Foto: Composición
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Febreo 01, 2016.-Desde hace casi dos años Rosa Orozco ha desarrollado una rutina particular que ninguna madre en el mundo querría imitar. Y es que cada semana se dirige a la cárcel de Ramo Verde a visitar a los asesinos de su hija.

A pesar de no poder verlos, la visita no es infructuosa, ya que Rosa logra su objetivo: verificar –con sus propios ojos- el reporte de las entradas y salidas del recinto penitenciario y que ocurren –como debe ser- solamente cuando les toca ir a la audiencia en Valencia por el juicio de la muerte de Geraldine Moreno Orozco.

Ese día en particular, y con más intensidad que en muchas otras fechas, Rosa seguramente debe sentirse como en una sala de cine con tecnología 3D y dramático sonido envolvente, donde nuevamente experimentará el momento preciso cuando vio a Geraldin en el piso de la entrada de su urbanización con la parte derecha de la cara, mano y piernas cubiertas en sangre, destrozadas por los perdigones… una anatomía completamente diferente a la de su hija, la que había visto salir de la casa momentos antes.

Para los reservados este ritual de visita puede sonar morboso o quizá desquiciado. Sin embargo, cuando entierras el cuerpo de tu hija baleada por un militar que le descargó en el rostro al menos 32 perdigones, mientras que el presidente de tu país y máximo jefe de las Fuerzas Armadas, consciente de este hecho lo omite, baila y celebra en plena cadena nacional, puede que tu perspectiva de las cosas cambie un poco. Eso pasó con Rosa Orozco.

Foto: Composición
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Geraldin Moreno, una joven de 23 años, murió el 22 de febrero de 2014 a causa de una fractura de toda el área orbitaria. El informe médico reveló para aquel entonces que también tuvo un desprendimiento del globo ocular derecho y la onda expansiva de los perdigones produjo el desprendimiento de la mitad del cerebro, lesionándolo totalmente.

La joven fue intervenida quirúrgicamente dos veces. La primera para detener la hemorragia y en la segunda el equipo de neurocirugía laboró durante horas para tratar de reparar los daños.

El 19 de febrero, una comisión de aproximadamente 10 soldados de la GNB decidió jugar a los verdugos ese día. Entraron en motos con una suerte de emulación a los Ángeles del Infierno a la urbanización Bayona Country I ubicada en el sector Tazajal del municipio Naguanagua en Carabobo.

De ellos solo dos están tras las rejas. El primero es el sargento Francisco Caridad Barroso, quien tras la llegada de la caravana que correteó a los manifestantes de las guarimbas por la zona residencial, presuntamente le disparó en la pierna a Geraldin e hizo que cayera al piso.

El segundo es el sargento Albín Bonilla Rojas, de 24 años. Este soldado fue el que accionó el arma a pocos centímetros de la cara de Geraldin. El mismo que tras disparar, al subir a la moto de su compañero dijo: “Ya maté a esa mald… Ya me desquité”, vanagloriándose como un cazador experto en acechar, acorralar y humillar a su presa, saboreando el golpe certero.

Es Bonilla, quien tras nueve meses de retardo procesal y desde el mes de marzo de 2015 va, como en esta ocasión, desde Los Teques a Valencia. Se sitúa diagonal al juez en cada audiencia y se sienta con expresión impávida a escuchar a los testigos que van a narrar los detalles de la muerte de Geraldine, uno por uno.

No les mira, ni reprocha, tampoco habla con sus abogadas o siquiera se mueve más allá de lo necesario. Quizá porque teme encontrar en su alrededor el mismo desprecio que se ve en el público que asiste al juicio a comprobar, tal como Rosa, que esté allí siendo juzgado y que falte poco para escuchar la sentencia que lo mantenga encerrado, confinado, preso.

Barroso, quien siempre está a su lado, también se mantiene mudo. Solo escucha con la mirada perdida cada nuevo testimonio que llega y lapida aún más sus ganas de salir ileso del caso.

Ambos visten y tienen ademanes de chamos normales, pero ahora enfrentan hasta 30 años de cárcel por homicidio calificado por motivos fútiles y quebrantamiento de pactos internacionales.

Al otro lado de la sala se encuentran Rosa Orozco y Saúl Moreno, los padres de Geraldine. Tras 20 audiencias siguen el juicio. Cada semana escuchan una y otra vez las versiones científicas, y otras no tanto, de cómo los perdigones perforaron a su hija.

El salón se llena de preguntas, testimonios, tecleo y tecnicismos que conducen a lo evidente: Geraldine fue asesinada con premeditación y alevosía.

El castillo de naipes detrás de las declaraciones de la GNB

gnb

Aunque son juzgadas solo dos personas por esta muerte, Orozco comentó que actualmente los sargentos segundo Franklin Armando García López y Paola Marlene Barroso Ortiz tienen una medida cautelar de presentación cada cinco días.

Al parecer, García López y Barroso Ortiz eran los últimos que venían en la caravana motorizada y pudieron tener una vista de todo el hecho.

Asimismo, informó que ahora se entra a una etapa con una nueva audiencia preliminar de las personas antes mencionadas, para así dictarles privativa de libertad por investigación y complicidad en el suceso.

“Tendrán que hablar, porque si no irán a juicio”, aseveró.

Frente a un eventual desenlace del juicio Bonilla-Barroso, Orozco indicó que “Yo no quiero solo dos GNB. Quiero a los 10 que estaban allí ese día, porque hubo complicidad”.

Agregó que tras la presión que hubo por el revuelo que causó este caso, es en junio de 2014 que se comienza a saber con certeza lo ocurrido, por parte de los mismos soldados que estaban en la caravana.

“Hay 10 personas que subieron a la urbanización disparando y vieron lo que pasó”, añadió Orozco.

Sobre eso también recordó que en esta fase del juicio ya se le ha hecho la solicitud al general de división Alejandro Keleris Bucarito, quien funge como Inspector General de la GNB, para saber en cuáles destacamentos se encuentran los soldados restantes que integraban en la comisión y así sean interrogados.

De igual manera, Orozco no descartó órdenes de militares de mayor rango.

El abogado Waldo Linares, así como Luis Armando Betancourt, quien pertenece al Foro Penal Venezolano, en compañía de una serie de fiscales del Ministerio Público son los encargados de llevar el caso.

Fin del juicio = ¿fin de la pesadilla?

Foto: MP
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Al paso que ha sido ejecutado este juicio, se estima que la sentencia para Bonilla y Barroso pueda darse en los últimos días de marzo o más tardar la primera semana de abril. Allí –en teoría- terminará ese indignante capítulo.

Sin embargo, no da la impresión de que será el fin de la lucha que mantiene Orozco para que sea reconocido su derecho de hacer justicia de manera absoluta.

“Tú no sabes el dolor que cargo encima. Yo muy poco salgo o me río. La mitad de mi vida, por no decir que completa, se me fue (…) Todos los días son una pesadilla”, su rostro es el rostro de una madre herida en lo más sagrado. Una madre a la que le arrebataron todo… o casi todo.

Al escuchar estas palabras sobra decir que la pesadilla de Rosa y de Saúl está lejos de terminar. Esto no acaba con este juicio o con el encierro de toda la comisión que entró ese día a la urbanización a arremeter contra los civiles que se encontraban en la zona. La pesadilla terminará cuando aprendan a vivir sin la presencia de Geraldin… un aprendizaje casi imposible de asimilar, mucho menos concluir.

http://www.lapatilla.com/site/2016/02/01/la-madre-de-geraldin-moreno-verifica-cada-semana-en-ramo-verde-que-los-asesinos-esten-presos/