Para filecdnOctubre 09, 2015.-Las dictaduras criminalizan todo aquello que no esté registrado en su código paranoico. Cada gesto puede ser interpretado como una amenaza que debe ser castigada de manera oportuna, para que no perturbe la previsible dinámica a la que aspira cualquier tirano, de perpetuarse en el poder hasta el fin de sus días. La incertidumbre la propagan en el territorio enemigo, pero puertas adentro quieren manejar todos los hilos y tener el control absoluto de lo que ocurre y de lo que pueda pasar. Certidumbre total, pues. Se rodean de espías, delatores, confidentes, sapos y otros batracios a los que les dan status de patriotas cooperantes, para que estos anuros sientan que están cumpliendo una labor fundamental en la consolidación del socialismo más humanista del planeta y sus alrededores.

Estos regímenes gastan sin miramientos en eso que eufemísticamente llaman inteligencia, que puede ser de una enorme brutalidad, cuando se trata de criminalizar a quienes tienen entre ceja y ceja. Porque en este juego perverso no tienes que ser culpable, basta con que te pongan el ojo para que no te salve ni Bambarito. El cogollo te convierte en delincuente y te adjudica los delitos que le vengan en gana, y eso que llaman poder judicial obedece ciegamente.

Dependen de un sistema de espionaje que amplía sus tentáculos a medida que pasa el tiempo, y mantenerse en el poder se convierte en una obsesión. Sobreviene, entonces, la desmesura que los obliga a contratar los servicios de brujos, hechiceros, adivinos, nigrománticos, santeros, paleros y todo bicho de uña que les ofrezca la posibilidad de controlar la psiquis de tirios y troyanos. Medium, videntes, astrólogos, iluminados, vaticinadores y oráculos también forman parte de la nómina de los socialismos que se respeten.

Pero también se arrojan a los brazos del gurú de turno, de las más costosas empresas demoscópicas, de asesores internacionales de alto target a los que les pagan elevadísimos honorarios en dólares o en euros. No escatiman en este rubro, siempre detrás de los que piensan hacer sus clientelas, seguidores, fanaticadas y especialmente sus enemigos. Los oscarshemel -de aquí y de acullá- encontraron un verdadero filón para engordar sus cuentas bancarias. En algunos casos basta con decirles que son percibidos como los dictadores más buenos y bonitos de la comarca.

Toda satrapía se comporta como el gran hermano, descrito por George Orwell en su novela 1984. Quiere controlar lo que piensa, lo que decide y lo que hace cada ser humano que habita en sus predios. Buscan anticiparse, picarle adelante a nuestras intenciones y propósitos. En este terreno siempre juegan adelantado con la complicidad de árbitros y jueces.

La paranoia -epidemia que afecta la estabilidad mental del cogollo- guía la conducta de los déspotas. La manía persecutoria también tiene un manual inédito que todo tirano sigue al pie de la letra. Por eso todos son como hermanos gemelos, sin importar si se hacen llamar de izquierda o de derechas. En ese breviario que está en el ADN de todo dictador, aparece como primer mandamiento desconocer a todo aquel que no esté dispuesto a seguirlo por el laberinto de su monomanía, centrada en atornillarse en el poder por siempre jamás.

Ese primer paso consiste en criminalizar a la disidencia como totalidad. Se le reconoce como el enemigo interior, que debe ser despojado hasta de su condición humana. En la Cuba fidelista se les llamó y aún se les llama gusanos. Esto es larvas que ni siquiera llegan a ser insectos, cuya imagen tiene que ver con personas viles y despreciables. En este protectorado castrista, los procónsules han mostrado su desprecio a la oposición democrática con calificativos variados, como escuálidos, delincuentes, fascistas, terroristas, entre otras lindezas.

En esta materia no hay nada nuevo bajo el sol y en el caso venezolano la copia al carbón de la tiranía castrocomunista es algo que no admite discusión. Se criminalizan hasta los derechos humanos. El derecho a la alimentación ha sido violentado a través del desabastecimiento, de los elevados costos y de la escasez. Con la inseguridad se penaliza el derecho a la vida, pero también se criminaliza el derecho a la protesta, a la salud, a la educación y claro a la libertad de expresión.

http://www.correodelcaroni.com/index.php/opinion/item/37954-paranoia-criminalizadora