bailarina

Por Melanio Escobar | 3 de Julio, 2014

1. La bailarina [o el mundo antes del 12 de Febrero de 2014] Melany tiene 21 años. Nació y creció en Charallave, en el estado Miranda. Charallave es una de esas tantas zonas empobrecidas del país.

Funciona básicamente como una ciudad dormitorio, como otras poblaciones satelitales de la Gran Caracas. La mayor parte de las horas del día en la vida de sus habitantes sucede en la capital. Melany no era la excepción. Todos los días hábiles (un adjetivo burocrático) tenía que tomar un autobús desde su casa hasta el ferrocarril que la dejaba en La Rinconada para luego agarrar metro hasta Ciudad Universitaria, donde cursaba cuarto semestre de Comunicación Social. Al finalizar clases, Melany (hija única y de padres divorciados, donde la mamá también es papá) iba a su trabajo en una tienda de un popular centro comercial en Los Dos Caminos. Al término de la jornada de ocho horas, tenía que tomar metro desde ahí hasta La Rinconada y abordar el ferrocarril una vez más hasta la camionetica que la llevaría hasta su residencia. El viaje nuestro de cada día.

Ganaba sueldo mínimo. Con eso ayudaba a su madre en los múltiples gastos de la casa. Pasaba muchas horas en el via crucis del transporte publico, con calor y expuesta al riesgo y a los retrasos. Aún así, ocupada con sus estudios y el trabajo, sacaba tiempo para el baile, su verdadera pasión. Llegó a codearse con Franco y Oscarcito, Los Cadillacs, Víctor Drija… pero sus aspiraciones iban más arriba: ser una bailarina profesional y formar parte de los cuerpos de baile de los más importantes shows internacionales. Se veía en los Billboards, en los Grammy Latinos.

Melany no sólo se destacaba en el baile. Ha sido muy carismática toda su vida. Siempre ha estado rodeada de amigos, en los mejores y peores momentos de su día a día. A uno de ellos lo conoció hace 5 años y su relación traspasó obstáculos hasta que se hicieron mejores amigos. Se contaban todo. Él se llamaba Roberto Redman. Fue fue asesinado el 12 de Febrero en Chacao. Estaba manifestando.

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2. La huelguista. [o el mundo después del 12 de Febrero de 2014] “Vi cuando le metieron el tiro a Roberto. Vi cuando pasó la moto. No pudimos hacer nada. Ahí mismo la policía nos separó de él. Ya no tenía signos vitales. Y su asesinato hoy sigue impune”.

Las razones por las cuales Melany salía a manifestar estaban basadas en su experiencia de vida. Simplemente exigía un país diferente. Estaba cansada de ver a su mamá sufrir para conseguir alimentos, por ejemplo. Pero luego de presenciar el asesinato de su mejro amigo en una manifestación (quien paradójicamente había cargado a Bassil Da Costa horas antes cuando recibió un disparo mortal en el mismo clima de las manifestaciones) decidió luchar a diario por su país.

Melany estuvo en los campamentos, vivió el allanamiento orquestado por el ministro Miguel Rodríguez Torres durante la madrugada lluviosa del 8 de mayo, que dejó un saldo de 243 jóvenes estudiantes detenidos y 11 privados de libertad. Durante este operativo militar, Melany relata que uno de los guardias le pisó la cara contra el pavimento. También cuenta que la violencia con que los atacaron fue tal que todavía hoy, en los espacios de la Iglesia de La Chiquinquira, en la zona caraqueña de La Florida, cualquier ruido la despierta nerviosa, está sensible y con miedo a una posible eventualidad nocturna. Pernocta ahí, en la iglesia, desde hace dos semanas en huelga de hambre acompañada de otras tres chicas y un muchacho.

Todos sus miedos se comprenden. Durante este período de penitencia, como ellos le llaman a la huelga, han recibido la visita indeseada de cuerpos policiales del Estado. Cuentan que van con la intención de intimidarlos y tratan de tomarles fotos. Hace dos noches, nuevamente en la madrugada, casi veinte motos de alta cilindrada dieron múltiples vueltas a los alrededores de la iglesia. Quienes iban de parrilleros trataron de entrar, pero en algún punto desistieron. Hoy recibieron otra visita.

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3. Ser quien se es ahora. Entre los mareos y fatigas propios de no comer, Melany cuenta que le gustan las películas de acción. Y dice que las de terror le dan más miedo que las riñas que ha visto entre los transexuales que se prostituyen a las afueras de la iglesia o que los guardias nacionales que permanecen en una alcabala fija en ese mismo cuadrante y que disparan al aire para acabar con las disputas. También esas películas le dan más miedo que la alarma del concesionario vacío de la Chevrolet que se activa a extrañas horas. Y que las constantes amenazas por ejercer su derecho a la manifestación pacifica.

No es fácil dejar de comer: se depende del Pedyalite, un suero que actualmente se encuentra escaso, como casi cualquier producto importante de las estanterías medicas. El agua embotellada también es difícil de conseguir. No pasa lo mismo con la paciencia, dice. Con eso parece alimentarse, pensando en sus compañeros presos que en más de un mes no han visto la luz del sol. Cuenta quienes están en el SEBIN sólo reciben luz artificial. No los llevan al aire libre.

Melany preferiría tener una vida normal: ir a la universidad, trabajar, prepararse como bailarina, pero también le gustaría poder seguir echándose cuentos con su mejor amigo Roberto. Cree que van a lograr un cambio, “pero no para nosotros. Es para los niños que vienen en camino. La Venezuela que queremos la van a disfrutar los hijos que vendrán”. Su fuerza viene de pensar que, aunque está a la intemperie, pasando hambre, amenazada, con zancudos, sin la higiene apropiada, expuesta y con posibilidades de afectar su salud gravemente, incluyendo la muerte, está mejor que sus amigos encarcelados.

4. El tiempo de manifestar. La cronología motivacional de Melany para manifestar ha ido mutando en relación con las acciones del Estado. Empezó manifestando por un mejor país en marchas hasta que mataron a su mejor amigo. Entonces sumó esa indignación por el asesinato a todo lo que ya traía. Lo expresó en la calle yrecibió bombas lacrimógenas por eso. Se unió a los campamentos que fueron brutalmente allanados. Ahora tiene un proceso judicial cautelar de presentación, el trauma de las agresiones y detenciones de esa noche. En esas circunstancias hace una huelga de hambre solicitando la libertad de los 11 compañeros que permanecen detenidos en el SEBIN. También pide que el Nuncio se pronuncie y los ayude. En definitiva: algo de justicia.

Melany debería estar bailando, estudiando, creciendo. Durante casi 5 meses ha vivido  de cerca muertes, agresiones, desesperanza, injuria, indiferencia…

5. Coda con siglas. Durante mi encuentro con Melany, pude presenciar como una camioneta sin placa se detuvo en la iglesia y un hombre se bajó a tomarnos fotos. Uno de los jóvenes que asiste a los huelguistas pudo fotografiar el nombre del organismo al cual pertenecían: “Oficina Nacional contra Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo”. Unas siglas impronunciables: ONCDOFT.

la foto 4 (1)Si sumamos este nuevo organismo, ésta sería la segunda ocasión en la que me fotografían durante el ejercicio de mi labor. La anterior fue una GNB por orden explicita de una funcionaria del Ministerio Publico en el Core 5, casualmente cuando estaba tratando de ubicar los nombres de los detenidos durante el allanamiento a los campamentos. No pude evitar hacerme esa pregunta que se hacen las paredes en Watchmen, la novela gráfica de Alan Moore: ¿y quién vigila a los vigilantes?

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Melany, la bailarina: “Yo vi cuando le metieron el tiro a Roberto”; por Melanio Escobar