Edicth Landinez (C), 34, her partner Joel Mendoza (R), 51, their niece Eliana (L-2), 19, carrying her son Tiago, and their children Nacari (L), 16, and Sebastian (R-2), 6, walk outside the Colombian migrations office at the Rumichaca International Bridge, in the border between Ipiales in Colombia, and Tulcan in Ecuador, on August 23, 2018. On foot, by bus, on the backs of juddering trucks, like tens of thousands of others they slogged for days along the Pan-American highway through Colombia and Ecuador. Grubby and sleepless, their goal was to reach Peru, a sanctuary of sorts for a desperate Venezuelan family. Exhausted and swept by the endless wash of traffic noise on the highway's shoulder, the Mendoza Landinez family had the additional pressure of a deadline: to enter Peru before new rules required them to produce a passport. / AFP PHOTO / Luis ROBAYO

Julio 22,2019.- “Ni el drama colombiano en la peor época de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ni las migraciones provocadas por el terrorismo en Perú, ni los éxodos ocasionados por las dictaduras en Sudamérica habían generado una situación como la que viven hoy los migrantes de Venezuela”.

Lo advierte el director del chileno Servicio Jesuita a Migrantes, José Tomás Vicuña, tras visitar las comunidades de Arica, Tacna y Colchane. “Muchos relatos, una misma historia: una crisis que ya no sólo se vive en Venezuela, sino que se expande a lo largo del continente”.

El caos en los alrededores del consulado de Chile en Tacna (Perú) es cada vez peor, debido a que los migrantes -en su mayoría, venezolanos- continúan en las calles sobreviviendo en condiciones infrahumanas en carpas y refugios, donde más de un millar de personas espera las gestiones de un ente diplomático que procesa menos de 50 visas al día.

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