Octubre 23,2018.- Los jóvenes inclinados sobre sus violines, un piano y un cuatro tradicional en un tranquilo suburbio en Perú nunca imaginaron que sus estudios de música, a los que se dedicaron con tanto esfuerzo, sería el secreto de poder sobrevivir lejos de su país.

Capacitados en el famoso sistema de enseñanza de música clásica de Venezuela, soñaban con becas en conservatorios o que orquestas internacionales les dieran una oportunidad, como su colega Gustavo Dudamel, el carismático director de la Filarmónica de Los Ángeles.

Pero tuvieron que sumarse a los millones de venezolanos que huyen del hambre y el caos político en un viaje que ha afectado sus carreras musicales en momentos que entraban en su mejor momento, pero que también ha reafirmado el valor de la determinación que desarrollaron en el programa de música clásica para sobrevivir en el complicado mundo del emigrante.

El Sistema “era el campamento de entrenamiento para nosotros”, dijo Magdiel Hernández, de 31 años y quien toca el bajo, quien ahora enseña música en Lima, “y esto es la guerra. Aquí estamos en plena guerra”.

El Sistema, como se conoce el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, fue establecido en 1975 por José Antonio Abreu y ha sido respaldado por los sucesivos gobiernos venezolanos de toda inclinación política. El programa ha ofrecido educación musical gratis a más de 900,000 niños venezolanos, muchos de vecindarios pobres.

Antes del fallecimiento de Abreu en marzo de este año, El Sistema y su Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Simón Bolívar fueron homenajeados por la UNESCO, honrados con un Grammy, tocaron en Carnegie Hall en el 2008 y se presentaron en el programa 60 Minutesde la televisión estadounidense.

Pero el lema del programa, “Tocar y Luchar”, captura su sentido de propósito.

Zabdiel Hernández, un violinista de 20 años que lleva tocando la mitad de su vida, dijo que el programa siempre fue sobre algo más que la música.

“El maestro Abreu nos decía: ‘En vez de ser un delincuente, tome este instrumento y sea lo mejor que puedes ser”.

Pero el dramático colapso de Venezuela —con su hiperinflación, escasez de alimentos y medicinas, y el mal estado de la infraestructura— también ha afectado el programa. César Chang, cantante de 27 años, dijo que muchos de sus colegas abandonaron la banda porque tenían que dedicarse a buscar comida. No había dinero para arreglar los instrumentos y los profesores sencillamente desaparecían. En los últimos años, unos 2.3 millones de venezolanos han huido del país.

“Me afectó ver a tanta gente irse”, dijo. “El Sistema está decaído”.

Un día de entresemana reciente en Lima, adonde muchos han venido a parar, estos músicos convertidos en profesores se preparaban para impartir clases en el Colegio Nacional de Músicos del Perú, una academia privada,.

Todos tienen historias que contar sobre luchar en las calles de Lima antes que su talento los salvara.

Darvis Coronado, de 19 años y quien estudió canto, trabajó en un mercado, en un taller de soldadura y vendió jugos en las calles antes de tropezarse con la academia.

Enrique Montero, de 50 años y coordinador de la escuela, quien también estudió en el programa, vendía agua en las calles. Muchas veces llegaba su casa deshidratado porque no podía darse el lujo de tomar su propio producto.

Samir Sanz, pianista de 28 años quien tocaba con el Conservatorio José Ángel Lamas de Caracas, llegó Perú con menos de 8 dólares en el bolsillo. Limpiaba un gimnasio y lavaba carros para sobrevivir, “pero siempre buscaba la música”, dijo.

Que estén trabajando en lo que les gusta los convierte en personas de mucha suerte.

“Me he encontrado con gente aquí que son maestros, que eran gente muy importante en Venezuela, tocando en la calle”, dijo Sanz. “Conozco un lutier [persona que construye, repara y ajusta instrumentos de cuerda] muy bueno que está trabajando de mecánico”.

Andrés Saybay, el director de la escuela de música, dijo que la llegada de los músicos venezolanos ha estremecido el aburrido sector de la música clásica en Perú. En el pasado, la mayoría de los profesores salían de un puñado de conservatorios de élite que se creían merecedores de todo, dijo.

“La diferencia entre un músico mediocre de conservatorio [peruano] y un músico venezolano es que el músico venezolano sabe que detrás de él hay un millón igual o mejor que él. Obviamente, va a dar el 200 por ciento.

Marnix Willem Steffen violinista y director de orquesta holandés que ahora vive en Perú, ha organiado cuatro conciertos de música clásica en Lima con 25 venezolanos que salieron del programa.

“La diferencia entre los músicos venezolanos y los de otros países sudamericanos es muy grande”, dijo. “Yo ya sabía eso, por lo que se ha dicho, pero ahora lo vi con mis propios ojos”.

Montero, coordinador de la academia de música y especie de hermano mayor de los profesores venezolanos de música, dijo que el talento y las ganas de trabajar de los venezolanos son un resultado director del programa. “Mientras todos estaban jurando fútbol, estos muchachos estaban tocando la flauta… imagínese todos los años de experiencia acumulados”, dijo.

Pero incluso así le preocupa que este es el momento inadecuado para que dejen de aprender, porque se están “estancando”.

Como dijo Hernández, el bajista: “Aquí somos los profesionales, pero tenemos mucho que aprender”.

A pesar de todo, los jóvenes dijeron que están agradecidos de que su educación musical les ha dado la habilidad de ganar dinero para ayudar a sus familiares en Venezuela.

“Todos soñábamos con ser migrantes porque queríamos seguir nuestra educación musical en el extranjero”, dijo Sanz, el pianista. “Pero nunca quisimos irnos así”.

https://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/venezuela-es/article220436110.html

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