Cansados, con hambre e incertidumbre: la cruda realidad de los inmigrantes al llegar a Yuma

“Por favor, dame agua”, me decían la mayoría de los inmigrantes con quienes hablé, que habían recorrido un largo camimo desde un punto de México cercano a la frontera al desierto en Yuma, Arizona, después de ser abandonados por los traficantes o coyotes para que caminaran hasta llegar a su destino. Los inmigrantes usan como luz, la luna, y se guían por las luces que se ven desde lejos.

“Las luces”es un lugar improvisado rodeado de siembras de agricultores, monte, desierto y por supuesto, no hay muro. La frontera en ese punto está abierta donde todo el que quiere, ingresa.

Es allí donde la patrulla fronteriza estadounidense se encuentra sin que exista algo más que una especie de carpa, porque no hay computadoras, no hay sillas, escritorios ni nada. El ingreso de los inmigrantes comienzan a partir de la medianoche cuando se recibe aproximadamente a mil personas o más, van llegando en grupos de 10, 6, 20. Los funcionarios los organizan; revisan sus documentos, les leen las normas básicas y empiezan a ser transportados en los autobuses hasta un centro de procesados.

Habían muchas familias con niños, muchos que lloraban a pesar que sus padres trataban de calmarlos. Entre las nacionalidades se encontraban; venezolanos, colombianos, peruanos, brasileños y, quizás el grupo más predominante, cubanos. La gran mayoría del grupo de inmigrantes habían pasado El Darién y solo un pequeño grupo lograba volar directamente a méxico.

Todos hablaban de sus experiencias; jornadas llenas de hambre, injusticia, extorsión y pesadillas. Ellos llegaban a ese punto con cansancio, hambre, sed e incertidumbre.

Pude ver a una joven madre colapsarse y llegar en hombros de otra persona. Pedían ayuda y agua a gritos. La noche anterior, el reportero Anthony Aguero pudo registrar algo similar y ver llegar una madre en ambulancias.

Cruzar a esas horas de la noche les evita a los inmigrantes sufrir las inclemencias del desierto y los traficantes aprovechan la oscuridad para hacer sus traslados sin ser vistos.

Desde la distancia a la que me encontraba, yo podía ver los intercambios de luces de linternas de dos grupos de traficantes, eran señales entre ellos que significa que se pueden enviar más inmigrantes.

Así como la patrulla fronteriza los iba trasladando, seguían llegando. Un agente salía en un autobús lleno con inmigrantes y podía ver cómo llegaba otro en su lugar, permaneciendo cuatro o cinco agentes para manejar ese grupo de personas que seguía llegando.

He escuchado muchísimas historias de inmigrantes, he visto muchos videos y noticias. Nada es comparable a estar ahí. Para mi, fue duro. Mi primera hora ahí estaba en shock y poco a poco a medida que asimilaba lo que veía, me pude acercar a hablar con los que iban llegando.

Aquí no hay héroes, todos perdemos. No hay dinero que compense una travesía tan peligrosa que no todos la logran.

Agradecida infinitamente con Anthony Aguero por todo el apoyo prestado para que pueda realizar este viaje en la frontera sur. Por favor, síganlo en las redes y apoyen su trabajo.

Seguimos: New Mexico-Texas
Patricia Andrade

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