El profesor universitario y especialista en negociación y resolución de conflictos, Pedro Jedlicka, asegura que mostrar logros concretos hará que radicales confíen en el diálogo. A su juicio, sería muy peligroso para el Gobierno iniciar un proceso de diálogo sin intenciones reales de buscar soluciones a los problemas.

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Desde febrero se celebran protestas en gran parte del país (Archivo)
SARA CAROLINA DÍAZ |  EL UNIVERSAL
miércoles 9 de abril de 2014  08:13 PM
La escalada del conflicto entre el Gobierno y la oposición, que arreció desde pasado 12 de febrero, ha impulsado el escenario para un diálogo que permita, entra otras cosas, resolver la crisis que ya ha cobrado casi 40 muertes.

Luego de varios encuentros exploratorios, la primera reunión se hará este jueves con los principales actores políticos de los dos bandos. La iniciativa propiciada por la Unasur y la Iglesia, ha generado cuestionamientos en opositores que no confían en la disposición del Gobierno del presidente Nicolás Maduro en dar un verdadero diálogo nacional, ante experiencias fracasadas recientemente.

Pedro Jedlicka, profesor universitario y experto en negociación y resolución de conflictos, considera que esos sectores a los que se llama radicales, algunos de los cuales están desesperados y frustrados ante el contexto-país (crisis económica e inseguridad, etc), solo se incorporarán al proceso si comienzan a ver resultados concretos en esa dinámica. De no haber resultados, alerta, la frustración será aun mayor para quienes dieron el visto bueno a una mesa de negociación.

El también director del Centro de Investigaciones y Estudios para la Resolución de Conflictos, CIERC, señala que en este caso el Gobierno “debe contribuir de forma activa e inmediata a la búsqueda de soluciones reales pues, un nuevo fracaso en el proceso de diálogo puede generar una reacción muy negativa incluso en aquellos que aún confían y le apuestan a una solución pacifica y negociada. Los problemas que nos afectan a todos son muy graves y requieren soluciones urgentes. Cualquier engaño o maquillaje en este proceso de diálogo, que no le ofrezca soluciones reales a los venezolanos, colocaría al Gobierno de espalda incluso a aquellos que aún lo respaldan”.

¿Qué deben hacer las partes del conflicto para que se de el diálogo fructífero?

Lo primero que tenemos que precisar es que, negociar o dialogar no implica ceder en nuestras aspiraciones e intereses. Existe una falsa percepción de que la negociación implica un regateo constante, en el que cada una de las partes involucradas debe renunciar o ceder en todo o parte de sus aspiraciones o intereses, hasta llegar a una media. Al contrario, el reto está en encontrar espacios y estrategias para negociar sin ceder, es decir, para obtener un resultado totalmente favorable sin haber renunciado jamás a nuestros principios e intereses. Esto puede ser difícil en algunos escenarios, y es precisamente esa dificultad la que nos debe invitar a explorar y transitar todos los caminos que nos puedan llevar a ese resultado, sin abandonar espacios ni oportunidades, sin cerrarnos puertas.

¿De qué se deben despojar las partes en conflicto?

Del pesimismo. Es una oportunidad para hacer planteamientos, no con el fin de discutirlos o cuestionarlos, sino buscando espacios, a partir de lo que se analiza o conversa en la propia mesa de negociación, para construir una solución que les permita resolver esas necesidades o problemas.

¿Los que no confían en el diálogo necesariamente son radicales? ¿Cómo incorporarlos al diálogo?

Tanto los radicales como los moderados cumplen un rol fundamental en los procesos de negociación. Hoy es posible pensar en una negociación efectiva, y pronosticar resultados favorables, gracias a la legitimidad que ha alcanzado el sector que adversa al Gobierno con los resultados electorales que ha obtenido en los últimos años.  Al mismo tiempo, el Gobierno ha demostrado representar a un sector importante del país, que le da legitimidad para participar en este proceso, no con el fin de imponer resultados, sino para que sus intereses y necesidades también sean considerados en la construcción de soluciones a los problemas del país.

Por otro lado, la protesta de los radicales frente a la crisis económica, política y social que vive el país, también juega un rol fundamental en la búsqueda de un resultado efectivo en la negociación pues, ha despertado inquietudes no sólo en la comunidad internacional, sino en aquellos venezolanos que han callado su voz por años, sacrificando sueños y aspiraciones o ahogándose en la frustración que le producía no ver posibilidades ciertas de cambio y de progreso. Las reacciones que hemos visto recientemente, algunas lamentablemente muy violentas, han despertado igualmente la necesidad de forzar una negociación, y buscar con urgencia una solución que no puede ser impuesta unilateralmente por un sector.

Los intentos fracasados de diálogo y negociación, le dan también legitimidad a un sector muy importante de los venezolanos para desconfiar de esta nueva oportunidad. Eso no los convierte en radicales pues, tienen muchas razones para ser pesimistas. Esta situación debe llamar a la reflexión esencialmente es al Gobierno, que debe contribuir de forma activa e inmediata a la búsqueda de soluciones reales pues, un nuevo fracaso en el proceso de diálogo puede generar una reacción muy negativa incluso en aquellos que aún confían y le apuestan a una solución paíifica y negociada. Los  problemas que nos afectan a todos son muy graves y requieren soluciones urgente. Cualquier engaño o maquillaje en este proceso de diálogo, que no le ofrezca soluciones reales a los venezolanos, colocaría al Gobierno de espalda incluso a aquellos que aún lo respaldan.

¿Realmente ese diálogo es el camino para evitar una escalada del conflicto? ¿Cómo convencer a los opositores radicales, que se expresan sobre todo en Twitter en contra del diálogo, de que ese es el camino para evitar una escalda del conflicto?

Pienso que ya estamos en una fase de escalada del conflicto. La ansiedad y desesperación de muchos venezolanos marca la agenda de las protestas. Y la inseguridad, escasez y situación económica del país no mejora, sino que empeora a pasos agigantados. Es por ello que la única forma de integrar a esos radicales al proceso de cambio, y confiar en el diálogo, es con resultados. Con un riesgo inminente de violencia descontrolada, pienso que no es oportuno invertir el tiempo en una retórica que busque convencer a esos sectores de las bondades de este proceso de negociación y diálogo. Las protestas continuarán, y es inevitable que muchos tilden de ingenuos, e incluso ofendan y ataquen a quienes seguimos apostando por un escenario de diálogo a pesar de los fracasos o engaños del pasado.

Pero mientras continúe la escalada menos se integrarán…

Mientras el conflicto se mantenga en escalada, resulta muy difícil acercarse a esos sectores radicales y conversar con ellos. De hecho, pienso que lamentablemente hay muchos que le apuestan a mantener viva esta escalada y la fomentan constantemente para provocar algún cambio, por lo que resulta una tarea titánica y poco eficiente en términos de tiempo, esperar que vuelva la tranquilidad para entonces iniciar el diálogo. No estoy de acuerdo, en lo absoluto, en la protesta que tiene por objeto mantener ese escenario de escalada y provocar un estallido violento cuyos resultados quedan al azar pues, son impredecibles. Pero no es menos cierto que son escenarios que sólo se pueden controlar, si el Gobierno y los sectores que lo adversan, comienzan a construir soluciones y a generar confianza con resultados concretos, que vayan mucho más allá de la pura retórica. Por esta razón, pienso que no podemos condicionar el inicio de un proceso efectivo de diálogo, a que podamos alcanzar antes el convencimiento de esos sectores que tienen miles de razones para desconfiar de este nuevo intento de negociación. Hay que acercarlos con resultados concretos que contribuyan al menos a la desescalada, y luego integrarlos más al proceso de diálogo y reconstrucción del país. No veo otra forma.

El Gobierno no ha cumplido con su compromiso para el diálogo en anteriores oportunidades. ¿Eso debe ser impedimento para sentarse de nuevo en la mesa?

Como mencionaba antes, el escenario actual es muy distinto al que existía en oportunidades anteriores. La oposición ha obtenido resultados muy favorables en los procesos electorales más recientes; los problemas de inseguridad, escasez, inflación, desempleo, por sólo nombrar algunos, se han agudizado y le restan fuerza y legitimidad al Gobierno, incluso frente a aquellos que aun lo apoyan; la intensidad de las protestas ha aumentado, y la represión que han desatado los cuerpos de seguridad del Estado para tratar de controlarlas, así como la intervención clara de paramilitares, han despertado el interés de la comunidad internacional, generando rechazo incluso en aquellos que todavía creen en las políticas gubernamentales. No podemos comparar entonces la fortaleza y legitimidad que podía tener el Gobierno en aquél primer intento de diálogo, con la realidad actual. Sería un error grave y muy peligroso para el Gobierno, iniciar un proceso de diálogo sin intenciones reales de buscar soluciones efectivas a los problemas. Incluso, en mi opinión, el tiempo para alcanzar los primeros resultados y tratar de generar confianza y tranquilidad en la población, juega en contra del Gobierno.

Es por eso que creo, ahora más que nunca, que existen razones para sentarse en la mesa a conversar, con una posibilidad clara de presionar y exigir resultados en el corto plazo. Esta no es la Venezuela del 2002.

¿Todos los actores políticos están capacitados para el diálogo cara a cara? ¿Cómo saber quiénes son los mejores interlocutores para lograr lo que se quiere?

Todos los actores políticos juegan un rol fundamental en el proceso de negociación y diálogo. Sin embargo, no todos pueden ejercer el mismo rol. No necesariamente los líderes que puedan ejercer mejor la representación de los sectores en conflicto, son los indicados para participar directamente en la mesa de diálogo. Por ejemplo, los líderes gubernamentales que se han comprometido frente a sus seguidores en no ceder ante las aspiraciones del sector opositor y que han llamado incluso a la batalla por lo que han llamado la defensa de la Patria, no son los mejores interlocutores en una mesa de negociación. De igual forma, los líderes de grupos radicales de oposición que han impulsado las recientes protestas y que han llamado a la resistencia, deben cumplir en este proceso un rol distinto al que se sienta a conversar con el Gobierno. Todos estos líderes o interlocutores son importantes pues, cada uno de ellos, con estrategias moderadas o radicales, captando el voto popular o la atención del venezolano frustrado o desesperado, ha contribuido a desarrollar una legitimidad incuestionable que ayuda a generar situaciones que permiten forzar la negociación y proyectar resultados favorables.

No es momento de abandonar espacios, ni cuestionar las estrategias que cada uno de estos líderes ha llevado adelante para buscar una solución pues, en definitiva han generado una cantidad de reacciones y resultados que le dan legitimidad suficiente a los interlocutores en la mesa de negociación para exigir resultados rápidos que beneficien a la gran mayoría del país.

¿Se puede condicionar el diálogo, como lo ha hecho la oposición?

Pienso que los planteamientos que ha realizado la oposición, lejos de percibirlos como condicionantes, lo que buscan realmente es darle mayor fortaleza al proceso de negociación, eliminando cualquier elemento de presión o desequilibrio que pueda comprometer los resultados del diálogo y generar mayor frustración en la población. Las partes deben sentir confianza en el proceso de negociación, y ello no es posible si el resultado va a estar condicionado en definitiva a la revisión de una institución sobre la cual el Gobierno ejerce total control. Tampoco es posible negociar con una pistola en la cabeza o bajo presiones ilegítimas causadas por los procesos judiciales que se han iniciado contra líderes políticos y estudiantes pues, son circunstancias que llevan al chantaje o que buscan imponer algún resultado no negociado. En lugar de hablar de condicionar el diálogo, prefiero decir que es totalmente justificable exigir que se tomen ciertas medidas o previsiones que contribuyan a generar confianza y equilibrio en el proceso de negociación. Pienso que los requerimientos de la oposición a efectos de sentarse a dialogar, van en ese sentido.

¿El que detenta el poder político muestra debilidad al ceder ante exigencias de la contraparte?

Mejorar las condiciones mínimas necesarias para un diálogo fructífero, no implica debilidad alguna. Al contrario, demostraría interés por parte del Gobierno en desarrollar un proceso efectivo y transparente que contribuya a construir soluciones a los problemas reales del país.

En cuanto a la negociación propiamente dicha, pienso que el gran reto para los negociadores o interlocutores, es detectar espacios que le permitan tender puentes para que el contrario cruce y se encamine por esa vía de construir juntos las soluciones que requiere el país, sin entrar en discusiones o debates que los obliguen a renunciar a sus propios ideales o a los compromisos que han adquirido con su gente. Puede ser difícil, pero es posible. De hecho, el mayor éxito en una negociación lo alcanzas cuando es el contrario el que plantea una solución que logra satisfacer tus necesidades o intereses. No importa de dónde venga la propuesta, si permite en definitiva construir y alcanzar la solución del problema.

*Jedlicka también es participante del Programa de Negociación de Harvard y miembro de la lista de árbitros y conciliadores del Centro de Arbitraje de la Cámara de Caracas y el Centro de Conciliación y Arbitraje, CEDCA.

http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/protestas-en-venezuela/140409/sin-soluciones-reales-la-reaccion-ante-el-dialogo-sera-muy-negativa
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