Los venezolanos que han llegado al país por el desierto guajiro suelen padecer lo insufrible (Foto: Tadeo Martínez / Revista Semana)

Febrero 14, 2018.- Los venezolanos que han llegado al país por el desierto guajiro suelen padecer lo insufrible. Recorren bajo el sol durante varias horas las carreteras de Venezuela en los platones de camiones o en vehículos destartalados. Sortean decenas de alcabalas de la Guardia Nacional, la Policía Técnica Judicial o del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin). Andan por polvorientas trochas llenas de arena para evadir los controles aduaneros. Llegan después de una peregrinación que les cuesta mucho dinero y esfuerzo. Y, sin embargo, cuando conquistan la tierra prometida colombiana, la realidad suele distar mucho de lo que imaginaron al comienzo.

Por Tadeo Martínez / Revista Semana

En las calles de Maicao la situación que viven los venezolanos es crítica. Las imágenes evocan esas crueles migraciones que vive el planeta por cuenta de la guerra o el hambre. En las calles es fácil ver cómo muchos han hecho de cada esquina su refugio. Familias con niños y ancianos se agolpan en los andenes y pasan días allí sin poder bañarse, teniendo que hacer sus necesidades detrás de cualquier muro en medio de la noche, y pasando hambre. “Hemos tenido que aprender a vivir como animales”, dice uno de ellos resignado.

En Colombia se decía que los venezolanos vivían como ‘ricos’ y era usual viajar a ese país para comprar mercado o para tener una salud y una educación mejor (Foto: Tadeo Martínez / Revista Semana)

Los venezolanos no vivían así. Hace décadas, habitar el vecino país era casi sinónimo de abundancia. En Colombia se decía que ellos vivían como ‘ricos’ y era usual viajar a ese país para comprar mercado o para tener una salud y una educación mejor.

La calle 13 de Maicao se convirtió en la foto más triste de esa diáspora. Allí es normal encontrarlos vendiendo televisores viejos, equipos de sonido, la cristalería de la familia, sus herramientas de trabajo, los adornos de sus casas o cualquier juego de mesa. Cuando cae la noche, esos objetos –depreciados por el tiempo y el uso- se convierten en un tesoro que hay resguardar de los pillos que asaltan a esos nuevos inquilinos de la ciudad.

Maicao, a tan solo 90 minutos de Maracaibo, es el punto de llegada de los miles de venezolanos que a diario cruzan la frontera. Esa ciudad vecina, antes conocida como la capital petrolera de Venezuela, se ha convertido en el destino de los miles de venezolanos que quieren emigrar de su país. Según cuentan quienes llegan a Colombia, en las calles es fácil encontrar gente que escarba en las basuras por la escasez de comida y porque tampoco les alcanzan sus ingresos para pagar los altos precios de los alimentos de la canasta familiar por la galopante inflación.

Un total 11.300 personas estarían pasando por las trochas de Paraguachón (Foto: Tadeo Martínez / Revista Semana)

El viaje de los venezolanos comienza en Valencia, Coro, Ciudad Guajira, Paraguaipoa, Sinamaica, Punto Fijo y una veintena de municipios de los estados Zulia, Trujillo, Lara, Falcón y Barinas. En las carreteras venezolanas deben sortear 32 alcabalas de la Guardia Nacional, el Sebin y la PTJ, donde los despojan de parte de la mercancía y abusan de las mujeres en las requisas, según cuentan ellas mismas.

Por el paso fronterizo de Paraguachón en Colombia pasan diariamente de manera ilegal desde las cuatro de la mañana, de acuerdo con Aldemiro Santos Choles, consejero de asuntos económicos del municipio de Maicao, 452 camionetas Ford 350, con cupo para 25 personas. En total 11.300 personas estarían pasando por las trochas de Paraguachón, pero el municipio estima que el volumen de venezolanos que llegan a Maicao diariamente es de más de 25.000, porque por las trochas de la Majayura usadas por los contrabandistas de gasolina puede ingresar un número similar o superior.

La aglomeración a lo largo de seis cuadras de la calle 13 comienza en la carrera 15, donde están los vendedores de martillos, palas, rastrillos, destornilladores, llaves de expansión, extractores, lavamanos, sanitarios y las vendedoras de vajillas y cristalería usada. Luego siguen los electrodomésticos, tales como licuadoras, planchas, abanicos, secadores de cabello y aires acondicionados usados.

En las cuadras siguientes se encuentra sobre el andén y la calle comida de la cesta familiar, que incluye atunes, arroces, pasta, aceites, granos, cereales, vinagres, galletas, café, harinas y azúcar, productos que les entregaban con precios subsidiados, pero que los venezolanos del común no han vuelto a ver desde hace meses y hasta más de un año en algunos casos, porque desaparecieron de los supermercados o porque el salario no les alcanza para comprarlos.

La economía maicaera está perdiendo diariamente 500 millones de pesos, de acuerdo con los cálculos del consejero económico del municipio Aldemiro Santos (Foto: Tadeo Martínez / Revista Semana)

También traen carne y quesos que no tienen ningún control sanitario y al perder la cadena de frío están expuestos a descomponerse, pero como son más baratos los terminan comprando. Esta avalancha de comida barata ha provocado el desplazamiento de proveedores colombianos de los santanderes, Barranquilla y otras ciudades del interior .

El volumen de personas caminando por las calles de Maicao, en especial las calles del mercado público y la 16, que es la vía que atraviesa a Maicao y a la vez es la entrada viniendo de Riohacha y la salida hacia Paraguachón, están fuera de control por el volumen de vehículos.

A simple vista pareciera ser una ciudad floreciente con tanta gente yendo de un lado a otro, pero eso es un espejismo. La economía maicaera está perdiendo diariamente 500 millones de pesos, de acuerdo con los cálculos del consejero económico del municipio Aldemiro Santos, pues los venezolanos no vienen a comprar, vienen a vender y además están vendiendo productos que se consiguen en el mercado pero los venezolanos los venden más baratos porque ellos los traen subsidiados.

En esa avalancha diaria, hay personas que vienen por la mañana y se van por la tarde, otros vienen los jueves y se van los sábados, y otros que vienen para quedarse. Pero consumen muy poco, pasan hambre, solo toman agua y pan que traen de Venezuela.

Esta situación comenzó en agosto de 2015 cuando el presidente Maduro cerró la frontera y expulsó a miles de familias colombianas, pero solo a partir de 2016 y 2017 ha comenzado a sentirse la carga en el comercio (Foto: Tadeo Martínez / Revista Semana)

Esta situación comenzó en agosto de 2015 cuando el presidente Maduro cerró la frontera y expulsó a miles de familias colombianas, pero solo a partir de 2016 y 2017 ha comenzado a sentirse la carga en el comercio, en el espacio público, en la seguridad y en la salud pública por la avalancha de ciudadanos venezolanos. Los dos temas que más preocupan al municipio, además de la iliquidez de los habitantes de Maicao porque los venezolanos se están llevando los pesos, son la seguridad y la salud.

En el caso de la seguridad, el secretario de Gobierno, visiblemente molesto, está pidiendo al Gobierno nacional que venga a atender la crisis creada por la orden presidencial de ayudar a los venezolanos con los brazos abiertos, pero no da los recursos económicos ni legales para hacerlo. En 2017 se incrementó en 17 el número de asesinatos llegando a 102, sin contar los casos de robos y atracos que están a la orden del día y tienen a los habitantes del municipio desesperados y encerrados en sus casas.

Crisis sanitaria

En la ESE pública Hospital Nuevo de Maicao, a corte 31 de diciembre de 2017, según la directora Alexandra Muñoz, atendieron a 4.261 pacientes de origen venezolano (retornados y refugiados), de los cuales 63 por ciento son mujeres y 37 por ciento hombres, los niños y niñas representan el 29 por ciento, el 71 por ciento son adultos y el 24 por ciento son de la etnia wayúu. Del total de pacientes atendidos el 11,6 por ciento por embarazos, partos y puerperios o pospartos.

Los menores de edad son atendidos por infecciones respiratorias, fiebre sin especificación, enfermedad diarreica, infecciones urinarias, enfermedades de la piel, heridas y traumatismos, dolor abdominal, abscesos y de manera notoria se atendieron 12 casos de desnutrición aguda en 2017 y dos casos en 2016.

También se detectaron siete casos de sífilis gestacional en 2017 y un caso en 2016, siete casos de tuberculosis en 2017 y cuatro casos en 2016; ocho casos de VIH_SIDA en 2017 y dos casos en 2016. Otras enfermedades o patologías igualmente preocupantes son 8 casos de malaria por VIVAX en 2017, mientras en 2016 hubo dos, y 10 casos de exposición rábica en 2017 mientras en 2016 fueron siete.

En la ESE pública Hospital Nuevo de Maicao, a corte 31 de diciembre de 2017, según la directora Alexandra Muñoz, atendieron a 4.261 pacientes de origen venezolano (Foto: Tadeo Martínez / Revista Semana)

Otra cifra alarmante es que el 12,9 por ciento de los casos atendidos fue debido a traumatismos y violencia física, y un 20 por ciento de patologías por infecciones que afectan principalmente el sistema respiratorio, urinario y la piel.

Para rematar, el hospital ha facturado por concepto de atención a la población inmigrante de origen venezolana por el orden de los 3.000 millones de pesos, de los cuales ha recaudado cero pesos llevando a la entidad a un deterioro financiero, siendo además el único centro hospitalario que está brindando atención a los venezolanos.

Los maicaeros saben que no todos los venezolanos vienen a hacer daño, pero ya llegaron al límite de lo que pueden soportar. Al principio los acogieron porque Venezuela ha sido refugio y fuente de trabajo también para los guajiros, pero nunca se había vivido algo así. Un comerciante dice que por las mañanas al llegar a su negocio ha encontrado a parejas de venezolanos teniendo relaciones sexuales y debe interrumpirlos diciéndoles que ya es de día y están en la vía pública. Después de eso tiene que lavar los orines y excrementos que dejan cada noche.

En el hogar de paso de la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Riohacha, donde cada noche dan albergue a 80 personas, en especial mujeres y niños, capacidad que están ampliando a 120, las mujeres se desahogan hablando de todo lo que han perdido y por qué dejan a sus hijos solos para venir hasta Maicao, donde se ganan en un día lo que en Venezuela se gana en un mes.

En la calle 13 de Maicao los venezolanos están vendiendo lo poco que les queda (Foto: Tadeo Martínez / Revista Semana)

La pastoral es la única institución que está atendiendo la emergencia con enfoque humanitario, pero con muchas limitaciones. En primer lugar atiende a mujeres lactantes, núcleos familiares con niños, niños pequeños, adulto mayor, hombres cabeza de hogar, personas con discapacidad y enfermedades crónicas y personas perseguidas políticas, hechos que se presentan con bastante frecuencia, dice la directora en Maicao, Yeimy Nassir. En la pastoral les brindan asesoría y estudio de vulnerabilidad. Las necesidades más frecuentes por las que solicitan refugio en el hogar de paso son económicas, de medicamentos y alimentarias.

En el año 2015, cuando comenzó la crisis atendieron a 213 familias, un total de 1.199 personas, de los cuales 373 fueron menores de edad y 809 adultos. El año pasado la cifra de atención subió a 1.407 personas, de los cuales 1.005 fueron mujeres y 402 hombres. El hogar de paso de la pastoral es una labor misionera de la Iglesia católica a través de la Diócesis de Riohacha en acompañamiento con la agencia de la ONU para los refugiados, Acnur, y cuenta con el apoyo del Consejo Noruego para Refugiados, Bienestar Familiar, Caritas Colombia y el DPS. El hogar de paso no alcanza a cubrir ni el 20 por ciento del personal que pernocta en las calles, por eso creen conveniente que el Gobierno nacional declare la existencia de una crisis humanitaria.

En la calle 13 de Maicao los venezolanos están vendiendo lo poco que les queda.

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