Diciembre 23, 2015.-Los venezolanos establecidos en la capital francesa no esperan un cambio inmediato en la situación de su país. La polarización disminuye a medida que las personas se dan cuenta de que la violencia y escasez afectan a todas las clases por igual. La mayoría no ve el regreso como una posibilidad cercana
Divide y vencerás (Divide et vencis), máxima latina utilizada hasta la saciedad por Julio César en la Roma antigua, es bien conocida de gobiernos populistas que saben que la vieja estrategia de crear disensiones entre las diferentes facciones y de alentar controversias y divergencias en el seno de la población da excelentes resultados a la hora de afianzarse en el poder.
Ya lo vimos en la ex Unión Soviética y en los países del bloque socialista (de los que Cuba no fue excepción). Y en no poca medida, ha sido tema que ha golpeado profundamente la sociedad venezolana desde la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999 y la prolongación del chavismo, encarnado en Nicolás Maduro, desde la muerte de Chávez en 2013.
A pesar de ello, la polarización social del país alentada desde el gobierno no consiguió vencer a la oposición venezolana en las elecciones del 6 de diciembre, pese a que, en anteriores comicios había sido debilitada, por opiniones o estrategias divergentes, muchas de ellas originadas desde el poder con el objetivo de restarle fuerza al movimiento contestatario.
Son alarmantes las cifras de la emigración venezolana de los últimos 15 años. Según un estudio ofrecido por la Universidad Central de Venezuela, un millón y medio de ciudadanos, en su mayoría profesionales, ha abandonado el país, siendo Estados Unidos (con 260,000 personas), España (con 200,000), Portugal (con 110,000) y Francia y Colombia (ambos con 50,000) los países que han recibido la mayor cantidad de ellos. En el caso de Colombia, esa cifra se actualiza en los primeros ocho meses de 2015, al sumar ya unos 150,000 los venezolanos que habían llegado al vecino país, generándose una crisis fronteriza de repercusión internacional. La mayoría viene huyendo de la inflación del 158 por ciento que ha aquejado a Venezuela en lo que va de año.
De esta incesante hemorragia habló el sociólogo de la Universidad Central de Venezuela Tomás Páez durante la presentación de su libro de 367 páginas La voz de la diáspora venezolana. Nueva geografía, en la Maison de Amérique Latine de París, organizada por la asociación Diálogo por Venezuela. Se trata del primer estudio completo de este tipo, y el libro, con portada del artista plástico caraqueño Carlos Cruz Díez, establecido en París desde los años 1960, viene precedido de un prólogo titulado ‘‘Contigo en la distancia’’ (parafraseando el célebre bolero cubano) del opositor Ramón Guillermo Aveledo, ex Secretario de la Mesa de la Unidad Democrática.
Para Páez, “en la medida en que la gente se ha dado cuenta de que los homicidios, la escasez y el deterioro general no distinguen ideologías y afecta a todos los que no se benefician directamente del poder, la simpatía hacia el gobierno y con ello la polarización social ha ido disminuyendo”. En su opinión, lo que ha mantenido a este tipo de gobierno es el respaldo militar y los dividendos del petróleo.
“La opacidad del régimen en cuanto a estadísticas”, añade, “no permite ofrecer más que estimaciones, pero no cabe duda de que estamos frente a un país minado con tres millones de funcionarios donde antes solo había 800,000”. En su libro, Páez ofrece cuadros comparativos que revelan la caída de índices tales como el ingreso del país, la industria, la producción, a la vez que revela el aumento galopante de la emigración, de los homicidios, la inflación, el exilio político, etc.
Emigrar desde un país de inmigrantes
“Tenemos una nueva geografía esparcida por todo el planeta, un país de inmigrantes convertido en país de emigrantes”, concluye, quien en cierta medida es un ejemplo de ello pues vive en España donde es profesor de la Universidad Internacional de La Rioja y miembro fundador de Venezuelan Press y de la página informativa de esa organización.
Tatiana Martín es pintora, aunque estudió en Caracas para contadora pública. Vive hace 11 años en París y ya van para cinco que no ha vuelto a su país. Cuenta que “tenía muchos compañeros de estudios que en la Universidad Central, y durante las reuniones me acusaban de burguesa capitalista, ¡a mí que nací en los suburbios de Caracas!, y ello solo por no pensar igual que ellos”. Considera que lo mismo pasó en el seno de la familia y muchos de los que se fueron 16 años después, al regresar, se han dado cuenta de que algo se ha roto definitivamente en Venezuela.
“La opacidad del régimen en cuanto a estadísticas, añade, no permite ofrecer más que estimaciones, pero no cabe duda de que estamos frente a un país minado con tres millones de funcionarios donde antes solo había 800,000”
Tomás Páez, sociólogo y profesor universitario
Martín cuenta una anécdota que define muy bien la atmósfera de desconfianza que reina y polariza a la nación de hoy. “Te encuentras a alguien en el autobús y si te oye hablar lo primero que te pregunta es si eres caraqueño. Luego hay un silencio y solo se rompe cuando uno de los dos dice: ‘soy oposición’, antes de decir de qué ciudad viene, por ejemplo’’.
Martín preside una asociación caritativa que organiza eventos para recaudar fondos destinados a asociaciones no gubernamentales o estudiantiles en Venezuela. Hace poco trajeron a París al humorista Emilio Lovera, conocido como “El Hombre de las Mil Caras”, pues imita a la perfección a decenas de políticos y y a casi todos los mandatarios de América.
Muchos de lo que regresan para visitar a sus familiares encuentran una ciudad muy cambiada. Es el caso del joven contrabajista Ricardo Delgado, quien llegó a los 13 años de edad a Suiza para estudiar música en Lausana y desde hace tres trabaja en la Orquesta de Cámara de París.
“Mi familia es muy humilde y me di cuenta de que las personas mayores viven encerradas en las casas y solo reciben la información que ofrece la propaganda del gobierno y viven desconectadas de la realidad’’. Anota que ‘‘no deja de ser una realidad que a los venezolanos les gusta mucho la facilidad y algunos se han acostumbrado a que les asistan a diario sin esforzarse mucho, por eso uando les explico lo que pienso, sobre todo a esa mitad de la familia que es chavista, me responden invariablemente ‘tú no vives aquí’, como diciendo que para opinar tendría que vivir realmente allá’’.
Ricardo Delgado volvió después de siete años sin visitar Maracaibo, su ciudad natal, y lo encontró todo muy cambiado. ‘‘Las conversaciones se centran en dónde encontrar determinados productos y la palabra de orden es ‘maraña’, o sea, todos andan en una maraña que significa buscando cosas para sobrevivir o artículos de primera necesidad’’, revela.
Te encuentras a alguien en el autobús y si te oye hablar lo primero que te pregunta es si eres caraqueño. Luego hay un silencio y solo se rompe cuando uno de los dos dice: ‘soy oposición’, antes de decir de qué ciudad viene
Tatiana Martín, pintora
La violencia, arma del poder
Para el sociólogo Juan Rafael Pulido, más conocido por “Chipilo”, miembro activo de la asociación Diálogo por Venezuela, establecido en París, en su país “el clima de desconfianza cobra auge por no existir instituciones independientes del gobierno que asuman el papel de regular los conflictos entre venezolanos, sumado esto a la impunidad, la inestabilidad y la violencia política que utiliza el poder, se puede decir que se vive un verdadero estado de anomia social”. No sabemos en qué medida el gobierno y su futuro gabinete aceptarán la convivencia política. Para Pulido, la violencia se ha adueñado del ser colectivo.
“Esta situación se ve ha visto estimulada y reforzada por la creación de grupos paramilitares o bandas armadas financiadas por el gobierno y protegidas por este que ‘combaten’ a la oposición y la silencian mediante acciones criminales’’, afirma. “Hoy, la mayoría de los sectores de la oposición plural y democrática comparten la imperiosa necesidad de practicar la reconciliación como forma única de recuperar la paz social y reconstruir la nación”, asevera.
Para Elizabeth Burgos, historiadora y antropóloga venezolana de larga vida en París y colaboradora permanente de varios diarios y revistas venezolanas, entra las que cuenta la Revista Zeta, las cosas no están muy claras y no lo estarán nunca ‘‘hasta que se entienda de una vez que la alianza de petróleo con la fase más decadente del castrismo (una mezcla de populismo con militarismo que se adapta perfectamente a todo el continente latinoamericano) es la clave de la llamada revolución bolivariana’’.
Burgos estima que el resentimiento es un sentimiento clave en América Latina y esto hace que en lugar de asumir el reto de la mundialización optan por encerrarse en su propia parroquia. “Los países petroleros, lo sabemos, tienen patente de corso, y Maduro es, con esta patente, una marioneta de los cubanos”, estima Burgos, quien fue directora de la Casa de la América Latina en París en la década de 1980. “Venezuela es un protectorado cubano y como en la época colonial, en que La Habana era el punto de reunión de las flotas y controlaba el monopolio comercial con España, hoy día todo lo que se importa en Venezuela pasa por Cuba y la isla percibe a cambio derechos aduaneros”, revela indignada ante una evidencia que muchos no toman en consideración.
Para ella el hecho de que la violencia se haya generalizado y se hayan creado esas bandas organizadas al estilo de las camisas negras de Hitler o de las Brigadas de Acción Rápida cubanas, forma parte de un programa “que obliga a la clase media, el sector más identificado con los principios de la democracia, a largarse, pues es la que más les molesta”, afirma.
Considera que el hecho de que el gobierno haya tenido que reconocer el triunfo de la oposición en las recientes elecciones es el resultado de la extraordinaria presión internacional y del cambio de dirección desde la Secretaría General de la OEA.
“A ello hay que añadir el que hubo partes del Ejército que no aceptaron la posibilidad de hacer fraude, pues sabían que esta vez el pueblo tomaría las calles si no se reconocía el triunfo opositor”. Para ella queda claro que ante la disyuntiva de someter a la población a un baño de sangre o legitimar la derrota del gobierno optaron por esta última.
“ Me molesta que se le siga llamando comunistas a los presidentes populistas que en los últimos tiempos han aparecido en el panorama político latinoamericano”, dice. “Los comunistas, estemos o no de acuerdo con ellos, tenían una ideología que respetaban y en la que creían, una base conceptual sólida, un estilo. Llamarles comunistas a personajes como Maduro u otros de su tendencia es dar alcurnia a quienes en realidad no son más que unos populistas interesados exclusivamente en el dinero y el poder’’.
La beca ‘Ayacucho’
Gabriela Burgos tiene 26 años y es ingeniera civil. Es de Caracas pero vivió 17 años en el oriente del país. Hace un año llegó a París con la intención de hacer un máster en su especialidad. En otros tiempos existía un acuerdo bilateral entre Venezuela y Francia que permitía a estudiantes venezolanos venir a estudiar a la capital francesa. Esas becas, llamadas Ayacucho, garantizaban el pago de la matrícula y de la manutención del interesado y la Alianza Francesa de Caracas les cubría un curso de francés de un año de duración. “Esas becas solo se las estaban dando a los que simpatizaban con el régimen y, en los últimos tiempos, solo para ir a Irán o a Rusia”, revela Burgos.
“En Venezuela, tenía trabajo como ingeniera en una empresa constructora, pero a pesar de mis dos años de experiencia y de hablar tres lenguas, ganaba el equivalente de $30 mensuales”, confiesa. “Allí la gente está sobreviviendo, hay que hacer colas para adquirir productos de primera necesidad y los que no trabajan se dedican a hacerlas para revender luego esos productos”, apunta. A esos revendedores los llaman ‘bachaqueros’ y es tal la cantidad de personas que se dedica a eso que para comprar pañales hay que enseñar el acta de nacimiento del bebé y solo pueden comprarlos la madre o la abuela de este. ‘‘La situación es tan desastrosa que mi propia empresa se veía ogligada a liberar a los empleados una hora para que pudieran hacer colas”, cuenta.
La empresa que regula el canje de bolívares en dólar se llama CADIVI (acrónimo de Comisión de Administración de Divisas). En un principio debe garantizar un cambio preferencial cuando se trata de estudiantes o personas que van a residir en el exterior, pero el fraude ha alcanzado niveles impresionantes y se da el caso de que muchos llegan al extranjero seguros de que obtendrán los dólares según la tasa que les corresponde y nunca reciben el dinero.
Para Eduardo Díaz, estudiante de 24 años en la escuela de Ciencias Políticas de París, la divisa preferencial a 6,30 bolívares por un euro terminó siendo demasiado cara para el gobierno, de modo que decidieron reducir el volumen de gente con derecho al dólar preferencial, limitándolo a estudiantes con carreras consideradas prioritarias por el gobierno, y, por otra parte, comenzaron a cambiarlo por un valor diferente según el pedido.
Díaz vive en París desde hace dos años y medio y con anterioridad estuvo un año en la Universidad Metropolitana, privada y con un estudiantado de la oposición en su mayoría. Su estancia coincidió con las elecciones Capriles-Maduro de abril de 2013 y pudo darse cuenta de la polarización de la sociedad de su país pues hizo campaña en las calles y espacios públicos a favor de la oposición.
“En una ocasión fuimos a una playa popular de La Guaira, que se encuentra en el estado de Vargas, de amplio electorado chavista, y cuando llegamos con el grupo de jóvenes la playa entera comenzó a lanzarnos piedras y a gritarnos, al punto que tuvimos que salir corriendo”, cuenta. En París ha fundado JuvenFrance, una asociación estudiantil que respalda a los jóvenes que llegan de Venezuela y los orienta para que logren integrarse con rapidez a la sociedad francesa. Ha organizado muchas actividades y recibido a algunas personalidades venezolanas durante estos últimos dos años en Francia.
Las elecciones pasadas han dejado al parlamento venezolano mayoritariamente en mano de opositores, mientras que el gobierno seguirá ejerciéndose por los chavistas. Esta experiencia de cohabitación ha paralizado, en otros países, toda voluntad de ambas partes de tomar medidas que permitan el avance de la sociedad.
Burgos teme que de los 112 escaños ganados por la oposición algunos queden luego vacantes. “Las purgas, los juicios montados por razones inventadas, a veces tan inverosímiles como la violencia doméstica o cosas por el estilo, son viejas estrategias de este tipo de gobierno, y es muy posible que traten de captar, en el seno de los opositores, a personas que trabajen en favor de sus intereses y que remplacen a aquellos que logren sacar del Parlamento”, alerta.
Hoy, la hemorragia de clase media, la ruina de la producción nacional evidente y la costumbre de vivir a expensas de lo que el Estado proporciona marcan a Venezuela. La situación ha cambiado con estas elecciones pero la base es frágil y los males han cobrado arraigo en amplios sectores de la población. Es por ello que todos los entrevistados ven difícil un cambio inmediato, mejoría económica y, sobre todo, en lo que les atañe personalmente, la posibilidad del regreso.