Uno de cada tres venezolanos refugiado en EEUU padece de severas secuelas psicológicas

María Eugenia Tovar pasó largas noches de insomnio con pensamientos repetitivos sobre lo ocurrido con su hija Génesis Carmona, asesinada por paramilitares en una protesta contra el régimen chavista. Perdió el apetito y estuvo sumergida en el oscuro túnel de la depresión que le impidió durante un periodo prolongado adaptarse a su vida en el exilio.

Durante un año ella y sus otros tres hijos recibieron ayuda psicológica y terapia familiar en Miami, ciudad en la que se refugiaron, para poder apaciguar el dolor desgarrador que los carcomía por la muerte de Carmona y la persecución que sufrieron.

Tovar rememoraba las 24 horas al día la impotencia que sintió cuando su hija, una modelo y ex reina de belleza de 22 años de edad, estuvo en terapia intensiva en coma inducido, tras ser herida de bala en la cabeza durante una manifestación antigubernamental en Valencia, estado Carabobo, en 2014. Al mismo tiempo, recibía amenazas.

“Yo no contestaba el teléfono porque muchas personas se hacían pasar por periodistas. Las pocas veces que atendía me decían que recordara que tenía (otros) hijos. Una vez personas con armas en una camioneta nos persiguieron a mi y a mi hijo mayor. No quise perder otro hijo. Tuve que dejarlo todo y agarrar la maleta”, dijo en una entrevista con el Nuevo Herald.

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