Manuelita (i), madre de Adriana UrquiolaFoto: Archivo
Manuelita (i), madre de Adriana UrquiolaFoto: Archivo
Manuelita (i), madre de Adriana UrquiolaFoto: Archivo

22.02.2015 05:05 AM Mañana se cumplen 11 meses desde que a Adriana Urquiola -intérprete de señas de Venevisión, embarazada de siete meses- la mataron de un tiro en la cabeza cerca de una guarimba

Erick Lezama Aranguren

febrero 22, 2015 6:47 am. Caracas.- “Soy Manuelita y le escribí una carta a Bolívar”, dice. Se la envió el 28 de diciembre pasado, día de los inocentes (la conmemoración de una masacre de niños).    

Manuelita le escribió a Bolívar: “No te odio”. A pesar de todo. Lo llamó frío, calculador, confiado, prepotente, psicópata. Le advirtió: “Averiguo lo más que puedo de ti y muchísima gente me está enviando información”. Le dijo: “Estoy convencida de que muy pronto leerás esta carta”. Se imaginó su cara: primero una mueca, luego una sonrisa y después soltaría una risa burlona. Le dijo: “Seguramente pensarás que Manuelita no puede contra Bolívar, mira qué paradoja”. Le dijo: “Yonny Bolívar eres el ejemplo de un Bolívar construido por antivalores, mientras que Adriana y Manuelita son el buen ejemplo de la mujer venezolana: yo, Manuelita, la mujer madre-padre que sacó a su familia adelante y la formó con un gran sentido de compromiso social y que hoy se ve sola, desasistida, desesperada, ignorada, indignada, detrás de un Bolívar villano: tú”.

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(Marzo, 23, 2014. Es de noche. Va más de un mes de protestas en el país. Adriana Urquiola, embarazada de siete meses, y su esposo, Álex Ruiz, se bajan del transporte público porque una guarimba obstaculiza el paso en Los Nuevos Teques,  estado Miranda. Aprovechan y entran a un supermercado cercano: compran carne, papel higiénico, un pote de helado para que ella sacie su antojo prenatal.

Hay gente que protesta, pero todo está bajo control. Hasta que de pronto suenan disparos. Más de cinco. Y Adriana, hija de Manuela Pérez -Manuelita- queda en medio de la línea de fuego: un proyectil impacta en su cabeza y cae tendida a los pies de su esposo.

El arma la accionó alguien desde un vehículo negro, que ahora arranca. Los manifestantes toman fotografías de la placa, pero no alcanzan a registrarla completa. Yonny Bolívar- quien pagó una condena por secuestro y cargaba una credencial policial- días después llamó a un medio de circulación nacional para declararse culpable. Contó su versión: llegó a su casa –vivía en San Antonio de Los Altos, estado Miranda, a pocos kilómetros del suceso- después de disparar, vio por Internet lo que causó –una mujer embaraza fallecida. Se devolvió y declaró: se valió de la credencial policial que cargaba y le dijo a los funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) que el auto negro lo había estado manejando su hermano. “Les dije que iba a regresar con la persona que había disparado”. Pero huyó. Desde entonces sigue prófugo.

“Yo pudiera asumir la responsabilidad como un homicidio culposo si no me fueran a crucificar como bandera política. Regresaría a Venezuela y me entregaría”, dijo al diario de circulación nacional.

En el allanamiento del apartamento en el que vivía, el Cicpc encontró tres armas de fuego y la camioneta negra en el estacionamiento).

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Mañana se cumplen once meses del asesinato de Adriana Urquiola. Entre los 43 fallecidos que dejaron las protestas del año pasado, su caso resonó porque estaba embarazada, y porque interpretaba en lenguaje de señas las informaciones del noticiero Venevisión.

Once meses: casi un año. La vida de Manuela Pérez ha cambiado. Antes vivía muy ocupada asesorando a empresas importadoras. Ahora no tiene cabeza para los números. “Vivo casi que 22 horas metida en el caso. Medio duermo”.

Y escribe, porque escribir le permite drenar: en Navidad le redactó una carta a su hija fallecida, una a su homicida y otra a su nieto “no nato”.

Dejó de tener contacto con Álex, su yerno, porque ahora su cara es la de la nostalgia: “En diciembre verlo era recodar que podíamos estar compartiendo con mi hija. Siempre estábamos los tres juntos, y ahora seguro estaríamos con mi nieto”.

Manuela viste de blanco, de negro. Usa lentes oscuros, un collar con el símbolo de la paz. Se maquilla. Habla con temple. Reconstruye con sus palabras cómo fue que mataron a su hija. Ahora tiene más detalles: hace poco fue al lugar del suceso, se paró sobre el mismo asfalto en el que cayó Adriana malherida, preguntó a los dueños de los locales cercanos cómo ocurrió todo.

“Ese hombre, el asesino, tiene mucho poder, pero yo tengo el poder del amor, de la verdad, de Dios, y apuesto a eso”. Mientras lo dice se le quiebra la voz. Es la única vez, en más de una hora de conversación, en la que deja que el llanto le tranque el habla.

Porque en general Manuela se aparta de todo lo que cree que la pueda hacer flaquear. Insistió para que Yonny Bolívar estuviera incluído en Interpol, para que cualquier persona, en cualquier país, si lo ve, pueda reportarlo.

Hace dos semanas se vistió de justicia: bata griega, ojos vendados, un cartel en la mano que decía: “Orden de alerta roja en Interpol a Yonny Bolívar”- para solicitarlo formalmente ante el Cicpc-. El Subdirector del ente, Douglas Rico, le explicó que se estaba llevando a cabo el procedimiento.  Y hace dos días corroboró que, finalmente, ya estaba incluído. “Así tiene que ser.  ¿Cómo en el caso de Cartagena Osorio, implicado en el caso Robert Serra, lo incluyeron rápido?  No puedo estar tranquila sabiendo que él estuvo en Margarita, en el hotel de Venetur, el 31 de diciembre pasado, y nadie lo agarró. Y así como ese, me han llegado otros rumores, como que vivió en Estados Unidos por unos meses”.

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Manuela siente que quien admitió haber cometido el homicidio de Adriana quizá le esté siguiendo los pasos. Tiene ese pálpito porque él ha contactado a varios reporteros que han trabajado en el caso. A una la amenazó. A otro lo llamó y le dijo: “Yo sé que ella, Manuela, me odia. No me voy a entregar. Yo se lo dejo todo a la justicia divina”.

– Pero Manuela, ¿cree en la justicia divina?  

–Creo en la justicia divina, pero no me voy a conformar con que él vaya al infierno. Él tiene que pagar aquí. Y no voy a descansar, no voy a descansar, te lo aseguro.

–¿Le da miedo que Bolívar la esté siguiendo?  

–Tengo miedo de andar sola en la calle. Mi pareja me acompaña para todos lados, porque mi otra hija vive en España y no quiero que se devuelva. Aunque también digo. ¿Qué me puede hacer ese hombre? ¿Me puede causar más daño del que ya me hizo? No creo que algo me duela más.

–¿Qué le responde al mensaje que él le envió con un reportero?    

–Que yo no lo odio, porque odiar da cáncer, produce infartos. Odiar mata. Y ya él me quitó mucho como para que me quite la vida. Pero que esté seguro, insisto, en que no voy a descansar, así se me vaya la vida en esto.

–Usted se reunió con el Defensor del Pueblo ¿Qué le dijo?

–Las autoridades me han respondido muy bien. He sido muy respetuosa y siento que me están escuchando. No quiero que esto se politice. Puede que al asesino lo esté encubriendo algún chavista, pero no son todos. Hay gente chavista muy buena que me ha tendido la mano, así como opositores que entienden que yo no puedo politizar esto.

–En una campaña de Telesur aparece Adriana Urquiola como una víctima de las guarimbas.    

–A mi hija no la mató una guarimba, sino un… Mejor no te digo lo que es.

–El fiscal encargado, Jimmy Hernández, dice que el caso ya está cerrado…    

–Para mí no está cerrado hasta que no lo metan preso. Por este caso no hay nadie detenido. Y hay cosas que a mí no me cuadran. ¿Cómo es que entraron al apartamento y encontraron tres armas, entre ellas la que mató a mi hija, y no se llevaron a ningún detenido? ¿Por qué no detuvieron al asesino cuando se devolvió a decir que el auto negro era de él? ¿Cómo es que una fiscal de Caracas pudo comprar el apartamento donde encontraron las pistolas, y meses después unos tipos le allanaron la propiedad y le robaron, entre otras cosas, una computadora portátil? No entiendo eso.

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Manuela hizo, con ayuda de Álex, una lista con las fechas más importantes de la vida de Adriana, y la guardó en su celular.

Es que tiene miedo de que se le borre de la mente algún detalle de la vida de su hija.

El archivo es un resumen de la vida de la intérprete de señas de Venevisión: Adriana Grissel Urquiola Pérez nació el 2 de julio de 1987 y murió el 23 de marzo de 2014, embarazada de siete meses. Se licenció en Educación, mención Deficiencias Auditivas, en el Instituto Universitario Pedagógico de Caracas, el 27 de mayo de 2010. El 2 de noviembre de 2012 se casó por el civil con Álex Ruiz, y el 25 de mayo de 2013 por la iglesia católica.

La lista es una síntesis escueta. Manuela lo sabe. Porque hay cosas (vivencias, no fechas) que ella sí tiene intactas en la memoria, que no se le borrarán tan fácilmente:

–Cuando se graduó de Bachiller comenzó a estudiar administración. Me alegré: tendría quién me ayudara en los negocios. Pero se retiró. Su verdadera pasión era el canto: vivía siempre cantando. Así que comenzó a estudiar música, pero tenía que tocar un instrumento; y eso tampoco le gustaba…

–…Así comenzó con la lengua de señas…    

-Ella había hecho un curso y la manejaba. Pero no la había visto como una posibilidad de carrera hasta que, cuando dejó de estudiar música, se lo sugerí. Le encantó. De hecho, hizo un diplomado antes de graduarse. Estaba como pez en el agua, tanto que algunos creían que era sorda. Las personas con deficiencias auditivas la querían mucho, porque se hacía entender. Y todos los días estaba en contacto con ellos, incluso estando al aire.

–Una paradoja: dejó el mundo de los sonidos por uno de silencios…

–Parece una contradicción, pero no lo es. Dejó lo que tanto amaba para ayudar a que otros entendieran el mundo. Eso habla de alguien con un gran sentido social. Una anécdota: un día salí de bañarme, envuelta en una toalla, pensando que estaba sola en mi casa, y no: tenía la sala llena de sordos, la estaban pasando muy bien. Yo llegué a bailar con ellos, y bailan buenísimo. Ella hasta se hizo comadre de unos sordos.

(Hace un silencio de algunos segundos, para seguir hablando)

–¿Ves? Adriana era un ser muy especial. La crié con valores de igualdad, respeto y no discriminación. Eso le hace mucha falta a este país.

http://eltiempo.com.ve/venezuela/suceso/creo-en-la-justicia-divina-pero-el-asesino-de-mi-hija-tiene-que-pagar-aqui/172583