Los venezolanos hacen fila en el centro de atención de la frontera binacional (CEBAF) en Tumbes, al norte de Perú, en la frontera con Ecuador /AFP PHOTO / CRIS BOURONCLE

Septiembre 07, 2018.- Los que se quedan con las familias fracturadas por el mayor éxodo en la historia del continente, viven un conflicto emocional adicional a la crisis política y económica, publica Diario Las Américas

Por Pedro Pablo Peñaloza
@pppenaloza

La crisis venezolana es económica, política y también emocional. El éxodo de cientos de miles de compatriotas que huyen de la hiperinflación, la escasez, la violencia y la miseria fractura a las familias y rompe el alma nacional. Como consiguiente, se crea una nueva división en esta república ya partida en mil pedazos: los que se quedan y los que se van.

Se trata de un éxodo de “2,3 millones personas que han huido de Venezuela en los últimos años”, de acuerdo con el vocero de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Stephane Dujarric.

El impacto regional y los números realmente alarmantes, incluyen largas caminatas y viajes en autobús en recorridos de hasta 2.900 kilómetros para llegar a uno de los destinos que está entre los preferidos por los venezolanos en la actualidad: Perú.

Ante tal panorama y aunque bajo la “revolución roja” todo se ve negro, la psicóloga clínico social Yorelis Acosta llamó a mantener la esperanza. “Creo que no hay que vivir las separaciones desde la tragedia”.

Acosta, investigadora de la Universidad Central de Venezuela, se rebela ante el derrotismo y apoya a que aquellos que siguen apostando por su tierra.

– ¿Cómo está afectando emocionalmente a los venezolanos el éxodo que se registra en estos momentos?

– Lo que yo vengo estudiando, que he titulado “las emociones de la crisis”, es en principio un predominio de emociones negativas. Miedo, rabia, tristeza, frustración, mucho malestar. Pero, además, están apareciendo emociones que son muy novedosas y por tanto cuesta mucho manejarlas e identificarlas. Una arista de la crisis venezolana es la emigración, pero no es lo único, por ese motivo el efecto es mayor tanto en el que se va como en el que se queda, porque llevamos en la espalda el efecto de las otras dimensiones de la crisis, y el tiempo que tenemos en crisis.

No es una crisis de 2018 o 2017, pero para el exterior pareciera que el tema de la emigración es de los últimos meses, cuando se han visto estas imágenes de gente huyendo del país. La gente emigró, pero en estos momentos la gente huye como una estampida. El venezolano se siente mal, agotado, este vaivén emocional, que sube y baja de acuerdo con las expectativas de cambio, termina agotando el cuerpo y la mente y, por consecuencia, hay un predominio de emociones negativas.

– Todo se ve oscuro.

– Ese predominio de emociones negativas hace que nosotros no tengamos la percepción más adecuada sobre el presente y el futuro. La percepción está alterada en función de la emoción que predomine.

Estamos viendo la situación con los lentes del dolor, del sufrimiento, de la tragedia máxima, del sin salida, y eso está aumentado porque no teníamos historia de emigrar, como sí Europa y otros países de América del Sur.

Nosotros no teníamos historia de emigrar y por eso a algunos les está yendo bien, los que han sido más prudentes y planificaron su partida, y a otros muy mal, esos que se quieren ir caminando, que son como la tercera oleada de la gente más pobre, que no tiene idea de la geografía, de las dificultades que van a encontrar, de que necesitas documentos para viajar.

– ¿El éxodo está sacudiendo los cimientos de la familia venezolana?

– No tener esa historia de emigrar está rompiendo la dinámica de la familia, entonces tenemos personas mayores y niños que se están quedando solos, parejas que llegan a acuerdos donde uno se va a trabajar y el otro se queda con los niños. Tengo referencia de un señor que se lanzó por la ventana frente a los niños, porque en su caso ellos acordaron que la señora se iba a trabajar porque su carrera podía ser mejor pagada y aquí se quedaba él con los niños y el hombre no aguantó. Realmente, vivir hoy en Venezuela tiene un costo psicológico muy alto. Pero también lo tiene para el que se va y no se prepara. Creo que no hay que vivir las separaciones desde la tragedia, porque hoy en día la tecnología te permite estar en contacto con la gente a pesar de la distancia. La situación país y el cansancio emocional que tenemos está haciendo que no veamos esas cosas bien y nos enfoquemos solo en lo negativo.

– Nadie parece estar preparado para una situación como la actual, sobre todo en un país que no tiene esa tradición de emigrar. ¿Cómo puede la familia prepararse desde el punto de vista emocional para enfrentar la separación?

– El venezolano culturalmente es amiguero, ‘familiero’, somos como un enjambre de abejas, lo que le pasa a uno lo siente toda la familia. Por eso ha costado asimilar esta nueva situación de familias con todos sus miembros repartidos en distintas latitudes. Lo que he visto de otras culturas con esta historia de emigrar es que son de raíces cortas, son más independientes y se resuelven en grupos pequeños y no grandes como estamos acostumbrados los venezolanos. Lo otro es que la emigración venezolana hoy día traspasa todas las clases sociales. Los ricos estaban acostumbrados a irse, pero ahora los más pobres también se están yendo y están afectados por eso.

– Tratando de dividir el fenómeno en dos partes: ¿cómo se siente el venezolano que se va, y cómo se siente el venezolano que se queda y vive en medio de este caos?

– No estábamos preparados para una situación tan grave, no sabemos cómo enfrentar la hiperinflación que es una cosa demasiado ruda. Tenemos que cambiar culturalmente esas maneras de relacionarnos, en el caso de los que se van deben aprender otro esquema cultura, institucional, etcétera. Pero creo que el gran problema es irnos a la aventura, empujados por la crisis, pues tendríamos que prepararnos mejor para esa partida.

Quiero creer que los que nos hemos quedado es porque estamos usando la razón para buscar oportunidades, hay gente que dentro de la crisis está encontrando algunas vetas. Luego, estamos otros que estamos convencidos de que una forma de enfrentar la crisis y seguir en tu país manteniendo tus conquistas como un trabajo interesante y tu vivienda, es trabajar más, tener dos o tres trabajos para aguantar la hiperinflación. No todo el mundo se quiere ir porque amas este país y quieres luchar por él. Existen varios tipos de personas que están afuera, algunos de ellos son los que empezaron a mirar a Venezuela y dicen: ¿qué hacen ustedes allí que no se van? Yo con esa gente no hablo.

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“Vivir hoy en Venezuela tiene un costo psicológico muy alto”