La oposición cerca la sede del Gobierno y exige la renuncia del primer ministro
El Parlamento pretende debatir hoy la destitución del Ejecutivo
¿Puede la grave crisis política de Ucrania ser resuelta por las instituciones del Estado sin que derive en caos y violencia? A esta pregunta que inquieta en los centros de poder occidentales deberá responder la Rada Suprema de Ucrania (Parlamento estatal) que ha aceptado debatir sobre el cese del Gobierno en su sesión plenaria del hoy. El voto de censura al Gabinete que dirige Mikola Azárov fue incluido en el orden del día a instancias de los líderes de la oposición parlamentaria, que son también los dirigentes de las manifestaciones en la calle (el euromaidán) y del “comité de resistencia nacional” formado tras la violenta disolución de un mitin pacífico en la madrugada del sábado.
Por ver está si la fuerza vertebradora del Gobierno (el Partido de las Regiones), mayoritario en la Cámara, aceptará sacrificar a Azárov en espera de ganar tiempo y minimizar su descrédito tras el giro de 180 grados que supuso la congelación del acuerdo de asociación y de libre comercio con la UE en vísperas de la cumbre de la UE que debía firmar el documento el 29 de noviembre. Es dudoso que la caída del Gobierno baste para aplacar los ánimos de la calle, que exige la dimisión del presidente Víctor Yanukóvich.
Activistas del partido nacionalista Svoboda, Udar (la fuerza dirigida por el campeón de boxeo Vitali Klichkó) y Patria (el partido de la encarcelada Yulia Timoshenko) bloquearon ayer durante todo el día la sede del Gobierno e imposibilitaron así el funcionamiento normal de la institución. Tal vez por ello, Azárov había convocado por la tarde a los embajadores de la UE en la sede del ministerio de Exteriores. El acuerdo de asociación con la UE sigue estando sobre la mesa, pero los episodios de violencia del fin de semana han cambiado cualitativamente el contexto en el que se había desarrollado hasta ahora la relación con Ucrania, afirmaban medios diplomáticos en Kiev.
Tras la carga policial contra los manifestantes de la plaza de la Independencia siguieron el domingo violentos enfrentamientos junto a la sede de la Presidencia, que se han saldado con centenares de heridos, entre activistas y fuerzas del orden público, a los que hay que añadir varias decenas de periodistas golpeados por las fuerzas antidisturbios. La calle que lleva a la sede presidencial estaba desierta ayer, al haber sido cortada en dos puntos, situados a unos cien metros entre sí. Junto a la presidencia habían tomado posiciones los antidisturbios, y al inicio de la calle, junto a unas barreras metálicas, se habían situado voluntarios del servicio de orden del “comité de resistencia nacional”, que se someten a las órdenes de Yuri Lutsenko, que fue ministro del Interior con Timoshenko.
Con firmeza, pero de modo tranquilo y hasta paternal, fornidos veteranos de la liquidación de las consecuencias del accidente de Chernóbil y de la guerra de la URSS en Afganistán mantenían a raya a los jóvenes, algunos de ellos enmascarados, que trataban de colarse hacia la presidencia aprovechando para ello los momentos en que las barreras se abrían para dejar pasar a algún que otro vehículo.
Los 28 embajadores de la UE, además de los representantes diplomáticos de EE UU, Japón, Canadá y Suiza, se reunieron por la mañana con los líderes del “comité de resistencia nacional” en el edificio central de los sindicatos, que ha sido ocupado por la oposición y es ahora su cuartel general. La condena a todo tipo de violencia, el reconocimiento del liderazgo de los dirigentes de la oposición en el intento de frenar la violencia del domingo y la necesidad de diálogo político con las autoridades fueron tres puntos básicos del mensaje transmitido por los diplomáticos. Por su parte, el comité de resistencia nacional transmitió a los embajadores el deseo de que la UE apoye a los que salieron pacíficamente a la calle y de muestras de solidaridad con el pueblo ucraniano. También entregaron información sobre los manifestantes que han sufrido la violencia policial.
Durante el fin de semana, miembros del Gobierno han contactado a representantes occidentales para dar su versión de los hechos. Además, altas figuras del Estado han indicado que el equipo de Yanukóvich está dividido y que una parte de éste está dispuesto a trabajar en el acuerdo de asociación para firmarlo con la mayor brevedad. Esta posición es expresada por tienen esperanza de reforzarse en el Gabinete tras una “purga” (la marcha de Azárov) que dé al Ejecutivo una apariencia de renovación y credibilidad. Para que estos planes (dignos del cuento de la lechera) puedan ponerse en práctica es necesario, de entrada, que el Partido de las Regiones se divida y que parte de sus diputados se pasen de bando y sumen sus votos a los de la oposición. De momento, los representantes de ésta dicen contar con 215 votos, por lo que necesitan otros 11 para obtener la mayoría simple de 226 votos (la Cámara tiene 450). Si esta vía prospera, teóricamente podría llegarse a un acuerdo para formar un Gobierno de coalición nacional con la oposición, lo cual plantearía una nueva serie de problemas.
Indicios de los ánimos fueron las declaraciones de Inna Bogoslóvskaya. Esta diputada, que ha anunciado el fin de su militancia en el Partido de las Regiones, advirtió que “un tercio” de los manifestantes contra el Gobierno quisieran que los dirigentes de Ucrania “sufrieran el destino de Ceaucescu [el presidente rumano linchado tras la revolución anticomunista de 1989]”. “Si mañana no destituimos al gobierno el Parlamento dejará de funcionar”, dijo Bogoslóvskaya, que advirtió a sus camaradas: “No hagan ver que el problema no existe, porque de lo contrario la calle acabará con el Parlamento”.