Julio 21,2019.-La canícula, la polvareda y la sed de Maicao son poca cosa para las calamidades que los inmigrantes venezolanos dejan atrás, a escasos kilómetros, al pasar la frontera entre el estado Zulia y La Guajira colombiana. De hecho, sobre la propia raya fronteriza pueden encontrar consuelo y paliativos materiales para sus penurias en el campamento de desplazados que Acnur, agencia de Naciones Unidas, mantiene allí.

Pero el albergue cuenta 350 cupos para 53.000 candidatos, y las reglas son estrictas: solo se puede permanecer un mes. Luego viene el regreso a la precariedad. Muchos optan por volverse invasores y toman parcelas a la fuerza, donde reproducen las condiciones de pobreza que les asediaban desde donde vienen, esperando “a que pase algo” para regresar a Venezuela. Así lo reseña armando.info

Maicao dejó de ser la vitrina comercial y del contrabando en Colombia, para convertirse en el espejo de la miseria venezolana. En medio de la arena, la sequía y la pobreza que caracteriza a este departamento de La Guajira en Colombia, se levantaron carpas similares a las usadas en campos que refugian a personas que huyen de conflictos armados. Esta vez la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) no aborda un tema de violencia nada más, sino una oleada de personas que ya no tienen más que perder y que decidieron vivir un día a la vez.

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