Junio 27, 2018.- El ejercicio del periodismo en Venezuela ha sido cada vez más cercado por el gobierno de Nicolás Maduro, quien ha aplicado las detenciones arbitrarias, amenazas, persecución y censura en contra los profesionales de la comunicación que muestran la cruda realidad por la que atraviesan cientos de venezolanos, sobre todo en momentos de tensión y protestas.

Las pocas oportunidades laborales y la crisis venezolana también han influido en la decisión de los periodistas de dejar el país e intentar buscar en otras fronteras la tranquilidad y estabilidad que en Venezuela no pudieron conseguir. En muchos casos, estos venezolanos se han visto obligados a dejar sus títulos universitarios e implementos de trabajo guardados en la maleta porque ejercer en otro país no ha sido difícil.

Desde el 2012, un promedio de mil 328 profesionales de la comunicación, entre fotorreporteros y periodistas, han solicitado credenciales internacionales para probar suerte en otro país, de acuerdo con cifras manejadas por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa. Marco Ruiz, secretario general del sindicato, informó que tienen registrados 113 hechos de violación a la libertad de expresión y el derecho a la información. De ellos, 87 casos afectaron a los trabajadores de la prensa y 26 incidieron en medios de comunicación por cierres, sanciones y bloqueos.

El equipo de El Cooperante recabó las experiencias de dos profesionales de la comunicación que se fueron del país por diferentes motivos: el acoso laboral y la persecución fueron puntos referenciales en sus declaraciones ofrecidas a este medio desde el exterior.

Un extrabajador del canal estatal Venezolana de Televisión vivió en carne propia el acoso laboral en esa planta televisiva por el simple hecho de pensar diferente y no ceder a arrodillarse a la ideología chavista que en esa planta televisiva le querían “inyectar”, según declaraciones que él mismo ofreció bajo la condición de permanecer en el anonimato por temor a represalias.

La poca oferta laboral en el país lo llevó a trabajar con el Gobierno nacional. Fue censurado y sacado de la pantalla “porque no parcializaba, por no ser uno de ellos” y esta situación desencadenó una persecución en su contra desde la presidencia del canal, en ese momento con Jordán Rodríguez y posteriormente Luis Marcano, quienes “eran una especie de enemigos dentro del canal y a ellos le incomodaba que yo estuviera allí. Ellos eran los principales autores de lo que me estaba pasando” narró.

“A estas personas no les gustaba que dentro de la planta uno opinara sobre la situación del Gobierno y la crisis de Venezuela. Lo que hicieron fue montarme una persecución, vigilarme, intervenirme el teléfono, infiltrar personas para averiguar si yo era uno más que estaba conspirando contra el Gobierno o si vendía información y no era así. Llegaron a dañarme psicológicamente por la fuerte presión, fueron meses de acoso laboral, de insultos”, prosiguió.

Al final, la directiva de VTV lo botó sin causa justificada y fue sacado por el personal de seguridad de la planta delante de los compañeros “por pensar diferente, por no arrodillarme a la voz de mando del chavismo y por eso fui humillado, como si fuera un delincuente”. Quedó sin empleo y volvió a ejercer con miedo porque los chavistas querían “hundirlo y desaparecerlo” del periodismo, aseguró a esta redacción.

La persecución, las amenazas y la difícil situación del país lo llevaron a presentar problemas de depresión y recurrió a ayuda psicológica. Posteriormente pensó que debía irse de Venezuela y fue cuando en el 2017, antes de que iniciaran las protestas antigubernamentales, decidió dejar a su país. “Quería seguir luchando por mi país, por mi carrera, porque amaba lo que hacía, pero cuando me di cuenta de que mi vida corría peligro decidí irme”.

“Temía que de la noche a la mañana un alto funcionario del Gobierno me mandara a matar o a encarcelar porque trabajé con gente muy importante, querían inyectarme su socialismo”, manifestó.

El extrabajador de VTV lamentó que los periodistas en Venezuela estén “atados” a la censura porque el gobierno de Maduro “no quiere que informemos, que la gente sepa la verdad y que el mundo sepa lo que vive Venezuela”. A su consideración, el periodismo se encuentra silenciado y todos los profesionales que estudiaron cinco años la carrera para ejercerla libremente se ven “arrastrados por un Gobierno dictatorial que censura a la prensa, que asesina, que persigue y encarcela”.

En el 2013 Cheché Díaz tuvo que ponerse una franela roja para poder asistir al funeral del fallecido presidente Hugo Chávez y aparentar no ser un fotógrafo de un medio de oposición y poder tomar las fotografías. “Mosca que estés trabajando para otra gente porque nosotros no queremos aquí gente que no sea chavista”. Las advertencias siempre estaban presentes y al fotorreportero le generaba tensión el hecho de estar siempre alerta de que nadie lo agrediera.

Foto: Cheché Díaz.

A finales del 2014 Díaz salió de su trabajo y fue sorprendido por dos sujetos que se trasladaban en una moto. Le pidieron que entregara todo lo que tenía en el bolso: una laptop y dos cámaras fotográficas. Intentó defenderse y terminó con un disparo que le fracturó el fémur y con un proceso de seis meses de recuperación para poder caminar.

La experiencia comenzó a afectarlo psicológicamente. “Tenía miedo, no sabía si podía seguir caminando en la calle”, aseguró el fotógrafo a esta redacción. La policía le sugirió renunciar a su trabajo y cambiar de casa.

“Se creó una paranoia de si eran colectivos o delincuencia común que, al final de cuentas, es lo mismo, pero me recuperé, renuncié y comencé a trabajar en Crónica Uno, donde el trabajo es periodismo de investigación; en vez de quedarme tranquilo seguí trabajando en la calle, en zonas mucho más marginadas, más peligrosas y cada vez me metía más en el tema. Siempre sentía que me iban a buscar, que me iban a matar y eso fue generando un estado de ansiedad muy complicado”, expuso Díaz.

Llegó un momento en el que se planteó si realmente valía la pena estar en la calle ejerciendo su profesión, “yo necesitaba seguir registrando las historias porque era  la única manera en la que podía aportar como periodista y como ciudadano, pero me fui sintiendo bastante agobiado y triste y no soporté mucho la idea de vivir con la paranoia de la persecución, no del Gobierno, pero evidentemente sí sentía que ya salir con una cámara a la calle y llevar un carnet significaba ser un blanco para ser agredidos”.

En varias ocasiones, cuando vivía en Venezuela, realizó reportajes con la cámara escondida en los hospitales y se hacía pasar por enfermos para ingresar al centro asistencias y hacer fotografías con la ayuda de algunos médicos. “Y entonces llegó un momento en el que no pude más, no por cobardía sino por una serie de situaciones que psiclógicamente que te van afectando, ansiedad y cosas que no se pueden controlar“, expresó Díaz.

Hecho polvo. Así describió el profesional que se sintió cuando se fue de Venezuela en 2016 hacia Holanda, inicialmente. “Y todavía me sigo sintiendo así, haber abandonado el país por sentir miedo y la paranoia de que la policía me decía que ellos (los delincuentes) te van a buscar, te van a seguir, no sé si para meterte miedo, pero yo cada vez más me enfrentaba a colectivos en las colas de los supermercados porque ellos controlaban todo. Sentía que no estaba haciendo mi trabajo con ganas y por mi estabilidad emocional me fui“.

Ahora Díaz se encuentra en España y manifestó que no ha sido fácil volver a trabajar en ese país como reportero gráfico. “Padezco lo que viven mis compañeros que están ahí (…) Siento mucho no poder estar ahí y poder seguir haciendo visible todo lo que está pasando, pero mentalmente siento que no soy capaz”, finalizó.

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