RAFAEL GUARIN

Camilo Ospina, el día de su posesión como nuevo embajador de Colombia ante la OEA, dijo en una conferencia sobre ”Geopolítica en América Latina” que Venezuela tenía dos minas de uranio clandestinas y alertó sobre el riesgo que representa este hecho.

Es posible que la confianza que le otorgó la ausencia de medios de comunicación y el auditorio universitario sirvieran de cómplice para que el diplomático señalara con total desparpajo que “si me preguntan un riesgo, algo que me ponga nervioso, a mí me ponen muy nervioso las dos fábricas, las dos minas de uranio que hay en este momento en Venezuela”.

Manifestó además que “cogen ustedes derecho por Arauca, más o menos se meten 400 km., están llegando a la zona fronteriza, encuentran dos fábricas, una fábrica de bicicletas y otra fábrica de motocicletas. Esas dos fábricas son una fachada para una excavación de uranio”.

Y concluyó: “Venezuela no tiene cómo enriquecer uranio, pero Irán sí. Si eso llegara a pasar, tenemos un problema de verdad”.

No es la primera vez que se habla de las supuestas minas de uranio, ni que se relacionan con Irán. Versiones anteriores vinculan a venezolanos, cubanos e iraníes con actividades secretas de explotación en el estado Amazonas, pero la falta de pruebas dejó el tema en la especulación y en el mundo de las conspiraciones.

Las afirmaciones transcritas indicarían que las minas sí existen y que podrían ser una de las razones de la estrecha relación entre Hugo Chávez y Mahmud Ahmadinejad, el fundamentalista presidente de Irán. Aún más, darían sentido a la oposición de Venezuela y Cuba a la decisión del Organismo Internacional de Energía Atómica de remitir el caso de Irán al Consejo de Seguridad y al anuncio del propio Chávez, en mayo del 2005, de estar interesado en que ese país le proporcione tecnología nuclear.

El punto es si se le debe creer a Ospina. Es casi forzoso hacerlo. No hay que olvidar que era ministro de Defensa dos semanas antes y es una de las personas de mayor confianza del presidente Alvaro Uribe. Como ministro tuvo acceso a información de inteligencia militar privilegiada, no sólo de las fuerzas armadas colombianas, sino de los organismos de seguridad estadounidenses. Se trata de uno de los funcionarios mejor informados, entre otras cosas, porque entre las hipótesis de guerra que estaban a su cargo la número uno es con Venezuela.

Por otro lado, sus declaraciones trascienden en un momento en que la crisis con Irán escala debido a la inauguración de una planta de agua pesada destinada a refrigerar un reactor nuclear en construcción y al desconocimiento de la decisión del Consejo de Seguridad, que obligaba a ese país a suspender el pasado 31 de agosto el enriquecimiento de uranio.

En ese contexto, las revelaciones enlazan a Venezuela con ese conflicto internacional, la colocan como una potencial amenaza continental y ratifican los temores derivados de las oscuras relaciones de Chávez con fuerzas enemigas de Estados Unidos.

Alguien podría calificar de esquizofrenia pensar que Chávez puede estar interesado en alianzas alrededor de armas de destrucción masiva. Sin embargo, está demostrado que su gobierno cree únicamente en el poder nacional como base de las relaciones internacionales y no en el idealismo que predican muchos de sus partidarios. Aunque dicho escenario parezca improbable, la sola alianza nuclear entre Venezuela e Irán constituye una amenaza a la seguridad hemisférica y afecta el balance de poder en la región.

Creo como Julien Freund (Sociología del Conflicto) que el precepto fundamental de la política es ”saber prevenir lo peor y tener capacidad de impedir que ocurra”. Si el gobierno colombiano conoce las sospechosas actividades ocultas del gobierno de Chávez, ¿qué esta haciendo ante esa amenaza? ¿Se discutió el tema la semana pasada en la reunión de los ministros de Defensa de ambas naciones? ¿Tendrá Ospina la tarea de actuar al respecto en el seno de la OEA? ¿Cuál será la actitud del gobierno de Bush?

¿O resultará que las denuncias hechas por el funcionario son pura fantasía o irresponsable verborrea?

La gravedad de lo dicho salta a la vista y exige de ambas naciones transparencia ante la comunidad internacional. El gobierno de Uribe debería presentar las pruebas que sustentan las acusaciones de su embajador y el de Venezuela despejar las dudas que sobre el tema vuelven a surgir.

Profesor de la Facultad de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Rosario.

http://rafaelguarin.blog.terra.com.co