Junio 28, 2018.- Vicente Mayorca viajó a Italia y ya está tomando los inmunosupresores que requiere su organismo. Sin embargo, la nostalgia por sus afectos y su tierra natal trastoca su estabilidad emocional

El cuerpo de Vicente Mayorca comenzó a sentir las consecuencias de la falta de inmunosupresores. Cansancio, debilidad y fiebre eran los síntomas más recurrentes, así que ante el temor de morir decidió emigrar de Venezuela a Italia.

Las condiciones de salud de una persona que fue trasplantada de hígado y riñón no son las mejores para transitar de un país a otro, y menos entre dos naciones de tantos contrastes, sin embargo, para Mayorca era mayor el riesgo de continuaren su tierra natal“ y antes de terminar dentro de un ataúd, preferí partir, a pesar del costo emocional y económico que ello representa”.

El 14 de marzo de 2018 este joven de 28 años viajó al país europeo, amparado en su doble nacionalidad, con el corazón arrugado por dejar a sus afectos y con la nostalgia a flor de piel.

“No fue fácil pagar el pasaje, pues los costos son inaccesibles, pero un amigo cubrió los gastos y actualmente me quedo en su casa mientras me estabilizo económicamente y logro independizarme”, señala Mayorca, desde la ciudad de Scario, un conocido destino turístico italiano que destaca por la calidad de sus playas y su ubicación en la provincia de Salerno.

Una lucha de vieja data

Cuando cumplió su primer año de vida, Mayorca fue diagnosticado con el Síndrome de Alagille. Se trata deuna enfermedad genética que afecta al hígado, al corazón, los riñones y otros sistemas.

A los seis años recibió un trasplante de hígado en la ciudad de Milán (Italia). El donante fue un niño que murió lastimado por un portón. Por cuatro años, Vicente permaneció en el país europeo, mientras los médicos observaban su evolución.

Luego, a los 10 años, regresó a Venezuela con la recomendación de que debía tomar inmunosupresores de por vida para evitar que su organismo rechazara el hígado trasplantado.

Trece años después, en un chequeo de rutina, recibió la noticia de que sus riñones solo funcionaban 30% y requería un nuevo trasplante. Duró tres meses recibiendo tratamiento de diálisis y luego fue operado con éxito en la Clínica Metropolitana de Caracas, gracias a la ayuda económica del Consulado de Italia. La donante fue su progenitora.

En aquel entonces cumplir el tratamiento no fue problema, sin embargo, desde el año 2016 el cuadro clínico de Mayorca se fue quebrantando debido a la dificultad para conseguir los medicamentos.

Certican de 0.5mg —un inmunosupresor que controla el sistema inmunitario— es uno de los principales fármaco que requiere Mayorca. “A Venezuela no está llegando esta medicina y no tomarla implica que puedo morir en cualquier momento al rechazar los órganos”, indicó el joven, quien además toma Prograf y Prednisona.

A la semana de pisar suelo europeo, Mayorca gestionó el coctel de medicinas que necesita para cumplir su tratamiento a través del Ministerio de Empleo y Seguro Social de Italia. “Me hicieron un chequeo médico y con el informe respectivo me entregaron los medicamentos sin inconvenientes”, contó el joven venezolano, al comparar la celeridad con la que tramitaron su caso en Italia y las dificultades que se enfrentan en Venezuela.

Conseguir empleo tampoco fue cuesta arriba para Vicente, quien a los 30 días de llegar a su segunda patria, como él la llama, comenzó a trabajar en un puerto, alquilando barcos, “y hoy vivo del día a día, empezando de cero, con una mano adelante y otra atrás”.

“Emigrar no es tan fácil como la gente piensa. Sales de tu zona de confort para trabajar más duro y enfrentarte a nuevas costumbres y tradiciones, dejando atrás a tu familia, a tus amigos y a tu entorno. No obstante, la inestabilidad económica, política y social que existe en Venezuela te obliga”, consideró.

Aunque Mayorca tuvo la posibilidad de salir del país, exhorta al resto de los pacientes renales de Venezuela a continuar su lucha hasta donde la salud se los permita.

“La tarea no es fácil porque la realidad es que muchos enfermos están condenados a morir, ante la mirada indiferente de las autoridades del ministerio de salud y del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (Ivss)”, indicó Mayorca, quien forma parte de la Organización no Gubernamental Amigos Trasplantados de Venezuela (ATV) y de la Coalición de Organizaciones por el Derecho a la Salud y la Vida (Codevida).

Con el aroma de Venezuela en la piel

El sueño de Mayorca es regresar a su país. “Extraño a los míos, sobre todo a la mujer que me dio la vida dos veces”, dijo en alusión a su madre. No obstante, sabe que primero deben existir las garantías para su salud.

“Es lamentable que haya tanta indolencia gubernamental mientras miles de pacientes necesitan dializarse y tomar medicamentos que el Estado no puede garantizar y tampoco se consiguen en el mercado o sus precios son inalcanzables. Ante esta cruda realidad es prioritario que se abra un canal humanitario”, subrayó el joven venezolano, quien se quedó esperando una ayuda prometida por el Ministro de Educación, Elías Jaua, luego de liderar algunas protestas en la capital de la República en demanda de atención para los pacientes trasplantados.

Pese a tantas adversidades, Mayorca es optimista y confía en que muy pronto “esta nube negra quedará atrás”. “Mi fe sigue intacta. Todos los días le pido a Dios por Venezuela y cada día me levanto con más ánimo para seguir adelante y no decaer. No pienso en el pasado, pero si miro al futuro con la esperanza por delante”.