Venezuela Awareness
Supermercado Bicentenario. Foto Reuters

 “Como salvajes de la época de las cavernas la gente se tiró encima de las cajas para no quedarse sin el preciado producto”. 

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Supermercado Bicentenario. Foto Reuters

Prensa VAF.-Domingo 15 de diciembre 2013.-Alicia De La Rosa

Ante el ruego desesperado de una amiga casi hermana y en honor a no perder la tradición de hacer hallacas en familia, me dispuse a ir al Bicentenario de Parque Central a ver si la suerte estaba a mi favor y conseguía la tan anhelada harina pan. Entré. Todo normal. Tomé mi carrito y rumbo a recorrer con toda la parsimonia el famoso supermercado chavista. Como siempre pensando en la familia: hermana no hay aceite en Vargas, no hay harina de trigo… Me dispuse a hacer el mercado para llevarle algunas cosas desaparecida de los anaqueles de los supermercados del interior del país. Caracas en eso tiene privilegios.   

Empieza el milagro: Apareció el aceite (vatel), las caraotas negras que agarre de cuatro paquetes para que cuando se me antoje, mi hermana no tenga excusa para prepararlas, la leche descremada en polvo, un lamento constante de las tías que hacen dieta, espagueti a precio regulado (5.50 bs.) alguna que otras hortalizas, arroz…

 Señores, ¡sorpresa! ¡LLEGÓ EL POLLO! Pregúntenme de dónde carrizo salió la avalancha de gente cuando soltaron las cajas de la dichosa ave. Como salvajes de la época de las cavernas la gente se tiró encima de las cajas para no quedarse sin el preciado producto. Un señor muy amable agarró cuatro y por el parlante del súper una voz gritó: señores sólo dos pollos por persona. Al caballero no le quedó otra que concederme dos de sus tesoros. ¡Salí ilesa y premiada¡ Seguí mi recorrido y de repente se escucharon gritos: ¡LLEGÓ EL PAPEL TOALET! La misma historia del pollo.

 Ya en una medio cola para pagar, escuchó un grito más estruendoso: LA ANHELADA HARINA PAN y el AZÚCAR… ¡Sí señor! Le metí toda la velocidad al carrito y ese momento se me olvidó el título de periodista de la UCAB y me salió el barrio que llevó por dentro. Me metí entre la marea de gente como carajito en piñata y logré el premio gordo de diciembre,dos paquetes de harina pan y dos de azúcar. No se imaginan la marea de gente que llegó después al supermercado en cuestiones de segundos. Era de espectáculo digno del Poliedro.

¡Comenzó Cristo a padecer! Cola para pagar. DOS HORAS. Cuando me vi en esa cola recordaba a cada momento la cara de mi querida amiga Milagros, feliz, haciendo hallacas en unión familiar y por otro, bueno… ¡Resignación!

Ya en la cola, un señor de la oposición delante de mí y una señora del chavismo detrás se lanzaron en una pelea política, negada completamente a convertir mi día libre en una diatriba política, decidí dejar mi carrito haciendo la cola y caminar por todo el súper de nuevo, mientras mis vecinos peleaban y me cuidaban mi mercado.

 De repente, entra un viejito borracho y un Guardia Nacional lo manda a salir. El viejito se niega y le dice al GN “no me toque”. El muy salvaje GN se alteró y lo cayó a golpe. La gente se alteró y yo con mi ARRECHERA contenida ayude al viejito a pararse y le dije al GN que respetara que ese era un señor de la tercera edad. El tipo se atrevió a levantarme la mano y a decirme que me metería presa y yo le grite: ¡Atrévete! ¡A mi tu uniforme me sabe a mierda pero aquí tu respetas! Llegó el gerente de la tienda porque la gente indignada empezó a gritarle al GN que era un abusador y el gerente se me acercó y muy amablemente me pidió disculpas y al viejito unos empleados lo ayudaron a curarle el tremendo golpe que el muy salvaje guardia le dio.

Me fui de nuevo a mi cola, seguían discutiendo los vecinos de política. Me salí de nuevo (síndrome de la intranquilidad) a recorrer nuevamente el súper y en la otra cola otro viejito empezó a hablar mal del gobierno y un joven le gritó: ¡Escuálido! Ofensa que este viejito no se aguantó y otra trifulca más. En esta no me metí. Me coloque en mi posición Fen Shui (¡ommmm!) y decidí volver a mi cola, quedarme tranquila, paciente, CALARME a mis vecinos y  esperar mi turno para salir de esa locura.

En definitiva, ¡ESTE NO ES EL PAÍS QUE YO QUIERO! Es terrible ver como nos agredimos física y verbalmente, como sale lo peor del ser humano. Definitivamente, los venezolanos tenemos mucho que aprender para ser una “sociedad”, para ser sobre todo “ciudadanos”… Espero el esfuerzo valga la pena y como todos los años pueda hacer las hallacas, en familia, con mis adoradas sobrinas y con la sonrisa y tremenduras del bebé  Santiago ¡Hasta otra aventura!

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