Junio 23, 2018.- La crisis económica nacional ocasionada por políticas gubernamentales erróneas e ineficientes ha provocado la división de miles de familias venezolanas. Madres que despiden a hijos, hijos que despiden a madres en busca de nuevas oportunidades y una posibilidad de salir adelante se convierten en escenas cada vez más frecuentes. Corazones rotos que buscan un reencuentro en el futuro.

El Día de las madres, una fecha que era sinónimo de celebración y compartir, pero en Venezuela ha sido desvanecida por el dolor de la despedida. En el seriado que adelanta Caraota Digital, Madres en revolución: historias de la crisis traemos la historia de dos de estas mujeres venezolanas, que pasarán este domingo con un sabor amargo.

Ambas estaban en el mismo lugar, un terminal terrestre en el centro de Caraca. Teseresa González despidió a sus hijos y nietos, para dirigirse a Perú, estará de paso por las carreteras durante días, este día pasará desapercibido para ella. En ese autobús se llevó su anhelo por ayudar a los suyos y poder trabajar duro para reencontrarse en algún momento.

Luego de un abrazo entrañable y minutos antes de subir a ese autobús apenas podía hablar, su llanto era incesante. Lloraba como un niño pequeño, perdido, lejos de casa; lo poco que pudo hablar fue para contar lo duro que ha sido, desde que tomó la decisión no hubo noche que se acostara sin dormir.

Cada ángulo de este terminal refleja la misma escena, ninguno estaba preparado para este momento. En un extremo, sentada en un escalón estaba Ana Aponte, en su caso era su hijo quien se iba pero el dolor no se hace diferente. “Yo hubiese querido decirle que no, que se quedara, que esto iba a cambiar, pero no podía ser egoista”, expresó mientras su voz se quebrara. Aseguró que se ha negado a demostrar la tristeza que siente una madre al ver partir a lo más preciado de su vida, pero ella sabe que por dentro está destrozada.

Como ellas son muchas las madres que se van a diario en esos autobuses a otras tierras. También las que se van quedando solas, viendo pasar los días en vano, porque la mesa ha quedado incompleta.

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