Abril 26,2019.- Héctor Luis Junor Buckley llevaba una vida tranquila en la comunidad indígena de Maurak, ubicada cerca del aeropuerto del municipio Gran Sabana, al sur del estado Bolívar. Allí vivía con su esposa – embarazada – y su hija. Trabajaba como guía turístico con la empresa brasilera Mantra Ventura.

Junor buscaba turistas en Boa Vista y los traía a Santa Elena de Uairén, con el fin de hacer expediciones en el Roraima, entre otros sitios turísticos. Así se ganaba la vida, vida que tuvo que cambiar después del 23 de febrero, cuando salió con su familia huyendo de la comunidad, junto a otro grupo de indígenas…

¿El motivo? La arremetida de una caravana del Ejército que se trasladaba a la frontera de Venezuela con Brasil la mañana del 22 de febrero a las 6:00 de la mañana. Los militares abrieron fuego contra la comunidad indígena de Kumarakapay, dejando más de dos fallecidos y varios heridos.

Inmediatamente el terror cundió en las otras comunidades, ante la posibilidad de que los militares ingresaran también a estas zonas. Por ello el suegro de Junor, quién pertenece a uno de los consejos de ancianos, les dijo que huyeran. Y así lo hicieron tanto él, como su familia y más de 700 personas de las comunidades cercanas como Santo Domingo, San Antonio, Kumarakapay, Waramasen, entre otras.

Todos emprendieron camino por la montaña y cruzaron la frontera. Se establecieron en la comunidad indígena brasileña de Tarau Paru, donde Acnur, la agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, les dio el estatus de refugiado, carpas y comida.

Sin rastros

Pero allí la vida de Junor nuevamente dio un giro. La noche del 12 de abril, el hombre, de 31 años, salió desde la comunidad indígena de Tarau Paru hasta una vivienda cercana para cargar una linterna. Mientras lo hacía, comenzó a caminar por el lugar para dar tiempo a que se completara la carga.

Testigos contaron a los familiares que escucharon a unas personas discutiendo, motivo por el cual alumbraron el camino con una linterna, logrando ver a un grupo de encapuchados sometiendo a una persona. “Los encapuchados les dijeron que apagaran la luz y se acostaran a dormir, que ellos eran los de seguridad. Obedecieron, pero se quedaron mirando y notaron cuando el grupo tomaba destino hacia Venezuela”, relató un pariente del joven.

Su esposa, al ver que no llegaba, asumió que había conseguido en el camino a algún amigo de otra comunidad y se había ido a tomar. “En la que están actualmente no pueden tomar ni fumar”, agregó el familiar.

Efectivamente, los testigos no pueden afirmar que se tratara de Junor, pero es lo que sospechan. Desde entonces no se ha sabido nada de su paradero.

Para el sábado 13 de abril la preocupación se apoderó de ella, por lo que se fue hasta la casa de las personas a donde Junor fue a cargar la linterna. Le relataron lo sucedido la noche anterior y le devolvieron la linterna. Pero no había rastros de Héctor. Los de seguridad le negaron que tuvieran algo que ver con lo ocurrido y no fue hasta el 14 de abril cuando el capitán tuvo conocimiento de la desaparición del guía turístico.

Colocaron la denuncia en la Policía Civil brasileña. Mientras, familiares y amigos comenzaron la búsqueda por las montañas del lado venezolano, ya que se necesita autorización del capitán de la comunidad para buscar del lado brasileño, y fue el 18 cuando la dio.

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