Los venezolanos viven una carrera de obstáculos a diario para poder garantizarse los servicios públicos, la salud, e incluso, para trasladarse de un lugar a otro. A las ya frecuentes filas para comprar alimentos, la hiperinflación, los constantes cortes de energía y la deficiencia en los servicios de telecomunicaciones, se le suma la escasez de gasolina.
“Las carencias son muchas. No tienes dinero, no tienes agua. Te escasea el gas… Lo que falta es que se nos vaya la luz”, exclama Andrés Laya, conductor de autobús de Caracas, quien ha visto liquidados sus ingresos en el país petrolero y por la extensión de las medidas de cuarentena. “Impotencia, desesperación, frustración. A eso nos lleva esta cuarentena”, describe Laya mientras aguarda una fila de 3 kilómetros para llenar el tanque de combustible de su vehículo. Ha pasado nueve horas esperando, pero teme que al llegar su turno para surtir, la gasolina se agote, como ya le ha ocurrido a algunos de sus conocidos.
La sicóloga social Yorelis Acosta advierte que estos problemas golpean la salud mental de la ciudadanía, que muestra conductas de inestabilidad, y ahora – con la pandemia de coronavirus- se desatan el nerviosismo y el pánico. “Lo primero que vamos a ver son alteraciones en el estado de ánimo, muchísima irritabilidad, estrés, tristeza depresión y predominio de ansiedad”, explica Acosta, quien se desempeña como investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela.
“Vivir en Venezuela es vivir en completo terrorismo. Uno realmente tiene un futuro incierto, un presente incierto, porque pasamos por una pandemia que requiere normas sanitarias que no podemos cumplir”, detalla Ana Díaz, dirigente comunitaria de una zona pobre del oeste de Caracas, quien relata que, en su casa, el suministro de agua por tuberías falla con frecuencia, e incluso, pasan meses sin el servicio.
Con información de VOA Noticias