Una madre siria con su hijo, refugiados en territorio turco. | V. R.

Una madre siria con su hijo, refugiados en territorio turco. | V. R.

  • Los civiles sirios desplazados se sienten abandonados
  • Al interior de Siria, apenas llega el 20% de lo necesario
  • Turquía hace lo posible para que los refugiados no colapsen su Sanidad
  • Ha cedido sanatorios al exilio sirio por el bien de su sistema sanitario

Vicente Romero | Vídeo: Miguel Romero | Killis (frontera turco-siria)

Actualizado jueves 24/10/2013

Las organizaciones en el exilio de la oposición a la dictadura hereditaria de Bashar Asad se esfuerzan en recoger medicamentos, alimentos y otros bienes esenciales, y en hacerlos llegar a las zonas en poder de las fuerzas rebeldes. Con ello tratan de paliar la escasez de la ayuda humanitaria que recibe las víctimas de la guerra.

“Al interior del país apenas llega un 20% de lo que sería necesario. Falta casi todo lo imprescindible en una hecatombe tan grande como la que sufre Siria. Las condiciones en que se encuentran tanto los combatientes como los civiles desplazados son inhumanas: sin atención médica, sin suficiente comida y, sobre todo, sin la esperanza de que alguien acuda en su auxilio”.

Con estas palabras Mohamed Al Jandali, presidente de unaJunta de Ayuda en la ciudad turca de Killis, resume un drama que afecta a la mitad de la población de Siria.

“Occidente debería entender que su pasividad provoca en nuestras gentes una sensación de abandono que abona el terreno para el activismo de los islamistas radicales”, añade en tono de advertencia. “Los grupos insurgentes afines a Al Qaeda, aunque no representen nuestra manera de ser y pensar, se benefician políticamente de la ausencia de ayuda humanitaria. No se les puede combatir sólo con medidas de represión; hay que demostrar al pueblo sirio quiénes son los amigos con que puede contar en los peores momentos”.

Una madre siria con su hijo, refugiados en territorio turco. | V. R.Una madre siria con su hijo, refugiados en territorio turco. | V. R.

Turquía ha cedido al exilio democrático sirio algunos pequeños sanatorios y establecimientos médicos para que los utilice como hospitales de campaña, en ciudades cercanas a la frontera. Hasta ellos llega tan solo una minoría de casos graves, evacuados en circunstancias muy difíciles, que son atendidos en salas de curas con un equipamiento básico. Porque no disponen de quirófanos ni de instrumental adecuado, ni tampoco del personal médico preciso. Y las carencias se suplen a base de improvisación y voluntarismo.

“La violencia del régimen de Bashar Asad es cada día mayor, el número de heridos no para de aumentar y todo indica que la guerra va a ser larga“, aseguraba Cristóbal Escribano, representante de la Unión de Sirios en el Exterior. “No recibimos ayuda de ninguna agencia humanitaria y nuestra acción depende de las aportaciones de la gente en distintos países, entre ellos España”.

En estos modestos sanatorios se echa de menos la presencia de las grandes ONG. Y también una colaboración más sincera y generosa de las autoridades locales. Porque resulta evidente que su intención principal no es brindar socorro a heridos y enfermos del país vecino, sino evitar que su llegada colapse el sistema de salud turco.

Por el contrario, la solidaridad resplandece en el trabajo de algunos voluntarios extranjeros, que colaboran a título individual. Como Mar, una joven dentista catalana que, tras costearse el viaje hasta el sur de Turquía, corre con sus propios gastos de estancia mientras trabaja en el hospital sirio de la ciudad de Reyhanli.

Un padre junto a su hijo sirio herido. | V. R.Un padre junto a su hijo sirio herido. | V. R.

En una de sus salas abarrotadas de pacientes, un hombre se dirigió a la cámara de Evaristo Canete para expresar su indignación: “Es una vergüenza que miles de jóvenes mueran o queden lisiados luchando contra la tiranía de Asad sin que a nadie le importe”.Desde un lecho cercano, su hijo de 18 años escuchaba en silencio, con una mirada infinitamente triste, tras haber perdido una pierna en combate.

Otros dos heridos del Ejército Libre Sirio (ELS) nos contaron su infortunio en una habitación vecina. Zen empuñaba un fusil cuando una bala enemiga le atravesó el abdomen. Quedó paralítico de ambas piernas. Y se lamentaba de que nunca podrá ejercer su antiguo oficio de mecánico. Frente a él, Mustafá comentaba que tampoco él volverá a caminar, porque la metralla de un obús le destrozó una vértebra durante un bombardeo sobre la ciudad de Hama. Dos vidas rotas antes de cumplir 20 años. Dos ejemplos de un horror que continúa incrementando el número de sus víctimas cada día que pasa.

“Pero nuestros pacientes no son únicamente milicianos”, explicaba el doctor Qutaiba Haj Yasin. “También recibimos a muchos ancianos, mujeres y niños, heridos por los bombardeos y enfermos por las privaciones. Los civiles siempre llevan la peor parte en las guerras, sobre todo los niños que son los más frágiles. Y la mayoría de los refugiados y los desplazados son niños”.

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/23/internacional/1382522436.html