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Los antagonistas del presidente Nicolás Maduro se debaten entre sus contradicciones internas y la consolidación de una mayoría política y electoral.

Por: Elizabeth Ostos/ Especial para El Espectador / Caracas

A cualquier observador desapasionado de la crisis política que sacude a Venezuela le resulta difícil concebir cómo un gobernante como Nicolás Maduro, que no es ni la sombra de su antecesor, Hugo Chávez, se ha fortalecido en el mando de esta nación sudamericana.

La ola nacional de protestas de los últimos tres meses, los 42 muertos, centenares de heridos y detenidos, además del recrudecimiento de la crisis económica y de seguridad ciudadana, no han propiciado cambios en la forma de ejercer el poder del presidente venezolano. Maduro ha prometido profundizar y radicalizar la revolución bolivariana, la cual arribará a su aniversario número 15 a fines de este año. En abierto pulso de fuerzas con grupos opositores, el mandatario asegura que derrotará lo que calificó como “una insurrección organizada”, la cual es financiada por los Estados Unidos.

Las protestas callejeras no han cesado en casi tres meses, pese a los esfuerzos del Gobierno por contenerlas. En el plano político, Maduro ha llamado a los partidos de oposición a dialogar sobre posibles soluciones a las demandas de los manifestantes. Las conversaciones están en suspenso, luego de varias citas canceladas por el oficialismo.

Los antagonistas, reunidos en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), han evidenciado serias contradicciones internas. Por un lado están los grupos moderados, que apuestan por acudir a las elecciones parlamentarias de fines de 2015 y las presidenciales de 2019 para consolidar la mayoría antichavista. El excandidato presidencial Henrique Capriles Radonski y su partido Primero Justicia representan esta opción. Lideran la facción que dialoga con Maduro.

Por otro lado están los radicales, quienes manejan la tesis de la salida, que aboga por el término del mandato de Maduro mediante los mecanismos que establece la Constitución bolivariana de 1999: renuncia y convocatoria de una asamblea nacional constituyente o de un referendo revocatorio.

Sus impulsores son la diputada María Corina Machado, el alcalde mayor de Caracas, Antonio Ledezma, y el dirigente del partido Voluntad Popular, Leopoldo López. Dudan de la legitimidad de Maduro como presidente y han advertido que un año más de la revolución terminará de destruir a Venezuela. Apoyan las protestas de calle y movilizaciones masivas en las principales ciudades del país. El Gobierno los acusa de instigación al delito e intento de derrocamiento de un mandatario elegido por el pueblo.

En menos de dos meses, este grupo ha recibido golpes de la institucionalidad bolivariana: López está encarcelado desde el 18 de febrero y a la espera de un proceso judicial en el que podría ser condenado a diez años de prisión. Machado fue despojada de su investidura de diputada en la Asamblea Nacional (Congreso).

Ledezma dice que la salida es legal e insiste en que no hay que dialogar “con un régimen que mata, tortura y apresa a estudiantes indefensos. Aquí no funcionan los organismos que deben garantizar los derechos humanos, porque están secuestrados. Y esa es nuestra gran tarea: el restablecimiento del principio de la separación de poderes”. “El Gobierno reprime, arremete y encarcela, ¿cómo vamos a dialogar así?”, se preguntó Ledezma.

Sin complejos asegura que quiere ver a Maduro fuera del poder, pero “basándonos en lo que dice la Constitución. No somos golpistas ni asesinos, queremos un cambio urgente”.

Desde el lado moderado, Capriles ha criticado abiertamente la tesis de López y compañía. En acto público, la semana pasada reiteró que “nuestra agenda es social. Yo no avalo golpes de Estado. Quien plantee una salida sin pasar por un proceso electoral que te explique de qué se trata”. Y añadió que quienes buscan “salidas rápidas” lo hacen sobre la base de “proyectos personalistas”. El mandatario regional insiste en buscar los sectores populares en donde la fidelidad a Chávez no se transfirió a Maduro.

“He visto últimamente una clase media muy movilizada. Pero esa clase media, golpeada y maltratada, no es la mayoría del país. A veces pisa el peine, es decir, entra en el juego del Gobierno, y no se da cuenta de que colocar las barricadas no suma a quienes hay que sumar. Escucho a algunos sectores decir: ‘cuando bajen los cerros’ (…) Los cerros no van a bajar. Hay que subir a ellos y hablar con los pobres. Si usted se queda en un tema de ‘Maduro vete ya’, eso no conecta con la gente que vive en el barrio”, dijo Capriles.

En 15 años de gobierno bolivariano la oposición ha tenido momentos importantes en cuanto a organización y victorias electorales. Pero también sus dirigentes han participado en acciones de carácter antidemocrático, como la del fallido golpe de Estado que separó a Hugo Chávez del poder durante 72 horas.

La autoproclamación del empresario Pedro Carmona Estanga (hoy exiliado en Colombia) como presidente de Venezuela es un pesado fardo del cual aún se vale el oficialismo para acusar de golpistas y terroristas a los antagonistas de la revolución.

“Nada más fuera de la realidad —replica Ledezma—. Nosotros no apoyamos golpes de Estado de la derecha o de la izquierda, queremos un cambio democrático y en paz. Venezuela no aguanta un gobierno como el de Maduro hasta 2019”.

Para la investigadora Iria Puyosa, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), la MUD, fundada en 1998, logró darle cohesión a la oposición y construir una alternativa electoral al chavismo.

En entrevista con El Espectador, Puyosa explicó que la MUD “permitió que partidos diversos llegaran a acuerdos básicos para desarrollar estrategias de campaña, programas de gobierno y organización electoral (…) No obstante, esas fortalezas en torno a lo organizativo y a lo electoral dejaron sin resolver diferencias sustantivas en los modos de asumir la acción política frente a un gobierno con pretensiones hegemónicas y en función de la construcción de una mayoría política”.

La Ph.D. de la Universidad de Michigan también explicó que “todas las encuestas de opinión que se han hecho desde febrero indican un crecimiento sostenido de la identificación con la oposición. Es extraño que el liderazgo de la MUD se niegue a reconocerse como mayoría”.

En relación al rol de Henrique Capriles, advirtió que “sigue siendo un dirigente popular en Venezuela, aunque el liderazgo de Leopoldo López ha crecido significativamente desde que se entregara a la justicia hace un par de meses. Las protestas han articulado el descontento, aunque la magnitud de la represión representa un costo muy alto”.

Advirtió también que Capriles ha equivocado la estrategia: “En lugar de consolidar a su base de votantes de clase media y construir mayoría creciendo a partir del núcleo de la oposición, intenta captar a los votantes de los barrios con un discurso de campaña populista. Es como si intentara reeditar la meritoria campaña electoral de 2012. El problema es que en 2014 no hay elecciones presidenciales”.

Sobre el auge de las protestas callejeras que persisten, la analista estimó que son expresión del descontento social. “Se rompió definitivamente la ilusión de normalidad chavista. Ser chavista de base tiene hoy un alto costo ético y social. Significa estar de parte de un Estado represor, que viola los derechos humanos de manifestantes”.

No sólo las contradicciones entre los antichavistas juegan en favor de Nicolás Maduro. El oficialismo tiene una base de poder firme.

“Maduro se mantendrá como figura del Gobierno porque tiene detrás el poder militar, el judicial, la banca, los negocios financieros y la hegemonía mediática chavista. Para esos grupos de poder aún no luce conveniente que ocurran cambios en el statu quo gobernante (…) la oposición no tiene una base de poder real (militar o económica) para forzar un cambio de Gobierno. El ciclo de protestas puede ayudar a generar una base de poder político alternativo y puede desestabilizar al chavismo hasta el punto de que ya no sea un buen negocio para los intereses de la boliburguesía y de los mercados financieros internacionales mantener a Maduro como presidente”, finalizó Iria Puyosa su análisis.

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