Podría ser una nave industrial cualquiera de las afueras de Ciudad Juárez, a pocos kilómetros del “Puente del Centro” que une México con Estados Unidos. Ahí viven centenares de personas que están bajo el “Programa de Protección de Migrantes” (MPP) impulsado por el gobierno del presidente Donald Trump para los solicitantes de asilo permanente en México, y no en Estados Unidos, mientras que el caso es escuchado en una corte de inmigración.
El gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador no quiere que esos lugares se les llame “refugios” o “albergues”. Prefiere denominarlos “Centro Integrador para Migrantes” porque, en realidad, su intención es que los extranjeros puedan vivir y trabajar en México mientras se resuelve su situación legal en Estados Unidos.
Juan Pablo Martínez, un venezolano de 33 años, llegó a este lugar el 5 de octubre del año pasado. No llegó solo: Lo acompañaba su esposa, de 35 años, un bebé -que cumplió un año en el albergue- y otra hija de 8 años.
Salió huyendo de la grave crisis política, social y humanitaria que hay en Venezuela y se encontró con “las circunstancias no son las más favorables”, especialmente para los niños.
“Nos encontramos en la ciudad más peligrosa de México, y muchas personas nos dicen que por qué no nos vamos a otros lugares, porque el mismo mexicano vive con temor acá”, relata el hombre, original del estado Zulia, al tiempo que admite que “Hay temor por la policía, de los cárteles y de cualquier persona de la calle”.
Se fue de Venezuela vía terrestre. En Colombia tomaron un avión en dirección a Ciudad de México y en la capital mexicana tomaron otro vuelo con destino a Ciudad Juárez. Cuando aterrizaron, explica, “unos policías federales” lo arrestaron y lo encerraron en un cuarto, supuestamente, por ser venezolano y para extorsionarlo a cambio de dejarlo libre de nuevo.
“Me pidiendo 800 dólares para dejarme seguir mi camino porque, según ellos, todo venezolano que viene a México es porque va a cruzar la frontera”, denunció desde el Centro Integrador para Migrantes “Leona Vicario” de Ciudad Juárez.
El hombre, que en Venezuela se comprometió con la compra y venta de vehículos, recuerda una frase que no se le va a olvidar nunca: “Si eres venezolano, tienes que pagar para entrar acá”.
O pagaba o sus aviones para continuar y llegar hasta la frontera se truncarían. Por suerte, Martínez cuenta con familia en Estados Unidos que se hizo cargo de la situación y contrató a un abogado en México.
“Él me ayudó a salir del aeropuerto”, comenta.
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