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La torre de David está invadida desde el año 2007 (Cortesía)
JAVIER BRASSESCO |  EL UNIVERSAL
lunes 21 de octubre de 2013  08:10 AM
Las acciones de grupos anárquicos se multiplican en la ciudad: hace poco más de una semana un grupo de encapuchados armados tomó el hospital Vargas exigiendo que se atendiera a un compañero herido, y solo cuatro días después un puñado de motorizados cerró por tres horas y media la autopista más importante de la capital porque a uno de ellos le habían robado una moto.

En Caracas existen grupos que aunque actúan al margen de la ley y con violencia sectaria, parecen contar con la venia de las autoridades, que por lo general prefieren mirar para otro lado.

¿Por qué el Estado no actúa? Para el analista político del Cedice Trino Márquez, el Gobierno no ejerce acciones contra estos grupos anárquicos (colectivos, motorizados, invasores que tienen tomadas importantes edificaciones de la ciudad) porque emplea lo que llama “la estrategia del Guasón” (el villano de Batman), que es medrar en el caos: “La anomia o falta de reglas genera violencia, y al Gobierno le interesa sobre todo conservar el poder, no el orden o la estabilidad, y con estos grupos tiene claros vínculos implícitos. Los ve como aliados y los deja actuar”.

El sociólogo Carlos Raúl Hernández recuerda que los llamados regímenes revolucionarios suelen tener como aliados a los delincuentes, pues parten de una premisa que los hace simpatizar con acciones al margen de la ley siempre que sea de los suyos: la propiedad es un robo.

Esto ha llevado a lo que llama una “animalización” de la sociedad: se pierde la condición de ciudadano, de pertenecer a algo que va más allá de lo individual. Mientras cada quien se refugia en sus proyectos individuales en una especie de sálvese quien pueda, se hacen comunes todo tipo de transgresiones y se pierden valores solidarios o hasta humanos, desde el que se baja del auto a orinar en cualquier cola de tráfico hasta lo que sucedió con la gandola que se accidentó en Los Ruices hace un mes, que fue saqueada mientras el chofer agonizaba.

Estas acciones (o inacciones en el caso del Gobierno) disparan la violencia y están estrechamente relacionadas con esa alarmante tasa de homicidios, que en el país llegó a casi 73 por cada cien mil habitantes, triplicando a países limítrofes como Colombia o Brasil.

Así las cosas, mientras otras ciudades latinoamericanas se convierten en lugares amables para quienes las habitan, Caracas vive un proceso inverso y cada vez se torna más hostil.

Sin contención

Aunque Márquez afirma que en eso de hacerse la vista gorda ante las actuaciones ilegales de grupos aliados este gobierno no ha hecho más que seguir la línea de Hugo Chávez, cree que ahora se trata de una política especialmente peligrosa, porque al menos Chávez podía actuar como muro de contención ante estos grupos violentos, pero los actuales dirigentes no tienen esa fuerza ni esa “legitimidad carismática” que tenía el fallecido Presidente.

Hernández tiene una opinión semejante, aunque cree que la alianza con factores antisociales se ha incrementado en este gobierno precisamente porque tiene un menor apoyo popular.

En cuanto al tiempo que se puede prolongar esta “desintegración social”, Márquez recuerda que muchas ciudades cercanas han vivido procesos semejantes, y no parecía existir salida: “A Lima no la visitaba nadie de tanta delincuencia en los 80, y mira lo que es Lima hoy. Medellín es un ejemplo de ciudad, pero quién lo hubiera pensado eso hace 25 años. Ahora mismo no se ve una salida, pero creo que más temprano que tarde vendrá un rescate del cuadro institucional que permitirá enfrentar esta anomia”.

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CORTESÍA
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Dos colectivos tomaron el hospital Vargas