Siembras de café. Foto Archivo

Abril 19, 2018.-  Hace dos semanas, Guillermo Sánchez comenzó a recoger los granos rojos del café que se cultiva en la finca La Morelia, en el corregimiento El Caimo, de Armenia, Quindío. Poco a poco aprende la labor de recolector de café; ya logra llenar cuatro recipientes al día. Cada uno tiene unos 21 kilogramos de café y se lo pagan a 8.000 pesos.

Con los 32.000 pesos que por ahora se gana al día, paga su alimentación diaria. Le quedan 23.000, que a la semana se convierten en 115.000 pesos colombianos, y que sagradamente envía a su familia en San Felipe, en el estado de Yaracuy (Venezuela).

Asegura que, tras el cambio de la moneda, pasan a ser unos 8 o 9 millones de bolívares y a su familia le alcanza para comer lo necesario. “Tampoco es que puedan salir a un restaurante ni nada, todo está muy caro allá”, dice.

Sánchez llegó hace tres meses a Colombia. Primero estuvo viviendo en Cúcuta, donde trabajó en el terminal de transportes cargando equipajes. “No siempre me iba bien; me regalaban 1.000 o 2.000 pesos, y a veces no ganaba nada; hablé con unos paisanos míos que ya estaban trabajando aquí y me dijeron que era mejor, y decidí venirme”, cuenta este hombre de 32 años.

Desde hace meses, varios ciudadanos venezolanos están llegando a las fincas de la región no solo para recolectar café, sino también para otros trabajos en estas fincas.

Por cada finca de la zona –hay 5.877 en el departamento y 3.000 más en municipios de la cordillera– hay unos dos o tres venezolanos; siempre llegan por un amigo o un familiar que los invitó a trabajar entre el café que adorna el paisaje.

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