Jairo Molina, Argenis Contreras y Deivys Molina se incorporaron a la huelga. (Foto Cortesía)
Jairo Molina, Argenis Contreras y Deivys Molina se incorporaron a la huelga. (Foto Cortesía)

11 julio 2013

Jairo Molina, Argenis Contreras y Deivys Molina se incorporaron a la huelga. (Foto Cortesía)
Jairo Molina, Argenis Contreras y Deivys Molina se incorporaron a la huelga. (Foto Cortesía)
Daniel Pabón | [email protected] | Barinas

Lo único bueno es que permanecen juntos. Los 11 agricultores detenidos hace 86 días en Barinas duermen sobre cobijas abiertas en el piso y comparten celda con aproximadamente otros 30 reclusos, han conocido sus familiares.

La falta de condiciones desplomó la salud de Jesús Manuel Roa, un joven de 20 años que permaneció 15 días hospitalizado por una infección en el sistema nervioso con posible meningitis, describió Yelitza Hernández, una de las manifestantes que, con una huelga de hambre, exigen la liberación de los campesinos.

En los últimos días Roa ha recaído por lo menos tres veces. En el hospital central Luis Razetti lo divisó Virginia Sarmiento, presidenta del Colegio de Médicos de Barinas. “Estaba amarrado a la camilla con unas esposas, como los delincuentes comunes”, objetó.

Pedro Javier Hernández, otro de los detenidos, también fue trasladado a un centro de salud el 29 de junio. Extraoficialmente trascendió que presentaba infección de garganta y gastritis. Parientes recordaron que el joven de 25 años mantiene problemas renales.

Espontaneidad del campo

Salieron de los campos de Socopó a primera hora, con colchonetas, ropa y toallas. A mediodía, Deivys Molina, Argenis Contreras y Jairo Molina sorprendieron a los cinco que desde el domingo mantienen la huelga de hambre a las afueras de la catedral de Barinas. “Venimos a quedarnos. Con tal de que los saquen, lo que sea”, introdujo uno.

Los jóvenes, de 21, 23 y 25 años, se identifican como plataneros y son familiares y amigos de los 11 campesinos detenidos el 16 de abril antes de llegar a una protesta en la sede del Consejo Nacional Electoral de Barinas. Se expresarían a favor del recuento de votos de las elecciones presidenciales de este año, pero en el camino los incriminaron porque en la camioneta donde viajaban había morteros de uso comercial. Eso les valió una imputación por intimidación pública.

La huelga de hambre que empezó el periodista Tarquino González Concho ya suma ocho manifestantes. Pudieran ser nueve, pero el agricultor Gregorio Molina fue trasladado a un centro asistencial por presentar descompensación la madrugada del miércoles.

Golpe a los débiles

Tras practicar el primer chequeo de salud al que se someten desde el domingo, la presidenta estadal del Colegio de Médicos detectó tensión baja en Ilse Molina y recomendó al grupo ingerir líquidos con electrolitos.

Sarmiento reflexionó que este método de protesta no debe ser entendido como una confrontación, sino como un llamado de atención hacia quienes retienen el poder. “Los 11 campesinos son el eslabón más débil de la cadena. ¿Por qué golpearlos con la cárcel?”, se cuestionó.

La Corte de Apelaciones podría resolver esta semana una medida sustitutiva de libertad o bien determinar que los agricultores continúen el juicio en prisión. Para ese mismo día está previsto que una comisión de Derechos Humanos de la Unión Europea visite el sitio de la huelga de hambre, a propósito de un encuentro que sostendrán en la entidad llanera con la ONG Paz y Vida, anunció González Concho.

Esto es un castigo por ser opositores

La vida de Belkis Rojas no ha sido coser y cantar, sino caerle a charapo y pala a las tierras de Costa de Cochabamba, un campo del municipio Antonio José de Sucre en Barinas. Ahora siente que le falta el brazo derecho, Wilson, su hijo.

Desde que el agricultor de 34 años está preso “por opositor”, aclara, se han visto las caras durante una ráfaga de dos minutos. “Me lo sacaron esposado y ni siquiera me pudo dar un abrazo, que era lo que más quería”. En realidad le hacían falta hasta dos. Después del 16 de abril su hermano murió y su mamá cayó en estado de coma.

Estudiar nunca fue una opción para esta mujer de piel surcada. Igual no le hacen falta los libros para concluir que, la de Venezuela, es una justicia injusta. “La cárcel de estos 11 muchachos es un castigo por ser opositores. Quieren que uno se esté como en la cédula”, metaforiza la que fue chavista hasta 2004. “Es que nunca había visto un gobierno tan buscapleito”, arguye.

Esta experiencia, confiesa, la terminó de convencer de que las cárceles las pueblan muchos inocentes, mientras los culpables andan forrados de impunidad.

No nos dejan entregarle el tratamiento

Por primera vez desde hace tres años Elionner Peña faltó a la consulta mensual con el neurólogo. El 18 de abril, para cuando reservó la cita, recién olía a cárcel.

Su historia clínica es de esas pocas que enmudecen a los médicos. Después de meses de intubación, Dios lo empujó a la vida por segunda vez. Su hermana Yurvely constató cómo un día reaccionaba a sus palabras moviendo los dedos. Ambos se llevan un año. Crecieron juntos. Se conocen al dedillo. Hasta que ella le perdió el rastro, hace 86 días.

Ese es también el tiempo que lleva Elionner sin tragarse la pastilla diaria y obligatoria que lo mantiene saludable desde aquel accidente de moto. “Estamos desesperados. Lo he visto una sola vez y lo poco que me dijo es que le da mucha fiebre y dolores de cabeza. No nos dejan entregarle el tratamiento”, denuncia la estudiante de Educación.

Lo que sí sabe Yurvely es cómo se perdieron las tres hectáreas de parchita que cosechaba el mayor de los varones y sostén del hogar. “Él es el que más colabora. Lo quiero sano y libre, por eso le pido al fiscal que se ponga un ratico la mano en el corazón”.

Necesito a mis hijos para trabajar

El que la observe en la calle ni sospechará que es la madre de dos y abuela de otro de los denominados presos políticos de Barinas. Ana Guerrero es una fortaleza a base de piel. Habla poco, lo necesario, hasta que le tocan la puerta de su soledad. “Los necesito. Los necesito para trabajar, para ordeñar las vacas, para cuidar la parchita. Eso es lo único que sabemos hacer”.

Entonces, las ventanas a lo interno que son sus ojos literalmente hacen fuerza para no inundarse. “Me despierto en las noches llorando”, es lo último que pronuncia antes de hundirse en silencio y pensamientos. Cuando la madre se sobrepone a la declarante, sus murallas se desmoronan y piensa en los nietos. Alexis se convertirá en padre de una niña dentro de tres meses. Los hijos de Amable son cuatro.

En sus 60 y pico de años, un dato que evade con encanto femenino, Ana nunca había sentido tanta injusticia. “Si ellos debieran algo, uno acepta. Pero todo el mundo sabe que los agarraron solo porque iban a protestar los resultados de las elecciones

http://www.el-carabobeno.com/nacional/articulo/62436/en-el-piso-y-en-celda-colectiva-duermen-los-agricultores-presos