sin ropa ni reloj, el coronel Darío Guillemo Faría perdió el sentido de tiempo, no podía distinguir entre el día y la noche

 

FRANCISCO OLIVARES

EL UNIVERSAL

Como todos los días, el coronel del Ejército Darío Guillermo Faría salió a las cinco y quince de aquella mañana del 21 de abril de su residencia ubicada en  El Valle, dentro de las instalaciones de Fuerte Tiuna, viviendas en guarnición, destinadas para los militares en servicio.

Desde el 24 de mayo de 2004 Faría no tenía cargo dentro de la FAN. Era un “sospechoso”, algo común en estos tiempos de revolución, pues, no estaba alineado con el pensamiento revolucionario de Hugo Chávez. Pero lo más complicado en su hoja de servicio es que su hermano, el coronel de la Guardia Nacional Jesús Faría, y un sobrino, el capitán Rafael Angel Faría, estaban imputados por el caso de los paramilitares de la finca Daktari.

De manera que, separado de sus funciones, vigilado y amenazado, su vida trascurría en una rutina familiar que incluía llevar todas las mañanas a sus hijos al colegio.

Pero ese día sería diferente. Al salir del estacionamiento notó que lo estaban siguiendo un vehículo Corsa color gris y un motorizado. Por tal razón se regresó y entró nuevamente a Fuerte Tiuna por la alcabala número 3, siguió hasta la escuela de Infantería, pero tras él continuaban la moto y el vehículo, así que subió hacia la alcabala número 7, en la vía de Cumbres de Curumo.

Al llegar se detuvo y se bajó de su camioneta, se dirigió hacia el Corsa que estacionó tras de él, y le preguntó al conductor por qué lo estaban siguiendo. Este se identificó con el carnet militar: era el capitán del Ejército Terán Hurtado y estaba acompañado de una mujer. El capitán le respondió que la calle era libre y que no lo estaban siguiendo.

El coronel Faría abordó nuevamente su vehículo y se trasladó hacia el colegio, pero los funcionarios continuaron detrás de él. Dejó los niños y se dirigió hacia el Laguito del
Círculo Militar para efectuar los ejercicios que diariamente solía hacer en esa área.

Al llegar frente a la alcabala número 1, ubicada en la avenida Los Próceres, fue interceptado por una comisión de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM) integrada por 4 vehículos y 4 motorizados. Entre ellos, el Corsa que lo venía siguiendo. El mismo capitán que lo había seguido se acercó y le dijo que se trataba de un operativo de la DIM y que la camioneta iba a ser sometida a una requisa, que estaban esperando un fiscal militar.

En el lugar se presentó el teniente (ej) Febres Velazco, quien manifestó ser fiscal militar e informó que el vehículo sería sometido a una requisa.

Faría tomó su celular para llamar a su abogado, pero en el momento en que hacía la llamada le avisaron que había aparecido una bolsa con 9 cartuchos punto 50 y un fusil automático (FAL) completamente desarmado amarrado en el parachoques trasero.

La detención
Fue detenido y trasladado en su camioneta a la Fiscalía Militar. Al día siguiente fue presentado ante el Tribunal Tercero de Control, a cargo de la capitana de corbeta Ciria Venero de Guerrero, quien le dictó auto de detención por los delitos de sustracción de efectos pertenecientes a la FAN, asignándole como sitio de reclusión la sede de la DIM.

En la DIM
Durante los primeros 15 días fue confinado a un calabozo ubicado en el sótano número 1 de la sede de la DIM. El calabozo era de 2 por 2,5 metros, con una reja de hierro hermética al frente, dos lámparas encendidas las 24 horas del día y una cámara de video que grababa permanentemente. Al llegar a la celda fue despojado de los útiles personales y la ropa. Sólo le permitieron quedarse con un pantalón corto que solía usar para hacer sus ejercicios.

Allí quedó recluido, sin reloj. Más tarde perdería también la noción del tiempo transcurrido.

No tenía comunicación con ninguna persona. Los funcionarios custodios tenían prohibido hablar con el preso, por instrucciones del teniente coronel jefe de investigaciones.

Por ser un sótano, allí no llegaba la luz solar, es decir, no se sabía si era de día o de noche, tampoco  había ventilación natural.

Luego de 15 días aproximadamente, fue trasladado a otra celda del mismo sótano, donde tenían 8 calabozos de 2 por 3 metros, con una puerta de hierro y una ventana en la puerta de 30 centímetros. En esa área, igualmente la luz la mantienen encendida las 24 horas, tiene aire acondicionado industrial, el cual se mantiene encendido permanentemente y el ruido del motor es lo único que se escucha. Allí tampoco había luz natural ni ventilación natural. Tampoco le permiteron el uso de reloj, ropa y útiles personales.

A quienes están en ese sótano no se les permite ningún tipo de recreación, no hay televisión ni radio. Para comer hay que hacerlo sentado en el piso o parado porque no hay ni mesas ni sillas. Las necesidades fisiológicas y el baño había que hacerlo a la vista de otros detenidos y vigilado por las cámaras de TV.

Al abogado defensor solamente le permitieron la visita a los 20 días y luego, exclusivamente, los días miércoles.

Allí no existe ningún régimen de visitas. La familia directa (padres-esposa-hijos) es la que puede ingresar y está prohibido el acceso de menores de edad: `Vi 4 veces a mis 3 hijos en 72 días´ comenta Faría. La visita es recibida en un salón de espejos y los familiares son sometidos a un trato vejatorio de requisa.

En los baños no hay espejos y no se permite tener hojillas y máquinas de afeitar, no se permite el ingreso de comidas o refrescos por parte de los familiares.

A los 72 días de encontrarse en la DIM, a raíz de los sucesos de los estudiantes asesinados en el barrio Kennedy, el coronel Faría fue trasladado al Centro Nacional de Procesados Militares de Ramo Verde, ubicado en Los Teques, Estado Miranda, motivado a que la dirección de investigaciones de la DIM fue desmantelada y las instalaciones que había en los sótanos fueron demolidas para efectuar remodelaciones. El traslado de Faría se produjo el sábado 2 de julio de 2005 a las 5 de la tarde.