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Berlineses orientales trepan al Muro para celebrar la apertura. | Reuters
por RAQUEL QUÍLEZ

Como una cascada en la que una pieza precipita la caída del resto; como un tablero de ajedrez en el que, jugada a jugada, se ejecuta un jaque maestro. Así, por contagio, se fue desmoronando el mundo al otro lado del Telón de Acero.

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Berlineses orientales trepan al Muro para celebrar la apertura. | Reuters

La Polonia de Lech Walesa dio el paso al frente hacia el fin del comunismo del Este. En agosto de 1980, este electricista se convirtió en líder de cruentas protestas sindicales en el astillero Lenin de la ciudad de Gdansk. La mecha prendió —según publicó la prensa internacional, más de 300.000 obreros pararon en todo el país para apoyarles— y el Gobierno comunista tuvo que ceder y reconocer a los trabajadores el derecho a organizarse libremente. El Comité de Huelga terminó convertido en Solidaridad, sindicato dirigido por Walesa; el primero independiente de un país del bloque soviético. Fue un éxito efímero. Ante las amenazas de la URSS, en 1981 el Gobierno decretó la Ley marcial y una Junta Militar asumió el poder. Solidaridad fue ilegalizado y Walesa, arrestado hasta finales de 1982. Su paso adelante le supuso el Nobel de la Paz un año después. Pese a la represión, la conflictividad obrera siguió y en 1988, el Gobierno tuvo que negociar con Walesa y otros líderes tras una serie de huelgas. Era el primer paso hacia la transición democrática: Solidaridad volvió a la legalidad, se convocaron elecciones libres el 4 de junio de 1989 y el partido comunista fue derrotado. En septiembre de 1989 se formaba el primer gobierno no comunista en la Europa del Este desde 1945: Tadeusz Mazowiecki, dirigente de Solidaridad, fue nombrado primer ministro y Walesa, elegido presidente en el 90.

Fue el inicio de una ola democrática que ese mismo año arrasó las dictaduras comunistas del Este. En la primavera de 1989, Hungría da un paso histórico cortando la alambrada que separaba su frontera con Austria. Se abría así una grieta en el Telón de Acero que aprovecharon para huir cientos de alemanes de la RDA (Hungría dejó de deportarlos como había venido haciendo). En la medianoche del 10 de septiembre las fronteras se abrían definitivamente y 15.000 alemanes del Este aprovecharon en 15 días el paso abierto. La RDA estaba en suspenso.

Los sectores reformistas del comunismo húngaro, dirigidos por Imre Poszgay, lideraron el cambio: reconocieron el multipartidismo y las libertades de reunión y expresión y meses después, el Partido Socialista Obrero Húngaro se disolvía y se aprobaba una constitución democrática. El 23 de octubre de 1989, Hungría se declaró república soberana independiente. Partidos anticomunistas ganaron las elecciones en 1990.

Las piezas encajaban por los hilos ‘no movidos’ de Gorbachov en la URSS y su política aperturista de Perestroika y Glasnost, que orientó a Rusia hacia la ‘no intervención’ en Europa Oriental. Decidieron no continuar respaldando a los regímenes satélites, lo que, en la práctica, ratificaba cualquier cambio en sus Gobiernos. El contagio era imparable.

En la RDA, Erich Honnecker —jefe de Estado, máximo dirigente del Partido Comunista, jefe del Ejército y contrario a cambios— fue sustituido por un comunista reformista, Egon Krenz, que abrió el Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. La barrera más simbólica, la más visual, también caía. Se sumó Checoslovaquia, donde, el 17 de noviembre de 1989, la represión del régimen de Gustav Husak contra unamanifestación de estudiantes en Praga desencadenó protestas que tumbaron al Gobierno. El 27 de noviembre se celebró una huelga general y la ‘Revolución de Terciopelo’ obligó al Partido a abandonar y elevó a la presidencia de la Asamblea legislativa al héroe de la Primavera en Praga, Alexander Dubcek, y a la jefatura del Gobierno, a Vaclav Havel, un conocido disidente. Juntos iniciaron un proceso de democratización que apostó por Europa y el mercado.

También en Bulgaria se sucedieron las manifestaciones contra el Gobierno y ocupó el poder un comunista reformista, Petar Mladenov, que inició el camino hacia la democratización del régimen. Y en Rumanía, Nicolae Ceausescu dio fuertes coletazos como el último dictador comunista de Europa del Este. Tras años de represión atroz, las protestas estallaron a finales de diciembre. Ante una población cada vez más enfrentada, Ceausescu convocó el 22 de diciembre una manifestación multitudinaria de adhesión al régimen. Quería terminarla con un discurso retransmitido en directo a todo el país, pero las cosas no salieron como él pensaba: el edificio del Comité Central en Bucarest fue asaltado y Ceausescu terminó huyendo en helicóptero junto a su mujer. No llegó muy lejos. Horas después fueron detenidos y tres días más tarde, el de Navidad, fusilados ante las cámaras, tras un juicio sumarísimo de dos horas a cargo de un tribunal del nuevo Gobierno. Las imágenes fueron televisadas para ‘tranquilizar’ al país, que había visto morir a cerca de 2.000 personas en la represión a las protestas. El Frente de Salvación Nacional, compuesto por comunistas críticos con Ceausescu, puso en marcha un proceso reformista que terminaría en elecciones libres el año siguiente.

Así, paso a paso, se derrumbó el sistema comunista en la Europa del Este, el poder de la URSS pasó a la historia y Estados Unidos quedó como única superpotencia mundial. Las consecuencias fueron globales: China, Irak, Oriente Próximo, Cuba… Las cenizas de la Guerra Fría seguirían ardiendo.

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Alemanes del Este cruzan la frontera entre Hungría y Austria en Hegyeshalom. | Reuters.

FotoEnfrentamientos entre revolucionarios anticomunistas y los soldados de Ceausescu en Bucarest. | Reuters

FotoImagen del cadaver de Ceausescu el 25 de diciembre de 1989. | Reuters

FotoWalesa se dirige a los huelguistas del astillero de Gdansk en 1980. | Reuters

FotoTanques pro Ceausescu disparando en Bucarest. | Reuters.

 

http://www.elmundo.es/especiales/2013/internacional/lech-walesa/primaveras.html

 

Héroes insospechados por VIRGINIA HERNÁNDEZ

La Historia es caprichosa. A veces se convierten en acontecimientos pequeños gestosque nadie sospecharía que pudiesen trascender. El electricista Lech Walesa lideró un sindicato que terminó tirando una de las primeras piezas del dominó del sistema comunista. Como Walesa, las mujeres de la fábrica textil Triangle Shirtwaist de Nueva York reclamaban mejoras en sus condiciones labores. No las escucharon. El 25 de marzo de 1911, un incendio acabó con la vida de 146 de esas trabajadoras por la sangrante falta de medidas de seguridad. Puertas cerradas a cal y canto que fueron tumbas. La tragedia motivó drásticos cambios en las normas de trabajo y que la ONU eligiera marzo para celebrar el Día Internacional de la Mujer. Las últimas tragedias en talleres textiles de Bangladesh, como el derrumbe ocurrido en Dacca en abril de 2013, en el que murieron más de 400 personas, recuerdan que esas injusticias se siguen repitiendo tanto tiempo después.

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Arriba, manifestación por la tragedia de la fábrica Triangle Shirtwaist. Abajo, los bomberos luchando contra el incendio. | EM

http://www.elmundo.es/especiales/2013/internacional/lech-walesa/gestas.html