Además de lidiar con el proceso migratorio, los trámites legales y la obtención de permisos; la diáspora venezolana también ha tenido que afrontar tratos discriminatorios, actos violentos y rechazo por parte de los nativos de los países en los que se han residenciado.
4.769.498 de venezolanos han salido del país huyendo de la falta de alimentos, medicinas, servicios públicos y de la hiperinflación que atraviesa el terruño con las reservas petroleras más grandes del mundo; esta es la cifra que maneja el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), las oficiales no existen; casi la misma cantidad de personas que salieron de Siria después del conflicto armado que se inició en 2011. Y podría elevarse a ocho millones, si no cesa la crisis humanitaria, asegura el organismo que forma parte de la ONU.
Por tierra, aire y mar ha sido la estampida; unos cuantos se han ido caminando, a principios de 2018 imágenes de caravanas de connacionales cruzando la frontera con Colombia a pie, con bolsos y maletas en la espalda inundaron las redes sociales y no dejaron indiferente a nadie –no militante del PSUV–; un drama que han seguido muy de cerca distintas ONG dedicadas a derechos humanos, migración y refugiados, y medios de comunicación nacionales e internacionales.
Colombia, Perú, Chile, Argentina, Ecuador y Brasil son las naciones que han recibido el grueso de la diáspora venezolana.
Se estrechan los caminos y destinos
Hasta hace apenas cinco años el pasaporte con el Escudo de Armas estaba entre los 25 más aceptados en el mundo. Ahora empieza a quedarse atrás. Hoy, nada más en América, son 11 los países que le solicitan un visado a los venezolanos (o exigen más documentos que hacen cada vez más complicada la entrada), la razón de muchos: al ver que no se producen cambios políticos y económicos en la patria de Bolívar y al darse cuenta que sus servicios públicos y economías comienzan a resentir el aumento repentino de su población; varios vecinos de la región decidieron limitar el ingreso.
Entre los más recientes están República Dominicana, que desde el 16 de diciembre se convirtió en el onceavo país en aplicar esta providencia. Le antecedieron Trinidad y Tobago, Ecuador, Perú y Chile, este último ya había establecido en 2018 un visado de “Responsabilidad democrática” para los que viajaran con la intención de residenciarse o trabajar allá temporalmente; luego en junio de este año instauró que todo venezolano que quiera visitar su territorio debe tener un visado.
Aruba anunció que a mediados del 2020, los nacionales de Venezuela necesitarán visa para entrar en la isla caribeña, excepto quienes ya posean la de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido o Irlanda.
Los primeros que dieron el paso: Guatemala, Santa Lucía, Panamá, El Salvador y Honduras, estos dos últimos como medida de reciprocidad.
Colombia ha tenido una postura abierta ante el ingreso de venezolanos en su territorio, pero para atender la avalancha de migrantes ha pedido cooperación internacional. La tierra del escritor Gabriel García Márquez no es un país acostumbrado, ni con experiencia en recibir personas de otras nacionalidades, al contrario, en el pasado muchos neogranadinos solían marcharse para buscar mejor calidad de vida y empleos, siendo uno de los destinos predilectos, Venezuela.
La peor traba: la xenofobia
La pequeña Venecia siempre estuvo abierta a recibir inmigrantes de cualquier parte del mundo. Portugueses, alemanes, españoles, italianos, chilenos, argentinos, uruguayos, colombianos, ecuatorianos y peruanos, entre otros; todo aquel que quisiera venir, era bienvenido (unas comunidades más apreciadas que otras, pero aceptadas todas). Escuchar que alguien se fuera de Venezuela no era considerado normal, resultaba extraño que una persona decidiera dejar el país, a pesar de los males que lo aquejan desde finales del siglo pasado. Pero a partir de 2014 la situación política, social y económica ha obligado a muchos a salir de sus fronteras. Tanto más extraño era el incorporar el término xenofobia, pero estos últimos meses han tenido que memorizar su definición y lo que es peor: experimentarla.
2019 ha sido un año lleno de denuncias de xenofobia hacia venezolanos, cientos de casos de actos discriminatorios y violencia física se conocieron a través de redes sociales y medios de comunicación, la mayoría en Perú, Ecuador, Panamá y Chile, muchos incitados por declaraciones de funcionarios públicos.
Uno de los países que intensificaron las brigadas de control migratorio a principios de año fue Ecuador, luego del asesinato, en la ciudad de Ibarra, de Diana Carolina Ramírez, la joven de 22 años, embarazada, asesinada a puñaladas por su expareja, de nacionalidad venezolana; este crimen desató que ecuatorianos asaltaran casas de inmigrantes venezolanos, y que estos fueran objeto de amenazas y destrozos. También se registraron manifestaciones con carteles que decían “Fuera malditos asesinos”.
Turba desaloja casa de inmigrantes y quema sus pertenencias en Ibarra. Noche peligrosa para la comunidad de Venezuela radicada en Ecuador. Imagenes vía @GregJaimes. pic.twitter.com/MyQjB2Ju5M
— Daniel Blanco (@DanielBlancoPz) January 21, 2019
Terminal de #ibarra #Ecuador Por favor difundir. Que lo sepa el mundo y se tomen acciones que garanticen la seguridad y la vidad de nuestros amigos, familiares y #venezolanos que viven alli y son perseguidos por culpa de un maton. Nuestra gente necesita ayuda. pic.twitter.com/7EM7xgJN9G
— Jose Miguel Delgado (@josedelgadove) January 21, 2019
Luego, la respuesta del presidente Lenín Moreno agudizó más la situación. Sus palabras: “Les hemos abierto las puertas, pero no sacrificaremos la seguridad de nadie”, expresadas a través de un comunicado, dieron pie a más vejaciones. Un texto muy cuestionado por la comunidad internacional y calificado como promotor de más acciones xenófobas.
Albán Jeset, un carabobeño, productor y músico, mostró en sus redes sociales como él y su familia fueron víctimas de agresiones en la nación de Manuelita Sáenz, simplemente por su nacionalidad. También comentó que es la segunda vez que pasa por esta situación.
En Perú “venezolanos, malos o buenos, tienen que salir del país”
Perú fue el primer lugar donde comenzaron a registrarse acciones de xenofobia o discriminatorias hacia los venezolanos, en marzo de 2018 calles y puentes de Lima exhibían carteles que decían: “#PerúSinVenezolanos ¡Basta!”. Hasta el sol de hoy siguen apareciendo casos de ataques, tanto por parte de los ciudadanos de a pie como de funcionarios públicos: el pasado septiembre la legisladora fujimorista, Esther Saavedra, desde el Parlamento del país inca pidió al presidente Martín Vizcarra “la salida del país de todos los migrantes venezolanos, buenos o malos”.
“Un millón de inmigrantes entre legales e ilegales, entre trabajadores y bandidos delincuentes, tienen que comer, tienen que dormir, vienen a quitarles trabajo a nuestros peruanos. (…) Malos o buenos tienen que salir del Perú, que se vayan”, expresó.
Meses más tarde, el ministro del Interior del Perú, Carlos Morán indicó que los venezolanos eran la razón del incremento de los actos delictivos en Perú. Sin embargo, según el registro de la Policía Nacional el número total de denuncias por comisión de delitos ha crecido en los últimos tres años, pero menos del 0,6% de las denuncias realizadas entre enero de 2016 y mayo del 2019 están dirigidas hacia ciudadanos venezolanos.
Luego, en junio de este año Vizcarra se paró frente a un avión en el que iban venezolanos deportados y anunció la introducción de una nueva visa de carácter humanitario con restricciones más estrictas. “Aquí no vamos a permitir que continúen personas que delinquen. Expulsaremos a los que sean necesarios: 500, 800, 1.000 o 2.000, porque vamos a continuar en esta tarea en aplicación estricta del artículo 58 de la Ley de Migraciones”, dijo.
El hampa también migró
Las expulsiones comenzaron en lo que llegó el hampa criolla a Perú, Ecuador y Colombia. Uno de los casos más sonados fue la detención en Lima de cinco integrantes del “Tren de Aragua”, capturados en un centro comercial cuando estaban planeando asaltar una agencia bancaria. Los delincuentes fueron sentenciados también por poseer en el momento del arresto un maletín con gran cantidad de armas e incluso granadas de guerra.
Rechazo en televisión abierta
Otros sucesos que saltaron a la opinión pública este año, fueron el del jugador de la selección chilena de fútbol sub 20, quien durante un partido contra Venezuela llamó “muerto de hambre” al lateral de la Vinotinto, Pablo Bonilla; y el de la diputada del Parlamento panameño, Zulay Rodríguez, quien pidió que se endurecerían las condiciones de los venezolanos que aspiran a obtener el estatus migratorio legal en Panamá.
Los casos de discriminación también ocurren en distintos aeropuertos del mundo, donde connacionales han denunciado maltratos y violación de derechos humanos; el más sonado: el de la terminal aérea de Cancún.
En las últimas protestas que se registraron en Colombia contra el presidente, Iván Duque, 60 venezolanos fueron expulsados por ser partícipes en los actos delictivos y vandálicos que se realizaron en distintos sectores de Bogotá. Este hecho ha desatado brotes xenófobos, donde muchos nacionales de Venezuela, dicen sentir miedo e inclusive han preferido no hablar o fingir su acento para no ser identificados.
La xenofobia es uno de los grandes obstáculos, de los tantos, con los que tienen que lidiar los que se vieron en la necesidad de dejar Venezuela; y uno muy importante a considerar por los que piensan hacerlo en los próximos meses.
Con información de Tal Cual