Febrero 21, 2018.- CÚCUTA, Colombia
Yasmira Gordillo estaba desesperada.
Había pasado meses buscando en Venezuela, infructuosamente, los medicamentos contra las convulsiones que su hija necesitaba para sobrevivir.
“Gritaba día y noche”, dijo Gordillo de María, su hija de 19 años, quien padece de parálisis cerebral y está en una silla de ruedas. “Yo no dormía, ella no dormía, así que tuvimos que irnos”.
Irse significó sedar a María y lanzarse a un horroroso viaje de 14 horas de noche en un autobús sin ningún plan en mente, excepto encontrar la medicina en Cúcuta, el atareado poblado fronterizo colombiano que es a la vez el salvavidas y la vía de escape de muchos venezolanos.
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