Entre venezolanos y extranjeros

Foto: Google

Las dictaduras nacionalistas en Sudamérica y las guerrillas de centro américa, hicieron que Venezuela, con su estabilidad, se convirtiera en puerta de salvación para cientos de miles de migrantes que llegaban de países del mismo continente o de latitudes tan lejanas como China, medio oriente y Europa; diferentes costumbres, nacionalidades y religiones, pero una sola cosa en común: el saber que llegaron a un país donde fueron bien recibidos y tendrían esperanzas de mejorar.

Los migrantes que llegaron a Venezuela fueron recibidos por venezolanos que los invitaban a eventos sociales y familiares, todo el mundo les preguntaban de sus costumbres para aprender en una simbiosis social, demostrando la solidaridad venezolana ante cualquier situación que menos cabe los DD. HH. Sus hijos, esos pequeños migrantes que en casa hablaban su idioma de origen y en las calles o escuelas aprendían un español criollo de “conchale vale” o “tú ere mi pana”, eran invitados a los cumpleaños de sus compañeros de estudios o de sus vecinos. Al fin de cuentas, tenían la seguridad de haber llegado a un país que podía decir que les pertenece y del que sentirse orgullosos. Algunos de esos migrantes, al regresar a sus países sabían que dejaron de ser refugiados, alcanzando altos grados empresariales o políticos, es decir, que en sus países de nacimientos o en su amada Venezuela adoptiva, pudieron mejorar porque tuvieron un país cuyo gentilicio les abrió las puertas.

La destrucción democrática de Venezuela, ciertamente se debe principalmente a factores nacionales, en caso de haber un culpable extranjero, en sus inicios serían las guerrillas terroristas y dictaduras como la de Cuba, cuyas acciones de oprobio y represión, hostigan a los propios ciudadanos de los países donde implantan sus regímenes tiránicos, pero los venezolanos nunca culparon de algún problema a los migrantes que igual que los nacionales, resistían las adversidades del país.

Mientras que el tiempo pasaba, la luz de la libertad que brillaba en Venezuela, como faro de esperanza, poco a poco se fue apagando, haciendo que los venezolanos imitaran a quienes por muchos años llamaron amigos y se convirtieron también en migrantes, como un éxodo que actualmente recorre el mundo entero, huyendo de torturas y sufrimientos indescriptibles, buscan la esperanza en países cuyos nacionales fueron antiguos migrantes en una Venezuela que hoy es exiliada. La necesidad de los venezolanos que emigran, famélicos ante la desnutrición causada por la dictadura, los lleva a dejar sus títulos universitarios y canalizar nuevos oficios para poder mantenerse a duras penas, una necesidad que no pocas veces es usada por empresarios de los países donde el venezolano emigra. Tal situación es vista por nacionales, con justificada razón en algunos casos como si los venezolanos les quitan el trabajo, pero extrañamente no dicen nada de sus paisanos cuando le dan el trabajo a al migrante venezolano; eso sin duda alguna es xenofobia ya que si los nacionales realmente pidieran trabajo en justas condiciones, además que los migrantes lo único que están demostrando las ganas de trabajar y aportar al país que los recibe. Es un hecho axiomático que los países que han recibido y apoyado a los migrantes, tienen un crecimiento social y económico, donde se benefician los propios nacionales, y en el caso de la migración venezolana, la deuda histórica de muchos países debe traducirse en forma de otorgarles permisos especiales de residencias que les permita trabajar y desarrollar una autentica y normal vida, ya que los venezolanos en el exterior y así lo han demostrado, buscan mejorar aportando al país que los recibe.

En los últimos tiempos, hemos visto como la creciente xenofobia contra venezolanos, alimentada en ocasiones desde las instancias de algún poder político, ha tenido como consecuencia desde violaciones hasta asesinatos a hombres y mujeres que salieron de Venezuela con una sola meta: mejorar y aportar mejoras al país que los recibe. Estos crueles actos, bajo la actual situación que vive Venezuela convierten en cómplices del régimen a quienes los comentes, pudiendo responder ante la justicia de sus países o la internacional, por promover delitos contra la humanidad y corresponsabilidad de violaciones de DD.HH. No se puede generalizar a un pequeño grupo y decir que representan a todo, pues malos y buenos los hay en todas partes, pero si se puede buscar promoción de los buenos que son mayoría, para demostrar la solidaridad de los nacionales y resaltar como los venezolanos contribuyen al crecimiento. Es hora, de dejar a un lado nacionalismos “pacíficos” y renunciar los radicales, pues la historia solo debemos repetirla para el bien, como pasó cuando el mundo emigraba a Venezuela, y ahora Venezuela emigra al mundo.

Texto: Alberto Pérez Reveron

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