
Deysi, Gladys, Alfredo y Yomaira tienen algo en común: entraron a Estados Unidos a través del Río Grande (Río Bravo en México) el miércoles 9 de junio. Fueron parte de un grupo de más de 100 personas que ingresó ese día y, por azares o coincidencias, el camino de estas cuatro personas prácticamente se volvió el mismo.
Luego de llegar al lado estadounidense del río, Deysi, Gladys, Alfredo y Yomaira fueron trasladados por funcionarios de la Patrulla Fronteriza a un centro de detención. Allí fueron procesados sus casos. A cada uno se le revisó el pasaporte y le hicieron entrevistas. Al cabo de un par de días, el viernes 11 de junio, estos cuatro venezolanos ya estaban esperando un autobús que los acercaría más a sus familiares en el país y su estadía en Estados Unidos ya es autorizada.

Un refugio para migrantes que buscan una nueva vida
Luego de ser procesados por la autoridad fronteriza, Deysi, Gladys, Alfredo y Yomaira fueron trasladados, junto a otras 20 personas, al Val Verde Border Humanitarian Coalition, un refugio de paso ubicado en la ciudad de Del Río, Texas. El lugar es de paso porque, en palabras de su directora, Tiffany Burrow, no cuentan con dinero ni apoyo por parte del estado de Texas ni del gobierno de Joe Biden.

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El viernes 11 de junio llaman a Tiffany Burrow para anunciarle que 24 personas serán trasladadas a su centro de atención. Este lugar es uno de los principales puntos de ayuda para migrantes. Durante los primeros 6 meses de 2021, este lugar ha visto pasar a miles de venezolanos.
“Antes era raro verlos, pero ahora yo diría que el 90% de los que vienen a este lugar son venezolanos”, dijo una de las voluntarias del centro. Mientras tanto, Tiffany Burrow asegura que, en ocasiones, no se dan abasto para la cantidad de personas que atienden a diario.
“Antes podíamos tener 20 a 25 personas por semana, ahora tenemos casi 50 por día”, comentó.

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El centro, ubicado en la 1401 de Las Vacas, Del Río, está atendido por decenas de voluntarios. Hay personas de El Salvador, Guatemala, Colombia y Estados Unidos.

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Los migrantes son trasladados a este lugar únicamente cuando son autorizados a estar en Estados Unidos. Al llegar al sitio, la gente recibe un bolso con algunos implementos de higiene personal y un sobre amarillo con sus documentos procesados por las autoridades estadounidenses. El sobre tiene un número. “De ahora en adelante tienen que aprenderse ese número. Si le preguntamos su caso, nos tienen que decir el número para saber de qué estamos hablando”, dice en voz alta uno de los voluntarios del lugar.

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Luego, las personas que trabajan en el refugio ayudan a los migrantes a comprar un ticket de autobús o de avión para reunirse con sus familiares. En Del Río hay dos opciones para viajar: tomar un autobús a San Antonio o tomar un avión a Dallas y, desde ahí, hacer conexión a otros destinos. Los migrantes, o sus familiares, deben comprar el boleto y los voluntarios proceden a imprimir el ticket y ofrecer el transporte gratuito a la parada de autobús o al aeropuerto.

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El camino de cuatro venezolanos
Deysi, Gladys, Alfredo y Yomaira entraron al refugio temporal en ese orden. Gladys y Deysi, las de mayor edad, se sentaron en la primera fila y recibieron sus documentos que les permiten estar legalmente en el país mientras se evalúa su petición de asilo.

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Alfredo y Yomaira, casados, se sentaron unas filas más atrás. Recibieron su sobre amarillo y un morral nuevo. Sacaron el teléfono celular y llamaron a su hija, que los espera en Florida, casi al otro extremo de Estados Unidos.

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“Mija estamos bien, estamos en el refugio y en un rato salimos en bus para allá”, dice Yomaira con emoción. La conversación dura poco, pues tanto Alfredo como Yomaira aprovecharán la oportunidad para tomar la primera ducha en más de tres días. El centro les ofrece baño y privacidad para poder asearse y cambiarse de ropa.

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Mientras tanto, Gladys y Deysi usan los teléfonos de la pared para comunicarse con sus familiares. “Estoy en Del Río, me dicen acá. Tienes que comprar un pasaje de bus para San Antonio”, instruye Gladys a su cuñado por teléfono. Cerca, uno de los voluntarios le da la dirección exacta del refugio.

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Deysi pudo resolver más rápido. Su familia le compró un pasaje de avión que saldría desde el aeropuerto de Del Río a Dallas, y luego de allí hacia Orlando, Florida. Por eso Deysi se fue a tomar un baño, se cambió de ropa y comentó su experiencia en los días recientes.
“Todo el mundo me decía que esto sería horrible, pero a mí me han tratado muy bien. No tengo nada de quejarme y ahora viene lo mejor: abrazar a mi familia”, dijo la zuliana entre lágrimas. Sin embargo, ya vestida y perfumada, espera pacientemente en una silla por el carro que la buscará para llevarla al aeropuerto.

.Con información de Efecto Cocuyo