09 de jul de 2013

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Maduro nos quiere hacer creer que su gesto demuestra el compromiso de Venezuela con la libre expresión y su férrea oposición a esconder información del público. También quiere que el mundo conozca su rechazo a las operaciones secretas de inteligencia de los gobiernos. Es curioso, por lo tanto, que Venezuela no haya expresado la misma indignación acerca de cómo sus aliados ocultan información. Argentina es un ejemplo. El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se negó a otorgarle al fiscal federal Alberto Nisman autorización para viajar a Washington e informar a un comité del Congreso estadounidense sobre los datos que ha reunido sobre las células terroristas de Irán y Hezbollah en el hemisferio occidental. El informe de 500 páginas que Nisman elaboró sobre el tema es de carácter público, pero en una carta del 1 de julio dirigida al Congreso de Estados Unidos, el fiscal indicó que por orden de la Procuración General de la Nación se le había “negado la autorización para testificar ante el honorable parlamento”.

La falta de preocupación de Maduro sobre la supresión de información en Argentina merece que se le preste atención. La manera más fácil de entender su oferta para otorgar refugio a Snowden es como un intento para distraer a los venezolanos de sus crecientes y cotidianas penurias económicasy hacer que, en un gesto patriótico, apoyen la decisión de irritar al Tío Sam. Pero no es lo único.

Venezuela tiene razones para temer transformarse en un actor cada vez más irrelevante a medida que América del Norte produce una mayor parte de la energía que consume. Esto transforma a Irán en un país crucial. Maduro puede estar tratando de establecer sus credenciales como un líder tan comprometido con la causa antiestadounidense como su predecesor, Hugo Chávez, quien había forjado un fuerte lazo personal con el ex presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad. También necesita abrir su propio espacio en la política sudamericana.

La oferta de asilo a Snowden es una forma de enviar un mensaje al mundo de que, más allá del débil intento del secretario de Estado estadounidense, John Kerry, de buscar un acercamiento con Caracas el mes pasado, la Venezuela post-Chávez no tiene ninguna intención de alterar el rumbo de la revolución bolivariana. En lugar de ello, conforme la economía del otrora rico país petrolero se deteriora, Maduro está indicando que Venezuela quiere ser un aliado geopolítico y estratégico incluso más leal de Rusia e Irán.

La presidencia de Maduro sigue siendo considerada ilegítima por cerca de la mitad del electorado venezolano, que votó por el candidato opositor Henrique Capriles en las elecciones de abril. El tipo de cambio oficial, conocido como el “bolívar fuerte”, asciende a 6,3 unidades por dólar. Sin embargo, una escasez de dólares ha obligado a los importadores a acudir al mercado negro, donde la moneda se transa a entre 31 y 37 unidades por dólar. Los controles de precios abarcan casi todo, generando escasez de alimentos y medicinas. De todos modos, la inflación ahora bordea 35%, lo que significa que algunos vendedores están eludiendo los dictámenes del gobierno.

En una sociedad libre donde hay elecciones competitivas, el caos económico a menudo conduce a una respuesta del gobierno que trata de mitigar las dificultades. Venezuela necesita la liberalización. Pero eso arruinaría las ganancias de los militares que, en buena medida, son los que están a cargo del país. Cuando a un país se le acaba el papel higiénico en la primavera, surge la metáfora de un Estado fallido. Pero el canciller de Maduro, Elías Jaua, respondió recriminando a los venezolanos por su materialismo al preguntar “¿ustedes quieren patria o papel higiénico?”.

Si el gobierno está diciendo que la espiral económica de la muerte le importa un comino es porque cree que tiene a la nación en sus manos. El control estatal de la información, por un presidente que se ha vuelto el principal defensor de Snowden en el mundo, es casi absoluto. El último canal importante de televisión por cable independiente fue finalmente vendido en abril y el mercado de los medios impresos independientes se está reduciendo.

Otra arma de la represión, una que Snowden supuestamente aborrece, es la capacidad de espiar a los ciudadanos. Chávez nunca tuvo remordimientos a la hora de grabar las conversaciones de sus adversarios, una práctica que continúa durante la gestión de Maduro. Las diferentes facciones que compiten al interior del gobierno podrían estar siguiendo el ejemplo. Dos recientes casos altamente publicitados, uno en el que un reconocido partidario del gobierno acusa de presuntos delitos a gente del gobierno en una conversación con un militar cubano y otro contra un político opositor, han intensificado la sensación entre los ciudadanos de que no existen las conversaciones privadas en Venezuela.

No obstante, incluso un gobierno que cierra la prensa y espía a sus ciudadanos sin rendirle cuentas a nadie necesita aliados. Ningún país puede sobrevivir en el aislamiento absoluto, en especial cuando su poderío económico colapsa.

Los déspotas latinoamericanos lo entienden. Argentina trata de depositar gestos de buena voluntad en su cuenta con Irán al bloquear el viaje de Nisman a Washington. Venezuela, al ofrecer refugio a Edward Snowden, está realizando, sin lugar a dudas, un ofrecimiento similar a los enemigos de sus enemigos.

  • Updated July 7, 2013, 6:18 p.m. ET

Why Venezuela Offers Asylum to Snowden

President Nicólas Maduro sends a message of his loyalty to Iran.

    By

  • MARY ANASTASIA O’GRADY

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European Pressphoto Agency(L to R) presidents of Venezuela, Nicolás Maduro; from Argentina, Cristina Fernández; from Bolivia, Evo Morales, and from Ecuador, Rafael Correa.

Mr. Maduro would have us believe that his gesture is a demonstration of Venezuela’s commitment to free speech and its fierce opposition to withholding information from the public. He also wants the world to know that he disapproves of secret government intelligence-gathering operations. Funny that.

Venezuela has expressed no such righteous indignation about information suppression by allies. Take Argentina, which has recently refused to allow its special prosecutor Alberto Nisman to travel to Washington and brief a U.S. congressional committee about intelligence collected on Iranian and Hezbollah terror cells in the Western Hemisphere. Mr. Nisman’s 500-page report on the subject is public but in a July 1 letter to the U.S. Congress he said that by order of the Argentine attorney general he has been “denied the authorization to testify before the honorable parliament.”

Mr. Maduro’s lack of concern about Argentina’s information suppression deserves attention.

His offer of refuge to Mr. Snowden is most easily explained as an attempt to distract Venezuelans from the increasingly difficult daily economic grind and get them to rally around the flag by putting a thumb in Uncle Sam’s eye. Yet there is something else.

Venezuela has reason to fear increasing irrelevance as North America becomes more energy independent. This makes Iran crucial. Mr. Maduro may be trying to establish himself as a leader as committed to the anti-American cause as was his predecessor, Hugo Chávez, who had a strong personal bond with former Iranian President Mahmoud Ahmadinejad. He also needs to establish his own place in South American politics.

Reaching out to Mr. Snowden is a way to send a message to the world that notwithstanding Secretary of State John Kerry‘s feeble attempt at rapprochement with Caracas last month, post-Chávez Venezuela has no intention of changing the course of the Bolivarian revolution. Rather, as the economy of the once-wealthy oil nation deteriorates, Mr. Maduro is signaling that Venezuela wants to become an even more loyal geopolitical ally and strategic partner of Russia and Iran.

Mr. Maduro’s presidency is still viewed as illegitimate by roughly half of the Venezuelan electorate, who voted for challenger Henrique Capriles in April. The official rate of the currency known as the “strong bolívar” is 6.3 to the dollar. But a shortage of greenbacks has forced importers into the black market where the currency trades at somewhere between 31 and 37. There are price controls on just about everything, producing shortages of food and medicine. Even so, inflation is now hovering at around 35%, which means that some vendors are skirting government mandates.

In a free society with competitive elections, economic chaos generally prompts a government response designed to mitigate hardship. Venezuela needs liberalization. But that would threaten the profits of the military, which is largely running the country. When the nation ran out of toilet paper in the spring, it was the perfect metaphor for the failed state. But Mr. Maduro’s foreign minister, Elias Jaua, responded by scolding Venezuelans for materialism, asking, “Do you want a fatherland or toilet paper?”

If the government is saying that it doesn’t give a damn about the economic death spiral, this is because it believes it has the nation in a head lock. State control of information—by a president who has now become the world’s foremost defender of Mr. Snowden—is almost complete. The last large independent cable television station was finally sold in April and the independent print media market is shrinking.

Another tool of repression, which Mr. Snowden supposedly abhors, is the ability to spy on citizens. Chávez had no compunction about recording the conversations of adversaries, and the practice continues under Mr. Maduro. Competing factions inside the government may even be getting into the act. Two recent high-profile cases—one involving a well-known government insider alleging crimes by members of the government in a conversation with the Cuban military, and another targeting an opposition politician—have increased the feeling among citizens that there is no such thing as a private conversation.

Yet even a government that locks down the press and spies on its own citizens without answering for it needs allies.

No nation can survive in full isolation, especially when its economic power collapses.

Latin despots get this. Argentina is depositing goodwill in its account with Iran by blocking Alberto Nisman’s trip to Washington. Venezuela, by offering refuge to Edward Snowden, is undoubtedly making a similar offering to the enemies of its enemies.

Write to O’[email protected]

http://online.wsj.com/article/SB10001424127887324399404578590503856740838.html

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